Aún en la época de digitalización forzada, la palabra “libro” traerá de forma inmediata la imagen mental de una cantidad determinada de hojas encuadernadas en un material diferente que buscará ser atractivo no sólo a la vista, sino hasta quizás el tacto del lector. Y no produce extrañeza: el formato digital aún queda reducido a ciertas publicaciones.

Así lo aseveró Daniela Verón de la editorial de la Unsam, quien puntualizó que en general “las revistas de divulgación científica” son las que más se comercializan bajo el formato de libros electrónicos. “No hay una costumbre de reemplazar una cosa por otra. El investigador generalmente compra el libro papel, pero para las revistas, prefieren sí o sí en digital”, precisó.

En tanto, Luis Quevedo de Eudeba consideró que existe una “coexistencia de ambos formatos y resaltó que la impresión digital “permite hacer pequeñas tiradas” y evita pagar “costo de obsolescencia”.

“Se puede hacer una tirada pequeña sin generar desperdicio. Permite que los editores apelen al recurso a las diferentes posibilidades. Es un interesante momento de los diferentes actores”, describió.

Por su parte, Darío Stukalsky de la editorial de la UNGS acentuó que siempre hubo diversidad de soportes” y coincidió en que si bien la literatura tiende al papel, la digitalización tiene más que ver con el público y el contenido.