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El
equipaje del viajero No es nada sorprendente en el hecho de que, después de que José Saramago obtuviera el Premio Nobel, cayera en las librerías una vertiginosa lluvia de sus textos. Pero es un chaparrón con el que vale la pena mojarse, porque la lectura de sus libros a diferencia de otros premiados es muy recomendable, a pesar de la confusión a la que inducen los publicitarios: las librerías ostentan carteles de promoción donde el autor portugués se ha convertido en Sara Mago (arriba dice José, en letra mucho más pequeña). El equipaje del viajero (cuya primera edición data de 1985) es una buena introducción al universo del Premio Nobel. Es una colección de textos de escritor-observador, un viaje a la cocina de José. Saramago llama a ese mundo que existe detrás de los textos la ciudad de José: érase una vez un hombre que vivía fuera de los muros de la ciudad. Y la ciudad era él mismo. Ciudad de José, si un nombre queremos darle. El equipaje del viajero es un anexo imprescindible para quienes ya hayan disfrutado de sus novelas. Manual
de pintura y caligrafía Aquí el lector se encontrará con un Saramago levemente desfasado de aquel gran constructor de El año de la muerte de Ricardo Reis o Historia del cerco de Lisboa. Manual de pintura y caligrafía es una historia de amor y una reflexión doliente sobre un fantasma terrible: el artista mediocre, aquel que conoce sus limitaciones pero que al mismo tiempo no puede evitar sumergirse en una reflexión sobre su posible fracaso. Para llevar a cabo su tarea, Saramago recrea una primera persona que escribe un diario. El pintor, como un naturalista exacerbado frente a una naturaleza no tan muerta, se observa a sí mismo, con dolor, con ironía y al mismo tiempo, con distancia. Me aprecian como pintor mis clientes. Pero nadie más. Decían los críticos (cuando hablaban de mí, poco y hace muchos años) que llevo al menos medio siglo de retraso... Pintura y caligrafía: el arte y la literatura se dan cita en esta novela que data de 1977, cuando nada absolutamente nada se sabía aquí de Saramago, futuro Premio Nobel. Todos
los nombres Poco antes de recibir el Nobel, Saramago vino por segunda vez a visitar la Argentina. En ese momento pudo darse cuenta de que ya empezaba a tener aquí su corte de fans, y ante las requisitorias periodísticas, se encargó de desmentir que era un novelista histórico. Y de paso, negó que lo suyo fueran las alegorías más o menos morales. Acababa de publicar una de sus más hermosas novelas, Todos los nombres, la tierna historia de un empleado del Registro Civil que empieza a obsesionarse con los nombres de la gente, todos los nombres del mundo, y especialmente con el nombre de una mujer. Don José (así se llama el gris empleado) se da cuenta de que su vida se está convirtiendo en una sucesión de acciones absurdas, aunque reflexiona que ya era hora de hacer algo absurdo en la vida. Climas laberínticos, humor en distintos registros y una capacidad de calar hondo en la humanidad del personaje; cualquier elogio a este libro se queda corto, y por sí solo hace merecedor a su autor del reconocimiento de los lectores. |