“No me molesta que me comparen con ella porque me encanta y es muy grosa”, asegura Eli Almic, a quien a partir de la potencia de su performance en vivo en Buenos Aires se la empezó a conocer con el mote de “la Sara Hebe uruguaya”. De hecho, Almic cree que tienen mucho en común. “Si bien toco temas políticos muy concretos, que me atraviesan como persona y mujer, me interesa meterme un poco para adentro y ahondar en emociones y conflictos propios, humanos o universales. Somos un todo. Me voy conociendo en el camino, y ése es el mensaje que me gusta dar.”

Luego de romperla en el festival barcelonés Primavera Sound, donde encabezó la delegación del país vecino, la rapera montevideana regresa a esta orilla del Río de la Plata junto a su mano derecha, DJ RC, y por primera vez con su banda, para seguir presentando su más reciente trabajo, el EP Reflejo (2018), que le significó su internacionalización. “Aunque estaba muy activa en Montevideo, desde el año pasado habitamos escenarios más grandes. Me estoy empezando a acostumbrar a este movimiento. Espero que no pare.”

Hiciste Reflejo durante una travesía de seis meses en Estados Unidos, ¿cómo impactó esa experiencia en el repertorio?

--Si no hubiera ido para allá, el disco seguramente sería diferente. Salir de tu país para presentarte en una sala llena o delante de una sola persona te fortalece mucho. Es un lindo ejercicio para el ego ir a un lugar en el que nadie te conoce, donde todos quieren triunfar y en el que el hip hop es una súper industria. Además, nunca había ido a Estados Unidos. Así que son sensaciones nuevas que me hicieron darme cuenta de que me gusta América latina. Reflejos trata sobre alejarme y conocer otras realidades. Fui una inmigrante musical en esos seis meses.

¿Por qué decidiste irte?

--Tengo una banda de reggae dub llamada Atlántico Negro con la que, a fines de 2015, armamos una gira por Costa Rica. Aprovechando que estaba cerca de Estados Unidos, fui a ver cómo era. Conocí a los productores del EP en las ciudades donde grabé estas canciones: tampoco sabía demasiado quiénes eran. Al volver a Uruguay me di cuenta de que no iba a llegar a sacar el disco que estaba laburando el año pasado, que es el que pretendo lanzar en 2019, y me pareció que esos temas tenían sentido como viaje personal. Nunca me quise quedar allá. Al ser de un país más chiquito, pensé que todo era más difícil. Cuando llegué a Los Angeles, no entendía nada. Es una ciudad muy agresiva en el sentido de que todos quieren triunfar. Allá hay muchos indigentes en la calle, y nunca imaginé semejante nivel de pobreza. Entonces empecé a valorar lo que hay en casa.

Si en la década pasada la constante de la escena musical uruguaya era ese rock más murguero o candombero, hoy la tendencia la marca el hip hop, ¿a qué atribuís ese recambio tan rotundo?

--A pesar de que el hip hop uruguayo tiene veintitantos años, en los últimos cinco tuvo un desarrollo importante: surgieron agrupaciones nuevas, nos estamos profesionalizando y se generó público. Arranqué a principios de 2012 con DJ y tres años más tarde tuve la banda. No hago rap purista sino un híbrido de un montón de cosas. Hay gente a la que no le gusta el género, pero sí lo que hago. Y ésa es su puerta de entrada al rap. Estamos viendo nuestro acento e identidad.

Mientras esto sucede en tu país, afuera te convertiste en el gran referente del género.

--La primera rapera que conocí fue Vicky Sequeira, quien hoy está en (el grupo) Se Armó Kokoa. Ella es “la mujer” del hip hop en Uruguay. Cuando la vi, me dije: “Quiero hacer esto”. Hubo gente antes que yo, pero en el rap femenino hay un boom de chicas. Grabé recién a los 24 porque me costó lanzarme. Antes queríamos hablar, pero no lo hicimos porque el escenario no se nos presentó. Así que este momento está buenísimo. Ahora tengo 31 y me gusta sentir que le estoy haciendo un gran aporte a la movida.

¿Coincide esta avanzada con el empoderamiento de la mujer uruguaya?

--Van juntos. Yo me nutrí del feminismo cuando escribí el tema Brujas, pero esa información y ese sentir colectivo estaban ahí en la calle. Es todo un despertar. Hay un movimiento social que crece y que se hace popular, y al arte también llega. Si bien inicialmente hice la canción porque me salió, hoy digo orgullosamente que soy feminista.

¿Sos freestyler?

--De forma lúdica. Fue mi puerta de entrada al hip hop. Como no vengo del rap, empecé a ir a batallas para conocer el ambiente. Pero no competía.

¿Por qué quisiste ser rapera?

--Me llegó. Cuando tuve 18 años, hice un intento por tener un grupo de rock. Tuve una búsqueda musical antes de llegar al hip hop. Cuando una prima me regaló un disco pirateado de The Fugees, me cambió todo el panorama, porque encontré un movimiento en el que podía ser yo. Pensé que si ese lugar estaba ahí, lo tenía que ocupar.

Además de rapera y actriz, también sos profesora de pilates…

--Aunque fue mi medio de vida durante todos estos años, ya no dedico más a eso. Tomé la decisión de jugármela con todo por la música.

* Eli Almic tocará hoy a las 21.30 en el Club Cultural Matienzo, Pringles 1249.