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Una más y no jodemos más
Desde hace más
de veinticinco años, los veraneantes en Punta del Este practican
una variación de la ya clásica costumbre de celebrar con
aplausos el aterrizaje, cuando viajan en avión: luego de contemplar
la caída del sol en Solanas (playa célebre entre los lugareños
por su agua tibia y el olor proveniente de los desagües en las inmediaciones),
estallan en emocionado aplauso. Pues bien, este verano, José Ignacio
(el pueblo a 50 kilómetros convertido desde hace años en
la versión unplugged de Punta del Este) salió a competirle
a Solanas. Todas las tardes, los que andan por ahí se amuchan en
el lado manso para ver el atardecer. Para diferenciarse de
los solanenses, esta nueva y sofisticada secta le ha sumado un elemento
al rito: musicalizarlo con brutos altoparlantes. El crescendo melódico
alerta a los más despistados para que se sumen al aplauso en el
momento correcto. Pero, por más cortina musical y emocionadas palmas,
hasta ahora no han conseguido que el sol reaparezca para agradecer y brindar
un bis a la concurrencia.
Las
bestias están sueltas
Antes
de irse, en noviembre del año pasado, Menem se despachó
con un decreto que ponía en marcha uno de los tantos sinsentidos
a los que nos tuvo acostumbrados: el proyecto Una dirección
de correo para cada argentino (que, dicho sea de paso, le otorgaba
al privatizado Correo Argentino la facultad de centralizar las direcciones
de correo electrónico, a cambio de cobrar unos cincuenta pesos
por el mismo servicio que hasta entonces era gratis). Una de las primeras
medidas del nuevo gobierno fue anular ese decreto. Pero desde hace un
par de semanas, la empresa vernácula de correo electrónico
gratuito UOL arremete con una campaña publicitaria liderada por
Juan Castro, cuyo slogan es Todo argentino tiene derecho a tener su
email. Considerando que UOL brinda exactamente el mismo servicio que
Mailcity, Hotmail, Yahoo y otros tantos sitios que proliferan en Internet,
todo destila cierto tufillo patriotero: e-mail argentino hecho por argentinos.
Y, teniendo en cuenta que la campaña inicial de UOL anunciaba
equívocamente: Ni siquiera necesitás computadora
para tener tu e-mail (computadora se necesita sí o sí,
aunque no sea propia), los muchachos parecen suscribir a la vieja era
menemista, cuando regalaban computadoras a colegios que no tenían
luz eléctrica.
El
día que Leonardo conoció a Jesús (y lo confundió
con Judas)
Era previsible
que, en su número de diciembre, la revista Details eligiera al
actor Gabriel Byrne para la sección donde un famoso relata cuál
es la historia más cool que conocen. Al fin de cuentas, el gran
Byrne tenía dos películas en la cartelera neoyorquina (y,
en estos días, también en la cartelera porteña),
en una de ellas encarnando a un cura cazador de santos que enfrenta al
demonio (Estigma, con Patricia Arquette) y en la otra corporizando al
mismísimo Satanás (en El día final, con Arnold Schwarzenegger).
Demostrando estar largamente a la altura de ambos papeles, Byrne relató
lo siguiente: Cuando Leonardo Da Vinci estaba pintando La última
cena, buscó un modelo para Jesús y lo pintó primero.
Recién después se dedicó al rastreo de modelos para
los apóstoles, pero no podía encontrar a un Judas. Se pasó
dos años buscando, hasta que un día encontró a un
tipo en una cárcel al que le dijo: Usted es el modelo perfecto
que necesito para Judas. Y el tipo le contestó: ¿No me reconoce?
Usted me usó para pintar a Jesús hace dos años.
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