La tristeza invade las calles. Será necesario apenas caminar algunas geografías de la ciudad para notarlo. La “revolución de la alegría” ha fracasado en sus más elementales propósitos. Se han propuesto conquistar el alma de los ciudadanos pero se la han extraviado. Todos se dejan llevar con expresión ausente en sus rostros. Esto lo disimula la omnipresencia de los celulares. Pero si se concentran tanto en los aparatejos enajenantes es porque no quieren mirar a nadie. No quieren cruzar una simple mirada con el otro. No hay mucho para compartir salvo la tristeza de los días que corren. El bolsillo queda vacío antes de la primera quincena del mes. Uno de cada dos chicos es pobre. Los comedores escolares o barriales se llenan y pronto no alcanzarán para saciar el hambre de tantos. La industria sigue desmoronándose. Los kioscos cierran. Las farmacias también. Los negocios, las pizzerías y los restaurantes están vacíos. Para colmo, se corta la luz en todo el país. El espíritu sombrío de los habitantes se instala en la ciudad. Sale un funcionario y dice que no saben la causa del apagón, pero que no volverá a ocurrir. ¿Cómo evitar algo cuya causa se desconoce? En la ciudad de La Plata el drama se prolonga durante días. Se pudre la mercadería en los negocios de comida. La gente vagabundea sin rumbo fijo. No hay luz en ninguna parte. Jamás ocurrió algo así. Parece un fenómeno tan generalizado como la nevada de “El Eternauta”. (Con perdón de la mención de este texto diabólico para el macrismo).

Ver la ciudad a oscuras estremece. Sabemos que vivimos una etapa sombría. Y no estamos seguros de su final. Pese al desastre civilizatorio que ha sido el gobierno de Cambiemos, todavía hay quienes se obstinarán en votarlo una vez más. ¿Qué les pasa? ¿Tanto les enajenaron las almas? ¿Tan poderosa ha sido la colonización de la subjetividad? Cuando un macrista argumenta recurre al arsenal que le han metido desde los medios de comunicación. Estos medios son abrumadoramente mayoritarios y machacan todo el día con ficciones que dan resultado. Muchos no votarán contra Macri porque siguen odiando a “la chorra”, como les dijeron que hay que decirle a CFK. Urtubey, el vice de Lavagna, dijo que no hay que estar condenado a elegir entre “el ajuste y la corrupción”. Macri es ambas cosas, pero han introducido en el imaginario de la gente que la corrupción es sólo y solamente Cristina. 

La novedad electoral de estos días es el acuerdo con la Unión Europea. Lo han presentado como un “acuerdo histórico”. Es la vieja división internacional del trabajo que proponía Adam Smith en la biblia del capitalismo industrial. “Siempre será buena política de un padre de familia no comprar en casa lo que puede conseguir más barato afuera”. “Casa” es la UE, el “afuera” somos nosotros. Se trata de un mero relanzamiento -con las características propias de la época- del célebre tratado Roca-Runciman. Nosotros damos los productos primarios, ellos nos dan productos con valor agregado. Se abre impúdicamente la importación de mercancías europeas y se condena a nuestra agonizante industria a morir definitivamente. Este conocido esquema de relación entre las metrópolis y las neocolonias es ampliamente conocido y lo resumía en una frase despiadada el ministro inglés George Canning: “No entraremos como guerreros, sino como mercaderes”. Así fue y así se hizo este país de monocultivo, exportaciones primarias e industria extranjera, con valor agregado y desarrollo industrial.

Que nadie crea que con esto va a volver a comer carne. Cuando Macri le mostraba a los japoneses esos bifes maravillosos seguramente les decía: “Esto es lo que no comen los argentinos. Los reservamos para ustedes”. La carne de exportación raramente ha sido disfrutada por los hombres y mujeres que habitan el país que la produce. Menos lo será a partir de este nuevo Roca-Runciman. La gran carne argentina la comerán los europeos y nos entregarán a cambio y con grandes beneficios heladeras, autos y lavarropas, que algunos podrán comprar. El gobierno Macri cree que con esto y la quietud del dólar va a ganar las elecciones. Si las gana, ya se sabe: hará lo mismo y más rápido. Ley de reforma laboral, ley de pautas jubilatorias y mano dura en la represión. Nadie, se dice, tropieza dos veces con la misma piedra. ¿Alguien conoce a Nadie? Seguro que no es argentino. Martínez de Hoz, Cavallo, Macri son piedras con que los argentinos se empeñan en tropezar. No durará mucho. Un próximo gobierno de Macri será una piedra tan enorme que no sólo hará tropezar al país, lo va a hundir para siempre.