Una mujer con tetas pesadas y piernas peludas que arregla cámaras de fotos abandona un rato el destornillador para espiar en Instagram al chico trans con el que fantasea entre lente y lente. Dos imágenes bastan para que Luisa se baje los pantalones y su bombacha empapada, priorizando su clítoris por sobre los artefactos rotos que registran los momentos felices ajenos. Así comienza el cómic porno nacional, queer y feminista de Sukermercado, Si mojás me enciendo, sellando con flujo sobre la piel de la página que el placer, ante todo, es amor propio. Culos gigantes y pequeños, pezones oscuros y rosados,  palmetas y pijas de goma, pubis selváticas y cicatrices en las mamas. Una fiesta lúbrica contra la hegemonía de los cuerpos y la corrección del goce. Donde el sexo te explota en la cara como una batería pirotécnica que no necesita hacer ruido para provocar un  estruendo. Editado por La Pinta, Si mojás me enciendo es una historieta que celebra estar caliente. Luisa posee un verano porteño adentro, y mientras busca un repuesto de una cámara para su trabajo, y ansía concretar un encuentro con Nehuén, estudia fascinada las mil y una diferencias que existen entre los cuerpos de sus amantes casuales y el de ella. Las lenguas están para lamer y penetrar, pero también para darse aliento sororo. No solo de manera verbal, también físicamente: es Luisa quien penetra a hombres, mujeres, trans y travestis. El único falo que entra y sale está atado a la cintura de la protagonista. 

Dibujar orgasmos

Lo porno es político, como lo demostró Albertina Carri en 2018 con su largometraje Las hijas de Fuego, donde un nudo de mujeres fuertes defendía a una de ellas de un macho violento, sumergiéndose en un arca construida con dildos y sogas sadomasoquistas . El placer como bandera política y forma de salvación. Si mojás me enciendo comparte el mismo terreno de sueños húmedos y postura anti patriarcal que Las hijas de Fuego, pero elige filtrar humor entre los litros de saliva que produce un cunnilingus. Recordando la esencia de los orígenes del porno en los años 20. Ese porno construido en base a travesuras y voyeurismo donde las parejas se ensamblan casi en un slapstick y todo puede terminar entre patadas de cabra y tormentas de pedos, sin por eso dejar de ser excitantes. Con un dibujo que alterna la furia y la elegancia, el manga shojo y la animación moderna, Sukermercado avanza por una selva de vello púbico usando el lápiz óptico como un machete, o, nunca más apropiado, como un dildo extra large. Los personajes fusionan sus pieles sin censurar esos pensamientos inquietos que pueden crepitar segundos antes de un orgasmo. La preocupación por una tarea postergada, o una charla banal, funcionan como invitaciones a la orgía. 

Refundar el porno

“¿Se ocupó de que acabes?”, le pregunta Luisa a su amiga luego de que tuvo una cita con un chico de Tinder. Con esta situación, Sukermercado, la autora de 24 años, evidencia la operación más compleja de la obra. Hacer otro porno. Si mojás me enciendo es, formalmente, una obra muy precisa. La autora conoce el porno, ese género que ha sido usado y gastado desde el machismo más recalcitrante para que montones de adolescentes tardíos acaben en bollos de papel higiénico. Ese porno donde los hombres acaban y las mujeres limpian el semen. Conoce la forma, el lenguaje, los códigos y los abraza. Incluso la improbable concatenación de accidentes y situaciones que sirven en bandeja cogidas suculentas y apuraradas. Los primeros planos, la predisposición alegre, los orgasmos haciendo detonar los cuadros como si hubiera hecho jackpot en una máquina tragamonedas. La mente de Luisa oscila entre el garche, el amor y derribar el patriarcado. Pero no es por eso que esta historieta puede leerse como porno feminista, sino porque acá las mujeres deciden, hacen y deshacen, para ellas. Porque el consentimiento es fundamental, y a lxs protagonistas no les importa quién lxs mira del otro lado de la página. Que se calienten todxs. Sukermercado atraviesa ese porno, machista y repetitivo, se lo apropia y lo usa para hacer la suya. Para calentarse y calentarnos, para mojar otras conchas, parar otras pijas y hacer hervir otros cerebros. 

“Si mojás, me enciendo”, Editorial La Pinta (parte del Colectivo Editorial Big Sur).