"Es urgente y fundamental trabajar en conjunto para fomentar la protección de los archivos contra las catástrofes climáticas, las guerras o las acciones de personas que ponen en riesgo el patrimonio documental. Cuanto más se ponga en debate cómo y por qué es imprescindible la protección, más posibilidades tenemos de resguardar nuestra historia”. Sandra Moresco habla rápido y bajito, con una entonación dulce y docente. Durante el diálogo con PáginaI12 explica, con un ejemplo claro de la realidad, para qué sirve el Comité Regional de Memoria del Mundo de la Unesco, del que es miembro. “El certificado de Mowlac (según las sigla en inglés) ayudó a conseguir los fondos para salvar el archivo de Chicha Mariani, luego de la inundación de 2013”, dice. Ante la ausencia de políticas públicas de preservación del patrimonio documental en Argentina, la presencia de Moresco en el organismo internacional de derechos humanos cobra relevancia porque abre posibilidades ante situaciones como la que recordó, la recuperación de los documentos conservador por María Isabel Chorobik de Mariani, una de las fundadoras de Abuelas de Plaza de Mayo.

“Desde 2008, luego de que Unesco otorga la mención de Memoria del Mundo a un grupo de dieciocho archivos nacionales vinculados al terrorismo de Estado por una presentación que había hecho el Archivo Nacional de la Memoria, ahí comienzo a articular políticas y armamos el programa Patrimonio Documental-Memoria del Mundo Unesco de esa entidad. En 2017 se comunicó conmigo Guilherme Canela, secretario ejecutivo de Mowlac (Memory of the World Latin America and the Caribean), y me dice que quedé seleccionada para ser parte de ese Comité Regional. Unesco tiene especial atención por el tema de derechos humanos. Ese año asumí como relatora y además de participar de las reuniones tengo que evaluar las distintas presentaciones de los países”, dice.

Moresco tiene 49 años, es docente e integra el Sindicato Argentino de Docentes Privados. Experta en archivos, fue coordinadora del área de investigación y archivo del Instituto Espacio para la Memoria de la Ciudad, y en 2008 comenzó a trabajar en la ex ESMA. “No soy funcionaria, no tengo un cargo aunque soy responsable del programa, soy trabajadora. Que Unesco me haya nombrado también debe tener que ver con mi vínculo con los organismos de derechos humanos”, dice. Es militante de derechos humanos, en Familiares de Detenidos Desaparecidos por Razones Políticas, y su primo Miguel Angel Loguzzo fue preso político durante la dictadura. “Somos una familia italiana que vivíamos todos en casas pegadas. Comencé a militar en el secundario en 1983, en ese despertar no quise ni pude ser indiferente a lo que había pasado. Fuimos un grupo que le compró la casa a las Madres de Plaza de Mayo, con Taty Almeida”, describe. Sobre su valoración del actual gobierno define que “en las políticas públicas de derechos humanos hubo un claro retroceso, pero en cuanto a lo que fue seguir articulando el programa se pudo seguir trabajando”. Entre los archivos reconocidos por la Unesco está el de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Familiares de Detenidos Desaparecidos por Razones Políticas, APDH, Abuelas de Plaza de Mayo, CELS y Serpaj.

--¿En qué consiste la tarea de Mowlac?

--En el Comité represento a Argentina, están México, Brasil, Bolivia, Panamá, Curaçao, Ecuador, entre otros. Se renueva cada dos años, con un mandato de cuatro años cada miembro. Tratamos de fomentar y promocionar el programa, aconsejar para que los países presenten sus diferentes archivos y acervos documentales, y hagan la presentación ante la convocatoria de evaluación. Nuestra tarea consiste en determinar si ese archivo tiene las condiciones para ser parte de la Memoria del Mundo de Unesco. El programa está destinado a eso, para resguardar el patrimonio documental de la humanidad. Esos archivos tienen que tener relevancia histórica a nivel mundial (MOW) y a nivel regional (Mowlac). Hay archivos vinculados a la esclavitud, los presentaron varios países del Caribe y pone de manifiesto una tragedia histórica de nuestro continente, y que no hay una sola historia sino que es algo colectivo de varias naciones. Mowlac trata de fomentar esta conexión regional. Una mención de la Mowlac le da valor destacado a la documentación para su promoción y difusión, para generar políticas que ayuden a preservarla.

--¿En Argentina hay un particular descuido de los archivos?

--Acá tenemos un déficit, nos debemos una política seria de protección a los archivos y  de nuestro patrimonio. Destaco que sí hay un cuidado sobre los archivos vinculados al terrorismo de Estado, porque la sociedad civil tiene un control permanente. Hay países como Brasil, México y Colombia que son de avanzada en este aspecto. En Argentina, entre los archivos reconocidos como Memoria del Mundo está el de la Dippba (Dirección de Investigaciones de la Policía de la Provincia de Buenos Aires), que gestiona la Comisión Provincial por la Memoria.

--De ahí surgen pruebas para los juicios. ¿Es así?

--Son archivos que hoy por hoy son utilizados para causas vinculadas a delitos de lesa humanidad, son archivos como el de Abuelas, que es histórico y familiar, también utilizado para recuperar la identidad de los jóvenes apropiados. El valor de nuestros archivos vinculados al terrorismo de Estado va más allá de ser un documento que refleja el pasado, que sí lo es, sino que se utilizan para juzgar genocidas, o para resguardar sitios de memoria, para la detección de ex centros clandestinos. Ese conjunto documental son 18 archivos nacionales, 29 fondos documentales en la primera presentación, y se hicieron adendas, como el de Olga Arédez y Mabel Gutiérrez.

--¿Cuál es su actual objetivo?

--Poner en conocimiento que existe este programa, ante esta situación de que a nivel nacional no hay una política de preservación de los archivos en general, es interesante pensar que Unesco sí tiene una mirada sobre los archivos vinculados a la historia mundial y regional. Los archivos no son algo en desuso, son necesarios, importantes y fundamentales no sólo para la historia de nuestra región sino para nuestro presente. Estamos analizando cómo afectan las grandes catástrofes climáticas a los archivos de los distintos países, es un debate para preservar ese material. Las nuevas tecnologías tienden a absorber la información, a resignificarla, pero no tienen la capacidad para hacerlo en forma absoluta.

--No todo está escaneado y en Google…

--Es así. Con un documento en papel hay una variedad de información que no sólo tiene que ver con lo que dice en cuanto a la palabra, sino al papel, la tinta, el contexto en que fue producido o destruido. Las nuevas tecnologías tienen beneficios pero pierden la riqueza que implica contextualizar. Este año nos vamos a reunir en Bolivia en septiembre, no habrá presentaciones. Desde París nos indican que vamos a reformular y reordenar el programa MOW. Vamos a poner en práctica nuevas herramientas para producir un diálogo más fluido entre países, pensar en un trabajo en red donde fluya más la información.

--¿Hubo alguna aplicación concreta del certificado de la Unesco?

--Cuando fue la gran inundación en La Plata, en 2013, se inundó plenamente el archivo de Chicha Mariani. Llegamos desde varias instituciones, fui porque ese archivo es parte de la Memoria del Mundo, convoqué al archivo Levene. Se conformó un grupo y nos pusimos a trabajar para salvarlo. Lo más fuerte fue cuando se hizo la nota pidiendo el presupuesto, porque era un trabajo arduo, y la hice desde el enfoque que ese archivo era parte de la Memoria del Mundo. Fue un respaldo para que en ese momento el ministro de Justicia diera los fondos y recursos necesarios. Salvamos la totalidad del archivo fotográfico de Chicha, y se perdieron algunos libros que no están agotados. Su enorme casa era toda un archivo, pasillos, habitaciones todas llenas de estantes y placares con investigaciones que ella hacía. Todo en carpetas, papel, fotos.