"Trataremos de resumir veinte años en un show", plantea Esteban Morgado y sabe que el trabajo por delante es monumental. Porque su Cuarteto lleva dos décadas tocando sin pausa, y produciendo con un volumen y una calidad inusitadas. El festejo será hoy a las 20.30 en el Teatro Opera (Corrientes 860), con la participación de María Graña, e invitados como Ariel Ardit, Franco Luciani, Maximiliano Guerra y Claudio Morgado.

PáginaI12 llega al encuentro del guitarrista en el estudio de Horacio "Mono" Hurtado, contrabajista de la formación, y rápidamente aparecen dos noticias. La primera, que hay mate, fundamental para el trabajo del cuarteto que completan Quique Condomí en violín y Walter Castro en bandoneón. La segunda, que Graña --quien iba a participar de la nota-- tuvo que ir de urgencia al dentista. El sábado estará sobre las tablas del Ópera, aseguran los músicos.

Es sumamente importante para el cuarteto la relación con Graña, con quien Morgado ya colabora hace más de una década. "Ese también es un número grande", sonríe el guitarrista. "Nos conocimos gracias a Roberto Piazza, el diseñador y cantor, que hacía una fecha en Los 36 Billares y los dos éramos invitados", rememora. En un momento de ese show, Piazza los dejó solos sobre el escenario y sucedió "el enamoramiento", según Morgado. "Ahí decidimos hacer cuatro shows más y lo que iban a ser cuatro sábados terminaron siendo dos años, colaboraciones con el cuarteto, un disco juntos (Entre nosotros) y muchas giras", señala. "Acompañarla es casi como jugar a la pelota con Messi", compara.

Aunque tienen casi la misma edad (Morgado 61, ella casi 66), tangueramente pertenecen a dos generaciones distintas. "Ella arrancó y transitó Grandes valores, La botica, era número puesto todas las semanas en uno o dos programas de televisión durante varios años", señala Morgado. El Cuarteto, en tanto, empezó en 1999 como parte de esa generación hoy (re)fundacional del tango contemporáneo que incluía a otros como El Arranque, la Fernández Fierro o La Chicana. "Ella aporta tangos tradicionales o que por ahí yo no conozco --reconoce Morgado--, pero también tiene cosas, como nos pasó el otro día en Mar del Plata, en las que me dice 'vamos a hacer Pregonera', y yo ni lo conocía. Lo saqué con YouTube en el camarín, lo escribí, le escribí un arreglo a Quique y lo tocamos en el show". María "también es jazz", observa Hurtado, quien asegura que la cantante "te puede cambiar todo un segundo antes", como les pasó en el Centro Cultural Kirchner cuando con un pie en el escalón del escenario sugirió bajarle un tono a uno de sus clásicos. "No había tiempo de anotar nada, así que transportamos todo ahí arriba del escenario, con la sala llena", recuerdan risueños.

-¿Qué balance hacen de estos veinte años del Cuarteto?

Esteban Morgado: -En principio, el haber trabajado con personas extraordinarias. Muy buenos tipos y excelentes músicos. Nos queremos mucho, nos respetamos. Admiro mucho el trabajo de mis tres compañeros, me sorprenden permanentemente con todo lo que aportan. Puedo traer un arreglo, pero de lo que escribo a lo que termina sonando hay una distancia sideral. Va más hacia el cielo. Ellos aportan desde la creatividad, el talento, la improvisación. Eso hace que cada vez que nos juntamos a tocar, las versiones sean nuevas versiones. Eso nos divierte, nos da mucho placer. En estos veinte años hemos transitado por muchos repertorios: los tangos clásicos, los modernos, haber compuesto, abordar mucho la obra de Piazzolla con la admiración, el respeto y el atrevimiento de arreglar para esta formación. Un camino larguísimo y lleno de alegrías, muchos discos grabados con los chicos, viajes, anécdotas.

Mono Hurtado: -El Cuarteto es un pedazo de vida, ¡veinte años! Cuando empezamos a tocar, no éramos papás; ahora todos tenemos hijos. Esos cambios tan radicales van más allá de la música. Si bien cada uno hace otras cosas, siempre están presentes en el cuarteto de Esteban. Yo rescato siempre la apertura de Esteban de permitirnos colaborar desde lo creativo, lo musical, y sumar al sonido que tiene para mí muy característico. Es un grupo de amigos que es increíble, pero hemos grabado cosas en el momento. Porque Esteban es bastante loco. Por ahí estamos grabando un disco y dice "traje un tema nuevo". Y puede llegar a quedar mientras lo tocamos en el estudio a primera vista. Y decimos "wow" y quedó. Cosas así, inverosímiles. Eso él lo permite, eso enriquece y me da libertad.

E. M.: -En la base habla el Mono Hurtado, uno de los grandes contrabajistas del mundo. Y como la base tiene esa libertad, no estamos sometidos a una marcación tan rigurosa o tradicional. Que no está mal, pero que hace a una cosa más marcial. Esto modo de hacer permite un relax, un caminado distinto que se hace muy placentero. Siento que no tengo a alguien marcando cuatro negras todo el tiempo sino que está jugando.

-Hablás de algo más cercano al jazz, al menos espiritualmente.

E. M.: -Sí. Creo que el Mono lleva eso, su impronta. Y no sólo al hacer los tangos tradicionales sino al llevar música de otros géneros al tango. Arreglos de temas de Sting, Queen, los Beatles, Stevie Wonder, ¡o de Sandro! Y buscar que todo eso suene al mismo tiempo que una versión de "El choclo", "Por una cabeza" o los temas de Ástor, y siempre con esa base tan libre que permite que cuando hay que marcar se hace bien milonguero, y cuando hay que dejar que todo fluya con libertad, también. El Mono para eso es súper idóneo. Es un jugador de toda la cancha.

M. H.: -Pero todos jugamos a eso. Además, con tanto tiempo tocando juntos hay una confianza tal que no importa si uno se equivoca en vivo. Hasta nos podemos sonreír, cosa que por ahí en otras agrupaciones uno no hace. Capaz uno va más allá de la partitura, e inventa algo en el momento y todos se suman, o un matiz que no estaba escrito y llegamos a un piannísimo que es la nada. Y que es maravilloso. Esa sorpresa es sí bastante cercana al jazz porque, más allá de la partitura, cada versión puede ser distinta.

-El tango cambió mucho desde 2009. ¿Cómo ven la escena actual?

E. M.: -Creo que tenemos alguna pequeña cuota de responsabilidad en varios frentes. Por un lado, haber marcado, sin habérnoslo propuesto, que se podían hacer versiones nuevas de tangos tradicionales. Por otra parte, hacer tangos que no fueran originalmente tangos. Y trabajar en un formato de cuarteto sin piano, que da otra perspectiva de sonoridad y otro rol a cada uno de los instrumentos. Y por otro lado, nuestro rol docente: todos ayudamos a formar a muchos pibes.