Una serie. De tapas, de dibujos en tapas, de representaciones patriarcales. Fue dibujada en tapa como bruja a ser quemada, al borde de la hoguera en diciembre de 2015. Antes fue retratada en la crispación del goce, boca abierta en el grito y el orgasmo. Ahora, madonna de tetas turgentes que amamanta dos candidatos al mismo tiempo. Cuerpo sexuado y por sexuado intolerable. En aquella tapa que amenazaba hoguera, estaba rodeada de monjes negros que se la querían sacar de encima. Un pacto de caballeros para conjurarla, complicidad de criminales para desterrarla. Ahora, entre las tres fórmulas presidenciales con ciertas posibilidades, la única mujer. La insoportable mujer. La que nombró su candidato a presidente e intentó de ese modo desatar el nudo mortífero al que el pacto nos intenta someter.
Una serie. Las tapas de un periodismo amarillista y misógino. Las imágenes que nunca estarán destinadas a un candidato, porque a nadie le preocupa si gozan entre ellos o con otres. Tan centrado en el orden masculino todo, que esos cuerpos son pura representación de la voluntad política, instrumento de poder. Cuando una mujer se sitúa ahí, escandaliza. Es demasiado cuerpo para ser solo representación, excesiva sensibilidad para la mera rosca, ambición corrosiva para ser adecuada. Porque si unos están destinados al orden público, otras deben romper muchas prácticas sedimentadas y rutinas costumbristas para hacer política. Y si lo hacen, son conminadas a morigerar su escandalosa corporeidad. La alianza gobernante juega alrededor de una imagen conformada con camisas claras sin corbata y un cuerpo femenino virginal. El peronismo es más afecto a los trajes oscuros y a las mujeres de pelo lacio y enrubiecido. Ella es la de las ropas visibles, singulares, el pelo oscuro, insistentemente aludido por la mano que lo acomoda. Alguien que no deja de percibir su propia imagen. No busca alejarse de la materia, nos la recuerda a cada momento, en ese mechón que debe retocar.
Una serie. En la era de los memes, hay candidates que se agravian a sí mismos. Lo hace Carrió jugando con su pequeña muñeca y arrojando frases banales. O el retoño de Bolsonaro que señala migrantes y comunistas. Alguien dijo: ni el meme nos dejan. Basta mostrar. Alcanza también eso con la tapa de esa revista y sin embargo escribimos. No porque reproducirla sea hacer resonar y amplificar la violencia, sino para invertir su sentido, apropiarnos de esas imágenes que se dirigen contra la ex presidenta pero no solo contra ella. Porque se dirigen, también, contra muchas, muches, al producir esa serie que va del orgasmo a la hoguera y de la hoguera a la nodriza. Castigos y recordatorios. Un diario titula que la selección femenina puso huevos en el primer partido del mundial, otros le dicen “la Messi” a la capitana. Intentos de borrar lo específico: las veces que cada piba tuvo que rebelarse para jugar a la pelota y el afuera absoluto a la lógica del mercado. Un Messi es un niño compelido al fútbol, profesionalizado y muy bien pago. Vanina Correa, la arquera que atajó un penal, es cajera de un supermercado. Hay infinitas rebeliones en el camino hacia lo que nos está vedado. No se pueden borrar. La misoginia de Noticias no borra esas rebeliones en Cristina, las subraya para condenarlas.
Una serie. No se trata de borrar nosotras esa singularidad. Sino de pensarla, alojarla. Saber que en algún punto esa fuerza que condenan en el cuerpo vivo de Cristina, es la nuestra. Es la de los cuerpos que se desacoplan de las rutinas prescriptas, es la de las políticas que intentan desbordar los cierres que predominan y que implican silencio o menoscabo de lo que vienen gritando las calles feministas. Condenan en ella la sexualidad, el mando, la capacidad de hacer, pero al hacerlo se dirigen contra todas, incluso con las que no la votarían o no se reconocen en ese espacio político. A Eva la nombraron “la mujer del látigo” y “hombre con polleras”. Dominatriz y trava. A Cristina la hipersexualizan en sus rasgos femeninos pero para condenar que vincule todo eso con el poder. La condenan por lo que es y por lo que habilita como desborde a su propia figura.
Una serie. El problema es la mirada que constituye la imagen. No nos molestan nuestros propios juegos, la Cristina redibujada, la del beso lésbico con Eva, la de la desmesura callejera. Molesta la representación de Noticias porque no busca en ese cuerpo sexuado la belleza, no roza la luminosidad del entre cuerpos y políticas, sino que lo expone para condenar, lo dibuja para un ojo virilizado que no tolera esa centralidad. Lo representa para amenazar. Para amenazarnos. Una mujer vieja amamantando pequeños hombrecitos, matrona extravagante, menos nutricia que dominante. La tapa es contemporánea a una novela, Las malas, de Camila Sosa Villada. Camila imagina una travesti que amamanta con sus pechos construidos con aceite de avión. Y sale leche, porque un cuerpo está hecho también de deseo y la comunidad es posible cuando no dejamos de inventarla. Contra esta época y sus raudos atrevimientos se dibuja la tapa de Noticias. Contra ese pacto conservador, nuestra rabia pero también nuestra risa.