Luego de cuarenta años, unas 300 ex detenidas en la cárcel de Devoto volvieron a reunirse en el Hotel Bauen, pocas semanas atrás. El lugar elegido no fue azaroso sino que fue decisión brindar apoyo a una cooperativa cuya continuidad está siendo puesta en peligro por el gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.

Algunas de estas mujeres llegaron desde distintos puntos del país y otras desde países como España, Suecia, Canadá y Estados Unidos. Viajaron por sus propios medios e incluso se organizaron para armar un fondo común para costear gastos de alojamiento, pasajes y comida de todas. Una de ellas es Liliana Teplitzky, que actualmente vive en las sierras cordobesas. “Hasta ahora fue el encuentro más grande pero se arman reuniones de mujeres en distintos lugares”, cuenta esta militante. “Ahora nos une la lucha para que Devoto se transforme en centro de memoria ya que es posible que ese penal se traslade”, agrega.

“Las características de Devoto eran peculiares porque era una suerte de ‘cárcel vidriera’ que visitaban, por ejemplo, organismos internacionales de derechos humanos. Pero eso no quitaba la decisión de aniquilarnos. ‘Ustedes de acá salen locas o muertas’ nos decía el jefe de seguridad. Esto implica que tampoco escapábamos de agresiones y vejaciones sobre las que aún nos es difícil hablar”, dice. Sin embargo, los vínculos de solidaridad eran indestructibles. “Afuera las organizaciones a las que pertenecíamos eran arrasadas pero nosotras no lo sabíamos del todo y seguíamos estando identificadas con los proyectos políticos de nuestra generación pero también, unidas entre nosotras sin distinción del espacio militante del cual viniera cada una. Actuamos frente al enemigo en unidad y no fue nada fácil porque muchas pasamos años y años adentro”, enfatiza.

Luego, continúa, cada una siguió con su vida como pudo aunque muchas siguieron en contacto. “Nuestra historia fue relegada cuando empezó la democracia frente a la gravedad de lo ocurrido en otros campos de concentración. Y a nosotras se nos complicó asumirnos como sobrevivientes. Ahora sabemos que no se puedan establecer parámetros de quien sufrió más o menos. Pero durante mucho tiempos nos sentíamos culpables de estar vivas”, relata.

 

“A la vez, advertimos que nuestro aporte como testimoniantes, denunciantes, testigos, sigue siendo muy importante. Hemos dado testimonio de las vejaciones y los acosos en los juicios e incluso hicimos efectivas esas denuncias que fueron saliendo de a poco y con dificultad, incluso en tiempos en que los delitos sexuales no eran vistos como delitos de lesa humanidad e imperaba la visión del patriarcado que siempre te pone en el lugar de sospechosa”, señala. En ese sentido, dice con orgullo: “La mayoría venimos aprendiendo de nuestras hijas, nietas, sobrinas, compañeras jóvenes: acompañamos y participamos de las nuevas formas de lucha y emancipación de género”.

Video: Mariana Eva Sala