En junio de 1947, en plena posguerra, Evita arribó a una España empobrecida, aislada, excluida por Naciones Unidas del Plan Marshall. Fue el primer destino de un viaje diplomático que la llevó de gira oficial por distintos países europeos, durante 79 días. Con apenas 28 años, fue recibida efusivamente, cálidamente por miles y miles de españoles y españolas que aún sufrían las consecuencias de la Guerra Civil, las atrocidades del franquismo y un bloqueo internacional que sumaba penurias a una situación de por sí devastadora. Desafiando el boicot, Argentina manda cereales a crédito al país ibérico; Eva y su comitiva viajan precisamente para efectivizar la entrega de ese envío. En uno de los varios actos dedicados a la Primera Dama, se la agasaja con una fiesta multitudinaria en Plaza Mayor, donde se le hace entrega de 50 primorosos trajes regionales, representativos de las distintas provincias, confeccionados por mujeres artesanas. Auténticas joyas que durante décadas estuvieron ocultas, pero que gracias a la labor de preservación del Museo de Arte Español Enrique Larreta, hoy pueden verse en todo su esplendor en Un regalo para Evita. Trajes, cultura y política, muestra que exhibe una selección de los atuendos hasta el 26 de agosto, con sus vestidos, sombreros, alhajas, accesorios. Una colección única que ha sido exhibida en contadas oportunidades (la última, en 2011), y que no solo vuelve sobre un momento histórico: permite disfrutar la diversidad cultural de los pueblos españoles.

Las12 recorrió la muestra en compañía de Patricia Nobilia, historiadora del arte, investigadora y curadora de la exposición, que sobre los primeros 5 trajes a la vista, dispuestos en el hall central, explica: “Con ésta, la primera impresión que tendrán los visitantes, por un lado quisimos reflejar las comunidades que visitó Eva en su viaje; y reunir además a las más representativas de España que se asentaron en nuestro país”. Así, la comunidad gallega se hace presente a través del precioso traje de Pontevedra (en el que destacan, según la experta mirada de Nobilia, “la falda y sobrefalda de terciopelo negro, enriquecidas con bordados de azabaches y mostacillas”; o “el corpiño con cierres plateados en forma de vieira, el símbolo más representativo del Camino de Santiago”). La catalana, con el traje de Barcelona (se distingue especialmente “el excelente estampado y la calidad de sus encajes, lo que también da cuenta de la importante industria textil de Cataluña”). La comunidad andaluza, con el traje de Cádiz (en raso de color rosa, abundan los encajes y madroños dispuestos en tonos contrastantes). 

Del atuendo de Segovia, de la región castellana, cuenta la curadora que “procede de la cofradía de Santa Águeda, cuya festividad surge en la Edad Media; en el tiempo que duraban los festejos, las mujeres mandaban en el pueblo, y se nombra a la que más tiempo lleva casada como alcaldesa. Por eso, lo que distingue al conjunto es la montera y el bastón de mando, símbolos de autoridad”. Y ahí nomás, en el sobresaliente quinteto, el traje madrileño, también llamado traje goyesco por haber sido inmortalizado en cantidad de pinturas y grabados de Francisco de Goya; El pelele, por ejemplo. “Cuando llegan los Borbones a España, la gente se tira más por lo que es la moda afrancesada. Pero con la invasión napoleónica y el rechazo al enemigo, las clases altas adoptan la vestimenta de los majos y las majas de Madrid como una manera de expresar el sentimiento nacional contra el invasor”, suma la referenciada curadora, que con palpable -y contagioso- entusiasmo señala: “Aunque la muestra esté abocada a contar la historia de ese viaje de Eva, cada traje en sí mismo trae consigo su propia historia”. 

“Es, después de todo, indumentaria viva que conserva el carácter, el espíritu, la identidad de los pueblos españoles”, afirma Patricia en charla con Las12, y anota en el estupendo catálogo de la muestra cómo la riqueza artística de cada atuendo –reflejo de la diversidad geográfica y la heterogeneidad cultural del país ibérico– “evoca paisajes, tradición, belleza, diseño, colorido”. Llamativamente, la mayoría corresponde a los 18 y 19, aunque a menudo tengan elementos de épocas anteriores; y generalmente los completan accesorios emblemáticos: peinetas, mantillas, mantones, pañuelos, abanicos. Son 50 trajes, sí, pero casi 800 piezas, con sus zapatos, sus medias, su ropa interior, sus sombreros; además de los peculiares canastos de los mimbre “con forma de mujer”, especialmente diseñados para su traslado a Buenos Aires. Tampoco faltan detalles para agasajar a la invitada; en el mandil de raso negro del atuendo de León, por caso, bordadas las iniciales “E.D. de P.”. 

A medida que avanza la recorrida, clarísimo queda que los criterios de curaduría son de un encanto imposible. Se dispusieron ciertos trajes andaluces (de Almería, de Huelva, de Sevilla –típico atuendo para bailar flamenco, versionado para Eva en celeste y blanco, amén de darle el toque criollo en homenaje a la bandera argentina–) frente “al maravilloso jardín andaluz del museo, nuestra joyita personal”. Luego, una sección para regiones uniprovinciales (una comunidad, una provincia) despliega perlas como los atuendos de Murcia, Navarra o Valencia. 

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“Y ahora sí, empezamos a contar esta historia: el viaje de Eva a España”, destaca la especialista al ingresar en la sala que, con material fílmico del nodo español y del Archivo Nacional de la Nación, da cuenta del gran impacto de la visita. “Eva y su comitiva vuelan en un avión Douglas DC 4 especialmente acondicionado por Iberia (sacan butacas para hacer un comedor, un dormitorio…). Primero hacen una parada en Marruecos, luego otra escala en Palmas de Gran Canaria. Después se trasladan a Madrid, donde fue tal el recibimiento que el auto demoró casi 4 horas en llegar al Palacio el Pardo, residencia presidencial, donde iba a convivir con Franco y la mujer”. 

¿Qué opinión tenía el pueblo español de Eva?

–Le tenían una enorme gratitud: ella representaba los barcos con trigo que empezaban a llegar a los puertos. El pueblo español se estaba muriendo de hambre: su ración diaria de pan estaba entre 100 y 150 gramos. Gracias a los envíos, la cuota se duplica. Recordemos que Naciones Unidas no incluyó a España en el Plan Marshall, a pesar de que se mantuvo neutral durante la Segunda Guerra. No admitía que fuera gobernada por un dictador, no veía con buenos ojos al franquismo. Argentina desafía ese boicot al destinar un embajador, Pedro Radío, y acordar una exportación de miles de toneladas de cereales. De hecho, inicialmente está previsto que viaje Perón, pero él decide no exponerse tanto, y manda a Evita, que tiene entonces 28 años. 

Eva tuvo algunas rispideces con los Franco durante su estadía…

–Efectivamente, hubo tensiones. Evita quería escaparse un poco del asunto protocolar, ir a los barrios humildes, ver con sus propios ojos cómo vivían los pobres, visitar los hospitales públicos. Cuando fue al Escorial, preguntó: “¿Y por qué con todo esto no hacen un hospicio para chicos?” Para ella, los obreros eran descamisados a los que había que cuidar; para Carmen Polo, la esposa de Franco, eran los rojos de los que había que cuidarse… En ese sentido, está bueno recordar que Eva le salvó la vida a la militante comunista Juana Doña, que había sido condenada a muerte por el régimen franquista. El hijo de 8 años de Doña le mandó una misiva pidiendo por su mamá; y Eva efectivamente intervino. Como gesto hacia la Primera Dama argentina, le conmutan la pena. Después, hay otras anécdotas... Parece que Eva le dice a Polo en cierta ocasión: “La diferencia con mi marido es que él es un gobernante por los votos, elegido por el pueblo, no por imposición”. O que Franco le pregunta con cierta sarna “¿Qué opinan sus obreros de que se vista así, tan linda, con tanto lujo?”; y ella: “Les encanta; si tiene alguna duda, puede hablarlo con Perón”. Y parece que efectivamente lo llamaron, y Perón corroboró. Otra vez, le dice a Franco: “Si alguna vez quiere volver a juntar tanta gente en la plaza, ya sabe a quién llamar”. Y es que, tras recibir la Cruz de Isabel la Católica, Eva saluda desde uno de los balcones a la multitud que espera en Plaza de Oriente: casi medio millón de personas…   

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Vale aclarar que en Un regalo para Evita. Trajes, cultura y política, además de las fotografías que muestran a una despampanante Eva recibiendo la Gran Cruz, expuesto está el mismísimo vestido de seda color magenta que llevaba esa jornada, diseño de la casa de alta costura Bernarda, amablemente cedido para la ocasión por el Museo Evita. Pueden, además, oírse extractos de uno de los 8 discursos que dio Eva en los 17 días que estuvo en tierra española. Ver el lustroso programa de 40 páginas, impreso en papel cebolla, documento de los actos y actividades celebrados desde su llegada (cenas y galas, alguna corrida de toros, ir al Museo del Prado o al Teatro Español), entre otras bondades. Y, claro, echar un vistazo a los magníficos trajes típicos, dispuestos en toda su gloria, y con todas sus curiosidades (el de Cáceres, sin más, incluye un sombrero de paja en forma de capota que lleva un espejito redondo, que permitía que las muchachas solteras relojearan a los muchachos durante fiestas populares. Nótese, de hecho, que el mentado artilugio debía romperse una vez que la chica estuviese casada). 

Junto a otros ejemplares, los conjuntitos de Guipúzcoa o Tarragona fueron ubicados para la muestra sobra una plataforma con la que el equipo de montaje del museo quiso emular el escenario sobre el que se llevó la gran fiesta en Plaza Mayor en la ceremonia del 10 de junio, “que es cuando nuestra colección se hace visible por primera vez”. Aquella noche, tras cantos y danzas regionales, dos delegadas de cada provincia regalaron a Eva los 50 atuendos femeninos, hechos a mano por artesanas; también le entregaron cofres de madera con alhajas (algunas, en exposición). “Fue una ceremonia muy emocionante, pero ojo, no nos olvidemos que eran mujeres de la Sección Femenina de la Falange... De hecho, a través de los trajes, vemos la construcción que el franquismo quiere hacer de la nación: costumbres, tradición, folclore. El atuendo de Guipúzcoa, que suele ser verde, es un buen ejemplo: para un vasco, sería inimaginable lucirlo en rojo y amarillo, tal como lo vemos acá. Pero la Sección Femenina le planta los colores de la bandera española, como diciendo: minga a la autonomía”, aclara la curadora. 

¿Qué recorrido hace la colección tras ser obsequiada a Evita?

–Después de la gran fiesta ese 10 de junio, ella sigue su gira por otras ciudades europeas y los trajes viajan a Buenos Aires en barco. Meses más tarde, en noviembre, se hace una exposición en el Museo de Arte Decorativo, a la que asisten más de 150 mil personas. En aquel catálogo, 50 ilustraciones del pintor español Vicente Viudes, que documentó cada traje en acuarelas y los reunió en un álbum, como regalo para Perón. El día de la inauguración, concurren Eva y Juan Domingo, como puede verse en las fotografías que exhibimos como material de archivo. Cuando termina la muestra, los trajes van al Palacio Unzué. En el libro Evita, fuera del balcón, Paco Jamandreu cuenta que, en sus últimos meses de vida, cuando se deprimía por su enfermedad, Eva pedía que la llevaran al subsuelo para volver a verlos, tocar las telas, quizás recordando esos días felices, el esplendor con el que fue recibida. Pensar que habían pasado apenas 5 años… Con el golpe de estado del 55, se ordena la demolición de la residencia presidencial y las pertenencias de Perón y Eva van a parar al Banco Municipal. La comisión liquidadora expropia joyas, vestidos. Por suerte, estos trajes nunca integraron los lotes de remate. Y allí permanecen hasta que, en 1967, son transferidos al Museo de Arte Español Enrique Larreta. Vinieron en secreto, por la noche; solo lo sabían la entonces directora, Isabel Padilla y de Borbón, y unas pocas colaboradoras. Y van a parar con sus 50 canastos al sótano. Cuando Perón regresa al país en el 73, la directora le manda a preguntar si le parece bien exponerlos, pero él dice que no, que todavía no es momento. No se exhiben pero sí salen a la luz de los jardines, y mis compañeras se maravillan con estos tesoros que se mantenían en perfectas condiciones. Con el golpe del 76, vuelven al sótano, y recién saldrán nuevamente con el retorno de la democracia. En 1985, 38 años después de aquella primera muestra, se exponen por fin en el Larreta. A la vista la tapa del catálogo, con una modelo vistiendo el conjuntito típico de Córdoba, también llamado traje de amazona, con sus botas, fusta y falda, que se usa para cabalgar. Por suerte los criterios de conservación han ido cambiando, ¡sería impensable hoy en día que alguien se lo pusiese!