Todavía Juan Carr está conmovido por la movida solidaria de los últimos días contra el frío demoledor. Pero tal vez lo que más lo sacudió fue encontrar entre esa multitud hambrienta de cobijo que se acercó al estadio de River, a un ingeniero, recibido en la Universidad Tecnológica Nacional, con treinta años de profesión, “con la cultura tuya y mía”, que trabajó en empresas argentinas y multinacionales, que hace seis meses está viviendo en la calle, deambulando de un lado a otro.

--¿Y por qué estaba en calle? Algunos dicen que están en situación de calle por problemas psiquiátricos… --le preguntó este diario.

--Nooooo ¿qué problemas psiquiátricos? Estaba mejor que vos y yo.

Dar y dar

Probablemente sea la encarnación del bien, con más consenso en el país. Donde hay una catástrofe, está él ¿Quién podría discutir las motivaciones que lo impulsan a estar siempre donde hay que estar? Donde hay una necesidad, está este veterinario de la localidad de Florida, en Vicente López o la estructura de la Red Solidaria, ese entramado de personas, instituciones, y voluntades que él mismo ideó en 1995, y que cubre los agujeros que deja, no quiere o no puede tapar el Estado.

Pero en esta semana, a partir del operativo que hizo en River junto al presidente del club Rodolfo D´onofrio para cobijar y dar comida a la gente sin techo desde el miércoles, en estas noches heladas, a Juan Carr le tiraron con munición pesada los trolls del oficialismo, con el diputado Fernando Iglesias, a la cabeza. El legislador de Cambiemos calificó como una “opereta kirchnerista” a la apertura del estadio Monumental para recibir a personas en situación de calle y convocar a la donación de alimentos y abrigo. “Si hay una inundación o un terremoto, el debate lo tenemos que dejar para después… estamos en la guerra contra frío, no podemos perder de vista eso”, responde Juan Carr. No quiere entrar en la polémica. Un poco porque en el trajín de los últimos días, casi que se la perdió por falta de tiempo para mirar Twitter. Otro poco, porque no es su estilo.

Es su catástrofe número 36, recuerda. Porque así define él, como “catástrofe” las cinco muertes por frío que llevan contabilizadas –hasta el viernes por la tarde—en la Red Solidaria este año. “Cuando te expones, todos van a opinar. Pero yo tengo muy claro lo que tengo que hacer. Al mismo tiempo, de todos lados llaman, de todo el mundo hacen notas por el sistema, por el modelo, que proponemos: tan mal no estamos. En eso no soy inocente. Si francamente la sociedad nos diera la espalda, nos tendríamos que replantear lo que hacemos, pero eso no pasa. Tontos ya no hay. La gente nos sigue de una manera conmovedora”, detalla y es su forma de responder a las críticas.

Es viernes alrededor de las 15. Tiene agendadas algunas entrevistas en la sede de River Plate, que volverá a abrir las puertas por tercera noche consecutiva. En la primera, la del miércoles, pasaron 242 personas y se quedaron a dormir 103; en la segunda, llegaron 340 y pernoctaron 114. El viernes, a las 16, cuando estacionaba frente al Monumental, Juan Carr contó que ya había cincuenta en una cola. Y recién estaba previsto empezar a recibirlos al atardecer.

--¿Te sorprendió la concurrencia que hubo en River?

--Me sorprendió moderadamente. Hubo un poquito más que lo esperado, pero quiero hablar de dos concurrencias: por una lado, la gente que va a dar, dar y dar y a veces cerramos la puerta un rato y les decimos que dejen lo que llevan al lado. Es conmovedor verlo. Y por el otro, un poquito más que lo esperado de las personas que están durmiendo en la calle, que las conocemos, y van “con mucho gusto” entre comillas. Las dos concurrencias me sorprendieron un poquito más de lo que yo esperaba.

--¿Por qué crees que pasó que fue un poco más de gente de la que esperabas a buscar refugio y comida y un poco más, a donar y querer ayudar?

--Algunas sensaciones… desde que vos y yo nos conocemos (N.de R.: esta cronista le hizo en este diario la primera entrevista que dio Carr, cuando la Red Solidaria todavía era un sueño de él, dos amigos y su esposa), conocés mi optimismo. Creo que definitivamente la sensibilidad de los argentinos de todos los sectores al que sufre es cada vez más grande. Lo que falta es que alguien, o una periodista, un medio, un voluntario, diga “hay una persona en la esquina y hay 2 grados de temperatura”. Tal vez yo mismo sigo de largo, pero si alguien lo dice, y una argentina o un argentino mira y ve un dolor, cada vez le importa más ese sufrimiento del otro. Esa es mi intuición y ahora esto es lo que estamos percibiendo. Se suma también el detalle de que el frío evidentemente se siente y ahora rápidamente todos piensan y dicen “Qué frío que hace” y recuerdan más a los que tienen frío. Pero creo realmente, y sobre todo en las generaciones que vienen creciendo, --así como sucede con el medio ambiente--, que hay una sensibilidad cada vez más grande con todas las temáticas que tienen que ver con el otro, con el postergado, con el abandonado. Eso es lo que estamos visualizando ahora. Esa es la razón. Lo que sí me sorprendió fue la repercusión en los medios de otros países que tuvo la noticia, en diarios de Alemania, Arabia, Ecuador, Estados Unidos. Resultó que todo el mundo se fascinó con esa gestualidad. Me llegan notas de todos lados. Ya ni miro. La última que vi, fue de Suiza. En lo pequeñito me di cuenta de algunas cosas… nosotros nos juntamos con la gente de la calle en Plaza de Mayo desde hace cinco o seis años durante el otoño y el invierno. Yo voy los viernes a la noche...

--¿Todos los viernes?

--Sí, eso lo hacemos siempre y lo mantenemos: de lunes a viernes la Red Solidaria está en Plaza de Mayo durante el otoño y el invierno. Los viernes voy yo y es el gran encuentro de todos los que estamos en esto y somos alrededor de 200 o 250 personas, entre los que están en la calle y quienes no estamos. Eso lo hago siempre y experimento ahí la cercanía, conocer las historias. Ahora se agregó que con el frío y con el techo en River hubo un encuentro inesperado bajo el mismo techo durante todas esas horas de la noche. Eso es lo que más me está impresionando. Es un encuentro increíble. Por ejemplo, tenés cincuenta empleados trabajadores de River, cincuenta o sesenta voluntarios y colaboradores de la Red Solidaria, y cien personas que están en la calle: se conocen, se hablan, se dicen lo que sienten. No estaba imaginado que gente que estaba sola, aislada, ignorada y gente que estaba lejos de ellos, se juntara debajo de un techo por el frío. Es el encuentro soñado de lo humano en un lugar inesperado, en un club de fútbol.

--Y desde tu mirada, con cinco o seis años yendo los viernes a ese encuentro en Plaza de Mayo, con la experiencia de la Red Solidaria de tantos años, ¿efectivamente hay más gente en situación de calle en la ciudad de Bueno Aires?

-- Las cifras oficiales de la Ciudad dicen que cinco o seis años atrás, cuando empezamos a ir, había 840 personas en situación de calle y ahora, hay 1140. Eso demuestra, oficialmente, el incremento. Por otro lado, vos, yo y todo el mundo lo ve: eso es obvio.

--¿Están en situación de calle porque no se quieren ir o porque no tienen otra alternativa?

--Si estoy en la calle y tengo frío y viene alguien y me ofrece con una sonrisa, mirándome a los ojos, con ternura, con unos abrazos, y le creo, y me dice que voy a ir a un lugar mejor, más cálido, con comida, con la posibilidad de dormir tranquilo, sin tener que abrir un ojo a cada rato para ver qué pasa, yo y todo el mundo iría a ese lugar. Lo que pasa es que nosotros como sociedad no creamos ese lugar. Algunos quedan afuera del sistema y para esta emergencia, no está ese lugar. Cuando dicen “hay lugares y no van”, no debe ser cierto. Yo no fui nunca a un hotel de cuatro, cinco o seis estrellas porque no me interesan. Cada persona tiene un feeling con el lugar. Pero si hubiera un lugar deseado, acogedor, como mi casa o la tuya, el 99, 9 por ciento de las personas querría ir. Lo primero que deconstruimos, como se dice ahora, es que están en la calle por una razón social: falta que el sistema cree para ellos vivienda digna, empleo, etc. Para esos que quedaron afuera, no creamos un lugar para que tenga ganas de ir mientras tanto. En ese punto soy muy estricto: yo si aplaudí y aplaudo los paradores. Eso está muy bien para la emergencia y estoy absolutamente de acuerdo. Quiere decir que la sociedad dijo: “¿cómo va a estar ahí afuera si hace 0 grados? Por lo menos tiene un techo y un lugar”. Eso es indiscutible. Es como discutir la Asignación Universal por Hijo. Discutime que después había que generar empleo pero que tuviéramos millones de personas con cero pesos y que el Estado las abandone a su suerte, no podía ser. Apareció la Asignación Universal ¿hay que mejorar el sistema? Si. Y el parador, también. ¿Quién lo puede discutir? ¿Hay mucho por mejorar? Si. De hecho, en su libertad, hay muchos que quieren ir, y muchos que no. La muerte por frio es tremenda, absurda y con un millón de nosotros alrededor del que se muere. Es inaceptable. Todos los años venían produciéndose en Argentina 13 o 14 muertes por baja temperatura en la Argentina, sobre todo en veinte ciudades en las que estamos más cerca. Cuando descubrimos que se murieron cinco en 11 días, nos asustamos. Es un número inesperado. Cuando arrancó #FríoCero”, en el invierno en que nevó en Buenos Aires, en esas veinte ciudades y en algunos lugares a campo abierto murieron 67 personas. Yo no sabía que había tantas personas que morían por frío. Ahí inventamos #FrioCero. Era hacer ruido. Después lo mejoramos, hace cinco o seis años, y nos instalamos en la Plaza de Mayo para estar más visibles y hacer más ruido. Hace tres años, fallecieron 14 o 15 personas, hace dos, con un invierno muy cálido, cinco, y el año pasado, 13. Por supuesto son nuestras humildes cifras de lo que podemos enterarnos. Estábamos en 13 o 14 de promedio, y ahora en 11 días nos enteramos de cinco muertes. La primera es posible que haya sido en Venado Tuerto, un señor, que la Red Solidaria de ahí conocía que estaba en la calle, viene un frío y decide meterse en un baño a protegerse --como de un automóvil club que estaba en reparación—, la temperatura baja y fallece de hipotermia. Después se produce otra muerte, de un joven cordobés que viajó a Jujuy a buscar trabajo: la noche la pasaba en la calle, se metió en una camioneta abandonada, y se murió de frío. Otra muerte fue en San Nicolás, un señor que estaba siempre en la puerta del hospital y bajó la temperatura y se murió. La más resonante fue la de Buenos Aires. Esa muerte nos afectó mucho a todos porque él era uno de los que venía a la mesa nuestra en Plaza de Mayo. Yo no lo conocía mucho. Sentí que era “un nuestro” y se murió ahí. Es muy deprimente. Ahí arrancamos y dijimos hagamos ruido y es lo que pasa, este ruido.

--El diputado de Cambiemos Fernando Iglesias y otros trolls oficialistas te acusaron de montar una “opereta kichnerista” con la movida en River ¿Qué les contestás?

--¿Pero tengo que contestar? No. ¿Cuál es mi sensación? Ahora, hace 83 horas que no se muere nadie. Estoy obsesionado con eso. Estoy muy concentrado en dónde evitar la próxima muerte por frío. No es un debate para dar ahora. Esta es mi catástrofe número 36 y cuando te expones en una catástrofe hay 44 millones de opiniones posibles, yo las re banco, me parecen bien las opiniones, pero no me inquietan. No puedo perder el foco. Si hay una inundación o un terremoto, el debate lo tenemos que dejar para después… estamos en la guerra, no podemos perder de vista eso.

--¿No te molesta que se corra el eje del problema, qué haya quienes piensen que buscas perjudicar al Gobierno y favorecer a la oposición en la campaña electoral?

--No… no. En la comunicación esperaba debates importantes, y no aparecieron. En lo micro, estoy preocupado en atender a cada uno, son todas personas que están muy doloridas, que ahora las juntamos en un lugar, que les preguntamos qué les parece el lugar…Hicimos mucho registro de eso. Esta es la guerra contra las bajas temperaturas. Yo amo la política. En todas las listas que se presentan hace año, tengo amigos. No es un tema, ese. Puede ser que hagamos un análisis más adelante. Nosotros queríamos saber qué le parecía a la gente.

--¿Y qué te devolvió la gente?

--Nosotros a veces tenemos que cerrar la puerta de River en estos tres días, o avisar que no recibimos más porque la gente sigue cayendo con cosas. Acaba de abrir otra universidad para sus vecinos que están en la calle. Recién me llaman de Huracán Las Heras, de Mendoza, que van a hacer lo mismo que River. Los dos equipos de fútbol de Tucumán se juntan para abrir sus puertas. Si hiciera el análisis que me decís, que lo estoy haciendo ahora, yo me pregunto: ¿Qué le parece al que sufre y qué le parece a la comunidad? Y la comunidad está explotando en la línea de lo que estamos haciendo. Si me hicieras una crítica, que yo respeto mucho, cómo no te voy a escuchar pero al mismo tiempo le preguntaría a los millones y millones que están sumándose, y me llamaría la atención. Si hay un terremoto o una inundación, cuando te expones todos van a opinar. Pero yo tengo muy claro lo que tengo que hacer. Al mismo tiempo, de todos lados llaman, de todo el mundo hacen notas por el sistema, por el modelo, tan mal no estamos. En eso no soy inocente. Si francamente la sociedad nos diera la espalda, nos tendríamos que replantear lo que hacemos pero eso no pasa. Tontos ya no hay. La gente nos sigue de una manera conmovedora.

--¿Cuál es el perfil de la gente que se acercó a River, que está durmiendo en la calle?

--Es muy heterogéneo, muy parecido a lo que ya conocemos, aunque también nos encontramos con algunas sorpresas, por ejemplo, una persona con tuberculosis, que no tendría que estar en la calle de ningún modo y es un llamado de atención en salud muy serio; nueve familias, es decir, pareja e hijos, una tan afuera del sistema que no podíamos decirles “chau hasta mañana” y nos quedamos buscándoles un lugar. Otra sorpresa muy desagradable fue encontrar a un ingeniero de la UTN con la cultura tuya y mía, que me contó que hace seis meses que estaba en la calle, que trabajó en empresas argentinas y multinacionales y mirá la reacción rara que tuve: le dije, “te pido perdón porque estás en la calle”, mirá lo que me salió. Le tendría que pedir perdón a todos pero en ese me salió así, estudió en la universidad pública, 30 años de ingeniero y está en la calle.

--¿Y por qué estaba en calle? Algunos dicen que están ahí por problemas psiquiátricos

--Nooooo ¿qué problemas psiquiátricos? Estaba mejor que vos y yo.

Pensaba dormir siesta pero no llegó, no tuvo tiempo. Lo espera una noche larga. Hoy es viernes. Y como todos los viernes de otoño e invierno, tiene cita en Plaza de Mayo, para ofrecer --y compartir-- una cena caliente a personas expulsadas de una cotidianeidad digna, para mirarlas a los ojos, para escucharlas. Para que ninguna de ellas tenga el mismo trágico e imperdonable destino que Sergio Zacarías, muerto por el frío, a solo cinco cuadras de Plaza de Mayo.