-Todo el poder de la Nación caerá sobre Santa Fe -advierte Pueyrredón en febrero de 1819 y apura la marcha de Belgrano desde Tucumán con su ejército auxiliar del Perú. Son tres mil hombres que marchan al Rosario en estado calamitoso, muchos de ellos descalzos y vestidos con harapos; el general, ya enfermo, debe ser socorrido por sus ayudantes para montar su caballo.

¿Qué hizo San Martín cuando recibió la orden de repasar sus tropas de Chile a Mendoza para sumarse al ejército invasor de Santa Fe? Desobedecer, a diferencia del débil Belgrano. Y se lo anticipa al comandante de las fuerzas de Santa Fe en dos cartas. En la primera dice: "Escribo con el sólo fin de interponerle mis súplicas para suprimir una lucha entre patriotas que sostienen las mismas ideas de libertad americana. No pretendo otra cosa que la emancipación americana absoluta del gobierno español y sobre la base de estos principios es que abro esta comunicación". La epístola concluye con una propuesta: reunirse en el punto que López le indique. En otra, el Libertador le pide unírsele "para combatir a los maturrangos, divididos seremos esclavos", y propone "deponer resentimientos particulares para llevar adelante la obra de la emancipación". "Mi sable -concluye- jamás saldrá de la vaina por opiniones políticas. Tal es la confianza que tengo de su honradez".

San Martín despachó las dos cartas a Belgrano con el compromiso de que éste se las entregara a López. Belgrano no cumplió con el pedido. Las cartas jamás llegaron a manos de López.