Ni amor, ni pequeños angelitos capaces de volar y de lanzar flechas para entrelazar el destino de dos tortolitos. El origen del Día de San Valentín poco tiene que ver con lo que, al día de hoy, se celebra el 14 de febrero. Por el contrario, esta fiesta en honor a los enamorados se basa en las Lupercales, un festival de depravación y sexo salvaje que se llevaba a cabo en la Antigua Roma con varios objetivos. Entre ellos, lograr que los jóvenes se iniciaran en la sexualidad y perdieran el miedo a mantener relaciones entre sí. La celebración era tan bárbara e imposible de erradicar que la Iglesia se vio obligada a sustituirla por el actual día de los enamorados en el siglo V.

Las Lupercales, el origen de esta celebración ya se consideraba entonces mitológico. "Se trataba de una de las ceremonias más arcaicas, ya que numerosos especialistas coinciden en decir que se remontaba a los tiempos del caos, mucho antes de la fundación de Roma, en la que sin duda se hacían sacrificios humanos", señala. Oficialmente, la fiesta se celebraba en la misma gruta (la Lupercal) en la que se creía que una loba había amamantado a los fundadores de Roma, Rómulo y Remo, después de que éstos hubieran sido abandonados en el río por su familia.

El escritor Carlos Goñi relata en Una de romanos: un paseo por la historia de Roma, este curioso episodio: "Marte, el flagrante dios de la guerra, amó en secreto a una joven, quien concibió dos mellizos. Cuando nacieron, el tío de la chica, Atulio, introdujo a los pequeños en una cesta y los expulsó al Tíber, convencido de que morirían. Sin embargo, la cesta vino a parar a un remanso del río. Los niños empezaron a llorar y la loba los descubrió. El animal los amamantó en una gruta al sur del Palatino, llamada Lupercal".

Desde aquella gruta se iniciaban las Lupercales de manos de un sacerdote. Este era el encargado en primer lugar de sacrificar un carnero en honor a Fauno (el dios de la naturaleza). Lo hacía con el mismo cuchillo con el que, posteriormente, embadurnaba la cara de dos "lupercos" o "Lupercio" (los jóvenes que debían pasar por aquel ritual). Mientras corrían, los "lupercos" iban dando latigazos a todo aquel que se ubicaba frente a ellos, especialmente a jóvenes disponibles pues entendían ese hecho fertilizante y facilitador del encuentro sexual. ¿Por qué esta reacción? Al parecer, porque de esta forma emulaban la victoria de la vida sobre la muerte. La "resurrección" por la que, en definitiva, habían pasado los fundadores de la ciudad tras verse abandonados y haber sido recogidos por el animal.

El ritual no acababa en este punto, sino que iniciaban una carrera desquiciada a través de Roma. Un trayecto que llevaban a cabo mientras proferían obscenidades. Por la necesidad de cristianizar la fiesta, se eligió sustituirla por San Valentín en base a que este religioso desafió a Roma en el siglo III en nombre del amor.

*Licenciado en Periodismo Universidad Complutense de Madrid. Redactor edición digital diario ABC. Fragmento ABC.