Un proyecto emblemático del gobierno de Mauricio Macri en materia energética es la construcción de una línea de transmisión eléctrica, de extra alta tensión, que conectará cinco provincias. La obra permitirá transportar energía entre Río Diamante, en las cercanías de San Rafael, Mendoza, y Coronel Charlone, en General Villegas, provincia de Buenos Aires. Además de esta última localidad, que ha sufrido como pocas la crisis del sector lácteo, el tendido llevará energía a Rufino, en Santa Fe; a Laboulaye, en Córdoba, y a Realicó y General Pico, en La Pampa. Son unos 150 mil usuarios, incluyendo las obras para transportar la electricidad desde la nueva estación transformadora de Charlone a las otras localidades. La línea principal, de 500 kilo vatios, se extiende desde Mendoza a Buenos Aires, pasando por San Luis, a lo largo de 487 kilómetros. Las otras cinco líneas subtransmisoras, de 132 kilo vatios, suman 422 kilómetros, para abastecer a las mencionadas General Villegas, Rufino, Laboulaye, Realicó y General Pico.

La iniciativa, además, hay que entenderla como parte del sistema de interconexión eléctrico nacional (SADI), a través del cual las generadoras de electricidad en distintos puntos del país aportan a una red conectada por las líneas de extra alta tensión y otras complementarias. El último eslabón es la distribución de la energía en las ciudades. El proyecto Diamante-Charlone es, en ese sentido, el punto de partida para la construcción de otras siete líneas de extra alta tensión en distintas provincias, por un total de 2100 kilómetros. Es un plan ambicioso y fundamental, sin el cual el país encontrará limitaciones claras a sus posibilidades de crecimiento económico y  desarrollo federal, coinciden los expertos. El único problema es que fue diseñado a inicios del gobierno de Cambiemos por su entonces ministro de Energía, Juan José Aranguren, y todavía no arrancó. La primera obra, el proyecto Diamante-Charlone, demandará tres años hasta su finalización, y aún navega entre convocatorias a licitaciones que se postergan una y otra vez.

Los cuatro años de gobierno de Cambiemos no alcanzaron para construir un solo kilómetro adicional a la red de extra alta tensión, aquella con capacidad para transportar 500 kilo vatios. Macri heredó 14.756 kilómetros de líneas por todo el país y durante su gobierno no hizo nada. Al día de hoy siguen existiendo los mismos 14.756 kilómetros que había en diciembre de 2015, según los últimos datos oficiales entregados por la Compañía Administradora del Mercado Mayorista Eléctrico (Camessa). El informe es a diciembre de 2017. El primer llamado a licitación internacional para retomar la senda de 2015 es el proyecto Diamante-Charlone, cuya presentación de ofertas se postergó recientemente hasta el 5 de septiembre. Como se indicó más arriba, las obras demandarán tres años, es decir que estarán listas cuando ya hayan pasado siete años desde la finalización del mandato de Cristina Kirchner como presidenta de la Nación. Y eso ocurrirá en el mejor de los casos, de no surgir nuevas complicaciones.

¿Por qué tanta demora si la transmisión eléctrica es un aspecto crucial del desarrollo energético del país? En el apagón histórico del Día del Padre, que dejó sin servicio a 50 millones de usuarios en cuatro países, pudo comprobarse –por las malas– la importancia de contar con un sistema de transporte eléctrico robusto. La explicación principal es que la línea Diamante-Charlone se realizará mediante el sistema de Participación Público Privada, los famosos PPP que el Gobierno promocionaba como la mejor forma de acelerar la obra púbica y movilizar capital privado. La realidad, como suele suceder con los anuncios de la Casa Rosada, es que el proyecto lo presentó Aranguren cuando era ministro y no pasó nada, lo volvió a lanzar su sucesor, Javier Iguacel, y no volvió a ponerse en marcha, y ahora el secretario de Energía del apagón histórico, Gustavo Lopetegui, lo sigue retrasando.

Los PPP entraron en una nebulosa después del estallido cambiario del año pasado y la estampida de las tasas de interés. Esa suba del costo del dinero sacó de la cancha la posibilidad de la financiación privada, que supuestamente sería el aporte principal de las empresas competidoras para quedarse con las obras. Esta es otra de las consecuencias de un modelo económico inconsistente. En lugar de generar confiabilidad y certidumbre, la inestabilidad del tipo de cambio derivada de las propias fallas del modelo dejó en los papeles numerosos proyectos de infraestructura. Entre ellos, los de transporte eléctrico. El problema adicional que genera esta tardanza es que no se resuelven los cuellos de botella que impiden llevar la energía desde la generación a los usuarios finales. Existen varios proyectos de generación eléctrica que no pueden aportar todo su potencial por esta carencia. Un ejemplo es la planta de biomasa de Santa Rosa, Corrientes, que se licitó para que pudiera sumar 16 megavatios a la red y solo le reciben 8 porque no hay capacidad de transporte. Lo mismo ocurre con la penetración de las energías renovables en general. “Según los planes del Gobierno, a esta altura debería ser equivalente al 10 por ciento del total, pero no llega al 3,5 por ciento”, señala Sergio Lanziani, ministro de Energía de Misiones. La explicación, otra vez, son las limitaciones en la infraestructura de extra alta tensión y demás redes troncales.

El informe de Cammesa muestra el fuerte contraste entre la situación actual y lo que ocurrió con las obras de transporte eléctrico durante los gobiernos kirchneristas. Cuando asumió Néstor Kirchner en 2003 la red de extra alta tensión tenía una extensión de 9669 kilómetros. Cuando terminó su mandato en 2007 había crecido hasta 10.024 kilómetros. Es decir que el ex mandatario logró construir 355 kilómetros de líneas eléctricas principales después de haber tomado el país en ruinas tras la crisis de 2001. Además, desde 1999 no se hacían obras en este segmento. Y lo hizo sin que los usuarios tuvieran que soportar tarifazos impagables. Entre 2007 y 2011, la construcción de líneas de alta tensión fue record histórico. La red avanzó de aquellos 10.024 kilómetros a 13.762, un total de 3738 kilómetros. Como ya se dijo, el plan actual del Gobierno que todavía no puede implementar es de 2100 kilómetros, con ocho líneas nuevas. En 2015, finalmente, el segundo mandato de CFK llevó la red a los actuales 14.756 kilómetros, con una expansión de 994 kilómetros. Macri, con los PPP y los tarifazos, terminará su gestión con cero kilómetros, pero además habiendo endeudado al país en más de 100 mil millones de dólares. Tanta deuda financió la fuga de capitales, pero no dejó ningún kilómetro de tendido eléctrico de extra alta tensión.

Una evolución similar tuvieron las obras de distribución troncal. Entre 2003 y 2007 la red avanzó en 3817 kilómetros. Kirchner y su ministro de Planificación, Julio De Vido, ostentan el record de crecimiento en este período. Entre 2007 y 2011 la expansión fue de 489 kilómetros. Entre 2011 y 2015 fueron 2320 kilómetros. Macri, por su parte, llevaba apenas 181 kilómetros hasta diciembre de 2017, que son los últimos datos de Cammesa. Durante el kirchnerismo, el Plan Energético Nacional  consiguió sumar al sistema interconectado a regiones postergadas, como el NOA-NEA, buena parte de la Patagonia Austral y zonas de Cuyo. Además, se construyó la tercera línea Yacyretá-Buenos Aires, con 13 millones de usuarios beneficiados en el área metropolitana de Buenos Aires, entre los principales proyectos.

“El cambio paradigmático fue que, a diferencia de otras épocas donde se privilegiaban las exportaciones de energía, el eje estuvo puesto en ampliar la cobertura nacional de los servicios y ampliar el suministro a la industria argentina”, explicaba el balance del Plan Energético al cierre de 2015. Desde que gobierna Macri, el país volvió al pasado. Volvió a repetir experiencias de aquel pasado neoliberal que promete revoluciones energéticas y entrega atraso y frustraciones.