Juan “Pollo” Raffo pinta su aldea y una buena parte del mundo se escucha. En un leve torniquete de sentidos, la sentencia que Tolstoi aplica a la literatura a través de la pintura se acomoda bien a la música del pianista, tecladista, arreglador y compositor. Una música que en sus cambiantes reflejos deja escuchar cruces e hibridaciones, préstamos y devoluciones, géneros en fuga y arribos inesperados, criollismo y anglicismos, sin dejar de ser personal. Este sábado a las 20, en la Cúpula del Centro Cultural Kirchner, al frente de un cuarteto que se completa con Tomás Pagano en bajo, Martín Rur en saxo y Rodrigo Genni en batería, Raffo presentará su nuevo disco. Se llama Llueve sobre la Biblioteca Nacional, fue editado con el apoyo del Inamu, y es además el volumen 5 de lo que dio en llamar Música de Flores.

No importa tanto el qué sino el cómo. Esta podría ser uno de los preceptos que modelaron esta idea sonora que es más que un barrio porteño. Raffo habla de lo “progresivo” como concepto. “En vez de recurrir a las fórmulas probadas, tratar de buscar siempre una vuelta de tuerca. Hacer un esfuerzo para ser el mismo compositor, pero que cada disco sea distinto al anterior”, dice en el inicio de la charla con PáginaI12. “Lo progresivo no es aplicable al rock solamente. Resulta muy interesante pensar al tango o al folklore desde ese lugar”, advierte Raffo y destaca que en los últimos tres discos lo acompaña la misma formación. “Que en un proyecto autosustentado como este me sigan acompañando Martín, Tomás y Rodrigo es un hecho maravilloso, porque hay un lenguaje común, tocamos en la misma dirección. Además no se trata solamente de un saxofonista, una bajista y un baterista. Ellos antes que nada son músicos, que tocan saxo, bajo y batería. Esa diferenciación es fundamental para mí”, subraya Raffo.

Llueve sobre la Biblioteca Nacional toma el nombre de uno de los temas que componen el disco. Una especie de milonga al que no cuesta mucho incorporarle la lluvia de fondo. Sin embargo, al mastodóntico edificio de Clorindo Testa cuesta más encontrarle un espacio en ese paisaje. “Busqué una asociación con lugares que se puedan asociar fácilmente con la lluvia y ese gliptodonte de cemento sobre una loma me pareció que estaba expuesto a las inclemencias del clima”, explica Raffo. “También pensé en una asociación con lo que entendemos como 'la cultura', que muchas veces excluye a la música. Esta milonga, rápidamente asociada a la lluvia, tiene en el medio una especie de fiesta electrónica, de música terrorífica. Me imagino con gente bailando sobre las mesas, o sobre los libros, con la corbata como vincha. La reflexión final tiene que ver con cómo paulatinamente los activos culturales pierden prestigio ante los activos materiales”, agrega el compositor.

-Respecto a Brindis, tu disco anterior, que era más acústico, en este hay un sonido decididamente eléctrico.

-Lo pensé desde ese lugar. Del mismo modo que en Brindis había planteado la música desde el piano acústico, ahora la pensé desde el piano eléctrico, con un uso extendido de los sintetizadores.

-¿Y el uso de la electrónica?

-Hay algunos loops. Son ataques de la orquesta de Pugliese que tomé de la librería de Pablo Aslán y otro que elaboré sobre un toque de Facundo Guevara. Inclusive hay composiciones que están planteadas desde el loop, con ritmos distinos superpuestos, con desplazamientos. Es un guiño, si se quiere, a compositores como Steve Reich.

-¿Qué diferencias hay entre esta Música de Flores y la de discos anteriores?

-Hay muchas menos notas. Creo que todo está más administrado, las obras son más cortas, el desarrollo más acotado. Si bien no era un pibe cuando empecé con la serie Música de Flores, tenía treinta, se supone que en este tiempo hubo una maduración. Mientras trabajaba en este disco, uno de los títulos posibles era “Repetición vs. desarrollo”, después me pareció que podía ser muy críptico… O incluso ser interpretado en términos políticos (risas).

Raffo explica su música a partir de rasgos generacionales. “Me crié en una casa en la que el tocadiscos estaba en un espacio común. El que pasaba ponía sus discos. Así durante el día sonaba de todo, desde The Beatles al boom del folklore, desde Piazzolla al jazz. En los ’70 fue el choque con el rock progresivo, con los latinoamericanos que sobre eso empezaban a ensayar sus propias fórmulas, como Opa, Gismonti, Hermeto. Después la fusión de Jazz-Rock con Weather Report, Chcick Corea, Mahavishnu, Jan Hammer. Esa fue la ensalada”, recuerda. La música clásica de niño, el colegio en Ramos Mejía y la banda sinfónica donde tocaba el saxo alto, el conservatorio, y luego Berklee, fueron etapas de un camino en el que la idea de hibridación constituyó un valor. “Ser original a partir de mezclar cosas disímiles, tomar elementos de otros para probar cómo se adaptan a mi propia estética. Esa fue la vía”, asegura.

 

También el trabajo como arreglador y director musical de Divididos, Los Piojos y Soda Stereo, entre otros, le dio a Raffo elementos para desarrollar. “Fueron grandes experiencias. Por un lado porque aprendí a estar lo suficientemente cerca de un proyecto para sentirme parte responsable y al mismo tiempo tener la perspectiva para entender que se trata de la música de otro. Además, el oficio te permite desarrollar la versatilidad para tratar estilos diferentes”, asegura.

Docente en la UNA, la Universidad de Nueva York, la Escuela de Música Contemporánea de Buenos Aires y el Instituto Terciario Tamaba, Raffo destaca el trabajo de sus “colegas jóvenes”, como llama a sus alumnos. “El talento que circula en la música que se hace acá es impresionante. El problema es el de siempre, faltan los espacios”, sostiene el tecladista, y concluye: “Los jóvenes manejan cosas de las que uno a veces se queda afuera, porque no llega a comprenderlas. Y eso es maravilloso. Me gusta pensar que las próximas revoluciones llegarán desde lugares para nosotros imprevistos pero que las nuevas generaciones conocen muy bien. Es lógico que así sea. Eso es lo progresivo”.