La luz palpita y el gesto cambia, como si estuviera a punto de esbozar una sonrisa que estallará afuera del cuadro. De perfil, la mirada se eleva hacia un horizonte sembrado, como un lienzo verde de esperanza. El rostro de Juan José Saer (1937–2005) vibra en el galpón ferroviario de Serodino, el pueblo donde nació, a 200 metros de la casa natal del autor de Glosa, que fue un almacén de ramos generales atendido por el propio padre de Saer y que pronto será un Centro Cultural y Documental dedicado a su obra. El fotógrafo David Fernández inmortalizó la última visita del escritor santafesino a su pueblo natal, en noviembre de 2003. Nadie nada nunca diría que irse no es tan posible como volver. Ahí está “Juani” para los amigos y lectores, tan real que parece que estuviera demasiado vivo, por obra y gracia de los aerosoles del genial artista plástico santafesino Andrés Iglesias, que empezó firmando sus grafitis con el seudónimo “Niño de cobre” –por los dibujos animados de los Halcones galácticos– hasta alcanzar la máxima condensación con el alias Cobre.

Aunque parezca demencial, imposible, el mural de Saer lo concretó en dos días y medio con la foto de Fernández como paradigma a emular: empezó el domingo 9 y lo terminó el martes 11 de junio, justo el día que se cumplieron 14 años de la muerte del autor. La amenaza de lluvia aceleró el tiempo. Quizá para Cobre trabajar al límite sea una manera de experimentar el vértigo en las manos, una adrenalina que acentúa su obsesión extrema por el detalle, ese hiperrealismo apabullante que tanto impresiona y que se puede apreciar también en los retratos de Frank Sinatra (en Nueva York), de Lionel Messi (en Barcelona), de Manu Ginóbili (en Valencia) y de los escritores Mario Benedetti y Eduardo Galeano (en Montevideo), entre otros. “La experiencia fue increíble –reconoce Iglesias a PáginaI12–. A cualquier lugar que voy, me gusta pintar a alguien donde la gente se pueda sentir identificada y sienta orgullo de poder tener a un exponente de cualquier arte. Y que en Serodino me hayan convocado para hacer el mural de Saer, justo donde pasó su infancia, fue hermoso”. 

El mural de Saer integra un puñado de acciones que están realizando el ministerio de Innovación y Cultura de Santa Fe con el programa “Año Saer” y la comuna de Serodino para difundir la obra y la vida del escritor santafesino. 

Iglesias confiesa que nunca pudo concluir un libro de Saer. “Se necesita mucho tiempo para leer su obra; hay que prestar mucha atención y me cuesta no dispersarme –admite el artista plástico–. Mi mamá es profesora de literatura y mi papá de filosofía, así que Saer estuvo en casa siempre presente. Aunque yo no lo haya leído, soy muy consciente de su obra”.