Mientras la discusión sobre el capítulo final de Game of Thrones salpica lava, los créditos finales se suman a la polémica mostrando que entre la veintena de directores hombres solo una mujer (Michelle MacLaren, 2013-2014, cuatro episodios) dirigió la serie. La industria tiene la puerta entornada, tan entornada que apenas sopla luz el contorno. Cuando se abre, con Kaori Ogino en efectos especiales, por ejemplo, el resplandor mejora, pero es solo por un rato, porque la mujer que hace explotar cosas, mueve robots y modifica los cuerpos de las criaturas gigantes suele ser la única mujer de la habitación. En el calendario ancho, en el reloj de los siglos, una mujer sola ocupa un lugar en una habitación llena de hombres. Dorothy Arzner fue una de esas mujeres solas y la única que dirigió películas en el Hollywood que empezaba a dejar de ser mudo. Debutó en 1927 con Fashions for Women, un año después dirigió Get your man, un proyecto hecho con amigas (protagonizado por Clara Bow, con  Hope Loring como guionista, Alice Laser en la continuidad y Marion Morgan como directora técnica) y Manhattan Cocktail. En 1929 fue la primera mujer que dirigió una película sonora, The Wild Party (dirigió doce más en la década del treinta, un número que hoy no logran las directoras), y la primera (y única por mucho tiempo) que formó parte del sindicato de directores. Hay algo más que una huella cardinal en el podio de las primeras, hay un estilo Arzner, y es el estilo que cuestiona roles femeninos –vómitos morales del  Código Hays– y que corre el velo siempre. La acompañaron en la develación, Marion Morgan (su pareja durante cuarenta años, vivieron juntas hasta que Marion murió, unos años antes que Dorothy), Katharine Hepburn, Rosalind Russell, Clara Bow, Joan Crawford, Maureen O’Hara, (el rumor del chisme  se encarga de asegurar que todas o casi todas fueron sus amantes) y quizás también la acompañe Julianne Moore si se convierte en ella en la pantalla.                                                             

“La diosa madre del cine femenino” que servía café en el bar que su familia tenía en Hollywood, que manejó  ambulancias durante la primera guerra y que fue secretaria en el departamento de guionistas y montadora (sus ojos y sus dedos editaron escenas de Sangre y arena), estuvo silenciada durante años hasta que la rescataron las historiadoras en los años sesenta y setenta. Entonces llegaron los festivales, los homenajes y las retrospectivas, runa de encuentro sin modestia impía.                                                 

Las protagonistas de Dorothy, las que usan el vestido rojo ideal o el pijama para vivir la noche entre amigas, casi no conocen finales felices. Las protagonistas de Dorothy son las que salen a buscar dinero para sobrevivir (la independencia que quieren se hace muy difícil) y las que enfrentan al marido para recuperar a su hijo (Sarah and Son, 1930). Las protagonistas de Dorothy saben por sobre todas las cosas, que es peligroso ser mujer y que ese hombre disfrazado de amable, las está acosando. (Honor Among Lovers, 1931). Las protagonistas de Dorothy conocen el horror de la dependencia cuando escuchan las campanas de la boda.           

La ciudad del ocio represivo la rescata sin nombrarla usando al nieto joven del micrófono que ella inventó hace noventa años para sacarle el susto a Clara Bow (era una caña de pescar con el micrófono en la punta que la seguía desde lo alto y a distancia prudente). Movete tranquila que soy todo oídos, nidos o laberinto de sonidos, le debe haber dicho Dorothy a Clara hablando de ecos sordos y otras cosas.