Ya no hay identidades políticas. Cualquiera puede estar en cualquier parte en cualquier momento. Antes de comer un desbordante asado, los “peronistas del PRO” cantaron la marcha peronista. Que, entre otras cosas, dice: “Esa Argentina grande con que San Martín soñó es la realidad efectiva que debemos a Perón”. ¿En serio? ¿Cantaron eso? ¿Y lo de “combatiendo al capital” también lo cantaron? Era un homenaje al político del momento: Miguel Pichetto. Que estuvo con Menem, con Kirchner y con Macri. Saltó del Congreso a Juntos con todos, el nuevo nombre que se adjudica Cambiemos para su pretendida nueva etapa. 

El cambio de nombre dice más que la incorporación del senador peronista. La marca Cambiemos fue tan vapuleada en las elecciones provinciales que creen trae mala suerte. Y Cambiemos se cambia el nombre. Así, los mercados le sonríen. Parece, además, que la llegada del peronista migrante Pichetto les ha caído bien. Todo esto tiene que ver con el dinero, con los negocios, con el poder. Los empresarios suman poco en las urnas. Pero tienen el dinero, que todo lo mueve, que todo lo puede. Y con el dinero manejan a los políticos, a los jueces, a la mayoría de los periodistas. No en vano el gobierno de Macri es un gobierno de empresarios.

“No hay moral que se resista frente a dos pesos moneda nacional” decía Discépolo en 1928, en su tango “Quevachaché”. Claro que los que hoy se venden lo hacen por más de dos monedas. Si Judas entregó a Jesús por treinta, basta imaginar cuánto ha subido el precio de la traición con la corriente inflacionaria que recorre la historia. 

Habrá que volver a incluir la moral en la política. Los radicales -que son los grandes perdedores de estos días- solían decir “que se rompa pero que no se doble”. Hoy tenemos que invertir la frase “que se doble pero que no se rompa”. A Pichetto le quedaba poco. No tiene territorio, nadie lo votaría si se le ocurriera presentarse a algo y sus días en el Congreso están contados. Así, roto como está, sólo le queda doblarse. Lo venía haciendo desde hace tiempo. Respaldó los proyectos infaustos del macrismo en el parlamento. Fue un peronista funcional. Ahora todavía se va a esmerar más. Viene a colocarse a la derecha de Macri, viene a ser su Bolsonaro, tarea para la que Macri, respaldado por Bullrich, se desempeñaba adecuadamente. Revitalizó el macartismo y dijo que Kicillof era comunista. Dijo que la traición era un concepto viejo, de poco peso intelectual. Y también citó a Perón.

Albert Camus solía decir “todo lo que aprendí de moral lo aprendí jugando al fútbol. Aparte de algún pase generoso, poca moral se ve ya en el fútbol. Además los pases generosos se contabilizan como “asistencias”. Algo que les resta valor moral. 

¿Cuál es la identidad de los partidos políticos? El peronismo fue nacional popular con el primer Perón, aperturista con el segundo (de 1952 a 1955), rebelde y pone bombas con la Resistencia Peronista, combativo con la CGT de los argentinos, guerrillero con los Montoneros, de izquierda con la Juventud Peronista, autoritario y dogmático con el tercer Perón, fascista con López Rega e Isabel, socialdemócrata con Cafiero y la renovación, neoliberal con Menem, nacional distribucionista con los Kirchner y ahora macrista con Pichetto. De aquí que ya no se hable de partidos, sino de espacios. Habría que abrirles espacios a las identidades políticas. Sino el voto seguirá siendo lo que es hoy, pura emocionalidad. Hoy se vota por desencanto o por odio. Y la racionalidad sigue ausente. Los sujetos viven sujetados por los medios de comunicación que son del establishment. Y crean el odio y lo efectivizan por el carril judicial. Hay una señal para tomar decisiones con auténtica densidad. Los chicos pasan hambre en la Argentina, demasiada gente duerme en las calles. Entre tanto, los peronistas del PRO comen suculentos asados y cantan una marcha que alguna vez significó algo.