Santiago Armando Archetti nació el 23 de octubre de 1943. Fue un chiquito muy precoz, muy ávido de lecturas, desde muy niño se declaraba poeta, y se puso un seudónimo, Santiago León. Terminó pronto su secundaria y al mismo tiempo que estudiaba, se afanaba por el arte. Fue la filosofía la que definió cuál iba a ser su carrera. Era amigo de los Santucho, desde la adolescencia tuvieron inquietudes políticas y sociales, editaban una revista que reflejaba la situación de Latinoamérica. Creó junto a otros el PRT, luego en el año 69 fue expulsado del mismo, porque por un lado no adhería a la lucha armada, y por otro el PRT le reprochaba que tuviera hábitos burgueses que no abandonaba, como el tenis o el teatro. El era un hombre cargado de intereses que lo llevaban hacia el arte, la filosofía, la vida natural. De todas maneras continuó siempre un vínculo de solidaridad y afecto con sus pares. 

Nos encontramos cuando, habiendo terminado su carrera de Filosofía en Tucumán, vino a hacer el doctorado a la Universidad de Buenos Aires, yo hacía Letras en ese momento. Nos conocimos en mayo del 73, tuvimos una relación intensa, nos casamos a los seis meses, al año nació Anita, al año siguiente Marcos. En la UBA se distinguió como docente, ya en el 75 comenzó con una ayudantía en Filosofía de la Ciencia, y en el 76 fue nombrado como ayudante de esa misma materia. También fue convocado por las universidades de Mar del Plata y El Salvador para dictar Lógica. 

Fue en unas vacaciones en que viajamos a Santiago del Estero, a compartir con mis suegros la alegría de que nos habían regalado un departamento, cuando lo secuestraron, el 24 de enero de 1977. Fue brutal, como fueron brutales cada uno de los secuestros. Nosotros pensábamos que no teníamos nada que temer, y viajamos a pesar de que mi suegro nos advirtió que ni fuéramos, porque pasaban cosas ‘raras’ en Santiago. En esa provincia él estaba marcado. Luego de su secuestro buscamos como buscaron todos los familiares: hábeas corpus, presentaciones, pedidos a funcionarios. Empezaron a llamarnos personas que salían de los campos y nos decían que lo habían visto. Seguimos buscando, luchando, denunciando, presentando pedidos ante organismos nacionales e internacionales. 

Ya con la democracia hicimos muchas más presentaciones, pero la provincia de Tucumán era imposible de atravesar: cada denuncia se caía, cada intento era denegado. Tuvimos que esperar hasta el año 2006, cuando de la mano de la doctora Laura Figueroa, pudimos consolidar un juicio que estableció que había un circuito genocida, sistemáticamente organizado, entre el Batallón de Azcuénaga, la Jefatura de Policía, y los altos mandos de la Dictadura. De ese juicio fuimos querellantes con mis hijos. En 2013 en ese juicio, el primero en Tucumán, se dieron por probados los crímenes cometidos contra Armando, privación ilegítima de la libertad, sometimiento a torturas, asesinato; en un nuevo juicio en Santiago del Estero se probaron los mismos crímenes. Fruto de esos juicios, fueron condenados algunos genocidas, casi todos los acusados, no solamente en el caso de mi marido, sino de muchas otras víctimas. 

En 2017 tuvimos esta maravillosa noticia de que los restos de mi marido habían sido identificados en el Pozo de Vargas. Hay una necesidad imperiosa de que el trabajo que está haciendo allí el Colectivo de Arqueología, Memoria e Identidad de Tucumán, siga adelante. Porque en ese pozo, como en un segundo pozo que está en investigación, se pueden recuperar todavía muchos restos. Es imprescindible seguir trabajando para restituir a las familias, a la sociedad toda, a todos nosotros, algo que estaba siendo ocultado, tapado, violentado. Es el necesario reencuentro con aquel que nos ha sido arrebatado. 

* Esposa de Santiago Archetti.