“Los cantantes, los músicos, son personas muy particulares, que se suben a un escenario a emocionar a la gente, y seguramente tienen una historia para contar. Nosotros fuimos a buscar esas historias”, explica Alejandro Diez, director del documental Un disparo en la noche vol.2, que se proyectará el viernes 28 en el auditorio Leonardo Favio de la Biblioteca del Congreso de la Nación (Adolfo Alsina 1835). Como su predecesor, este film también parte de la hechura del disco homónimo de la Orquesta Típica Julián Peralta. Pero si el "vol.1" era una suerte de “making of” del disco, ahora director y equipo despegan, y buscan más allá de las paredes del estudio de grabación y los músicos involucrados. Ya no es (sólo) un retrato generacional: el nuevo trabajo posiciona al tango contemporáneo entre otros tangos posibles y dentro de una sociedad que ya no lo tiene como primer referente musical. Diez incorpora al cantor Juan Serén como entrevistador y él se planta ante colegas, periodistas, DJs, figuras del ambiente y transeúntes para ver por dónde se mueve el tango de hoy. El resultado es tanto una bajada a tierra del momento de euforia creativa que vive el circuito como el testimonio identitario de la generación que decidió –por elección consciente o pulsión vital- volver al tango.

-De algún modo, el documental excede al mero registro de un disco.

-El primero fue un "making of". Era plantear la pregunta "¿cómo se hace un disco de tango actual?" La sensación después del vol.1 fue que me faltaba aire, salir a la calle. Así aparecen las entrevistas en suburbios de Buenos Aires e incluso preguntarle a la gente qué piensa. Parábamos a ese de ahí y le preguntábamos. Y fuimos encontrando el real antagonista de la película: que la gente no tiene ni idea de lo que está pasando con el tango y sus músicas aledañas. Fue salir del estudio para buscar lo casual, porque en la calle las variables no están controladas. Esos accidentes nos fueron mostrando el camino.

-¿Qué encontró de nuevo?

-Ha cambiado la producción brutalmente. Cuando hice la primera película, buscaba en un archivo y había quince videos. Cinco mal grabados. Hoy pongo en Youtube “tango nuevo” y hay mil videos de puta madre que me hubiera gustado hacer a mí. Y me pasa cuando voy a Buenos Aires, porque vivo en Mar del Plata, que si salgo a la noche cada pocas cuadras veo un pibe con un instrumento. Eso me parece increíble. Un bandoneón, un violín, una guitarra. No sé si pasaba tanto hace siete, ocho años, cuando se grabó el primer Disparo.

-¿Qué panorama ve desde la perspectiva marplatense?

-Me parece que es una época de pérdida de límites. Que de alguna manera te ordenan, pero también te frenan. Pero sobre todo creo que es una pérdida del miedo. Del miedo a probar. Ahora hay un sentimiento de la comunidad de sentir esta música como propia y no como heredada. Ya no es algo de antes, sino algo propio. Es gente muy entrenada en el género, que lo ama, lo cuida, lo protege y que a la vez intenta hacer sin miedo al qué dirán, o al “eso es tango, o no, no es tango”. Esa pérdida de miedo es lo mejor que le puede pasar a la música popular.

-En el documental aparece la figura de Rodolfo Mederos como contrapunto, como polémica. ¿Por qué?

-Esa charla también fue un hallazgo de Juan Serén. Rodolfo nos anticipó: "Miren que no voy a opinar como vos, lo que digo no te va a gustar, ¿seguro que quieren venir?” Y necesitábamos eso: alguien que piense distinto; equivocado o no, pero con sustento y argumentos. La calle ya funcionaba como contrapunto, pero no era tan claro como Rodolfo, que te tira sus argumentaciones y te dejan maquinando.

-Un musicalizador del festival de tango oficial explicita uno de los obstáculos dentro del ambiente tanguero cuando asegura que “las orquestas del '40 son insuperables”. ¿Y hace falta superarlas?

-Creo que no. Pero es la eterna comparación: ¿Messi o Maradona? Si seguimos así, no vamos a ningún lado. Esta pérdida del miedo que decía antes tiene que ver con dejar de comparar.

-¿Qué sensación le deja la hechura del documental?

-Me paro en que no estamos solos. Sí, es una época en que todo el mundo quiere vivir como Instagram, pero igual hay pibes de 22 años estudiando violín. El mar está picado pero no está todo tan mal. De alguna manera, Un disparo en la noche vol.2 es una película antisistema, porque el tango va en contra de todo lo que pide la Matrix. Es una sensación de cierta calidez. La conclusión es esperanzadora. Como dice Mederos, tampoco es que está todo iluminado. Pero una luz hay.