Los años setenta australianos dieron una generación de bandas punk y new wave menos conocida que la inglesa o la estadounidense pero igual de poderosa y con el agregado encanto plebeyo de ser de la periferia, nacida en ese país-continente que Gran Bretaña pensó como su inmensa y lejana cárcel. En aquellos años, Mick Harvey iba a la secundaria con Nick Cave: los dos habían crecido en las afueras casi rurales de Melbourne. En el colegio armaron su primera banda, The Boys Next Door. En 1980 sintieron que el circuito de Melbourne les quedaba chico y, apenas salidos de la adolescencia, se mudaron a Londres y se rebautizaron The Birthday Party.

Ahí comenzó la leyenda: Nick el salvaje, Nick el primal, terrorífico en vivo, siempre al borde. Sus letras sobre violencia, asesinatos, choques de autos y autocompasión hacían que la toda la escena londinense pareciera mojigata, arrasada por los locos del sur y su música agresiva. Y aunque Cave, con su aspecto impresionante era la atracción principal, había otro músico que mantenía el equilibrio en el caos, la cohesión en las canciones, el criterio de banda. Era Mick Harvey, el guitarrista, con su aspecto prolijo y su vida privada igualmente ordenada –su novia Katy Beale lo siguió entonces desde Melbourne hasta Londres: siguen casados hoy–: iba a mantener esa actitud durante todos los años con Nick Cave. Después de Birthday Party vinieron los Bad Seeds y Harvey fue más que central en sus 25 años con la banda, de 1983 a 2009. Fue la columna vertebral, la memoria de un grupo siempre en combustión. El líder en el estudio, quien decidía, como productor, el sonido de cada uno de los excelentes discos. Incluso después de irse de la banda se encargó de la remasterización y relanzamiento de toda la discografía. Pero la separación, como es de esperarse en una relación tan larga –36 años en total– no fue grata. Harvey la atribuyó a diferencias sobre producción, sobre cuestiones de management y también sobre sus propias ganas de expandir su trabajo y pasar más tiempo con su familia. Harvey fue una de las partidas más lamentadas en los Bad Seeds: la otra fue la del indescriptible Blixa Bargeld. Pero Cave y Blixa parecen mantener una relación amistosa, aunque distante. No es el caso con Harvey, que al menos en lo que deja conocer, no tiene contacto hoy con su ex mejor amigo. Tuvo que doler la entrada del volátil Warren Ellis como productor, compañero de aventuras y director del sonido de los Bad Seeds. Y aunque la banda sigue fiel a su sonido, Ellis le aportó un elemento etéreo, incompleto, lleno de vacíos, algo que Harvey llama “poco producido” que sencillamente le disgusta. Pero Harvey también es muy “australiano”: como indica el estereotipo de hombre antípoda, prefiere el chiste seco, encogerse de hombros, no negar que si, claro, le importa, pero su vida continúa.

De hecho, su vida continúa. Mick Harvey tiene una carrera solista de bajo perfil, un poco tardía, pero muy interesante, con algunos discos extraordinarios como Sketches From the Book of the Dead (2011). En los últimos años de los Bad Seeds, también se convirtió en un productor de otros artistas, especialmente de su amiga P. J. Harvey. Y así como Cave tiene como músico adorado a Leonard Cohen, Mick Harvey es un fan obsesivo del ícono francés Serge Gainsbourg. Cosa rara para un angloparlante, especialmente en el nivel de dedicación que le prodiga Harvey. Su proyecto de discos de versiones de Gainsbourg empezó en 1995 con Intoxicated Man: tradujo todas las letras e incluyó clásicos como “Initials B. B.”, “Bonnie & Clyde” o “Lemon Incest”. En los dúos lo acompañó Anita Lane, ex Bad Seed, ex novia de Cave y amiguísima de Harvey. Dos años después siguió la saga con Pink Elephants, un disco algo más ambicioso, donde ponía a Nick Cave y Anita Lane a cantar, en inglés, el clásico “Je t’aime... moi non plus”.

Y después, Mick Harvey abandonó a Serge por 20 años. En 2016 volvió tímidamente con las versiones de Delirium Tremens pero ahora acaba de editar el muy superior Intoxicated Women, un trabajo de investigación que rescata los dúos olvidados de Serge, incluso canciones que sólo fueron tocadas en vivo, y donde Harvey presenta a mujeres músicas que lo deslumbran: Chnanthy Kak, la impredecible cantante de Cambodian Space Project, la alemana Andrea Schroeder, la australiana Xanthe Waite o la casi desconocida Jess Ribeiro.

ALEMÁN Y RETORCIDO

Harvey vive en el norte de Melbourne y desde ahí hace sus entrevistas promocionales con tranquilidad de profesional. ¿Por qué volver a Serge después de tantos años? “Fue una especie de desafío. Pero un desafío que es muy divertido. El tema es que ahora no siento ninguna presión. En los primeros discos me sentía bastante inmaduro: no había hecho discos solistas. Sentía la presión de hacer lo correcto. Ahora no. Así que pude disfrutarlo más. Quiero decir: no necesitaba volver a Serge ni hacer estos discos. Mute, mi discográfica, relanzó los primeros como un álbum doble y me mandaron a tocar. Los integrantes de mi banda insistieron para que siguiera con el proyecto. Y después de veinte años, cuando toqué las canciones de Gainsbourg en vivi, la verdad es que sentí nostalgia”.

De entre todas las versiones de Intoxicated Women, quizá la que más se destaca es la de “Je t’aime... moi non plus” en alemán, con Andrea Schroeder. 

–Hay una preconcepto de que el alemán es una lengua muy dura. Yo viví en Berlín muchos años y pienso de otra manera. El francés también puede ser muy duro y poco sensual. El alemán puede ser muy poético y muy fluido: no es todo instrucciones órdenes. Elegir ese idioma tiene algo de perverso y pensé que era una muy buena idea porque Serge era muy perverso, así que la decisión funcionaba estéticamente y también respecto a lo que le hubiese gustado a él, creo. Los franceses van a tener que lidiar con su clásico en alemán: para ellos va a ser un desafío. No es exactamente algo que vaya a gustarles. De todos modos creo que Andrea hace un trabajo tan hermoso, tan sensual y elegante, se entiende por qué la decisión de hacerlo en alemán con ella.No creo que ninguna lengua merezca ningún prejuicio y Andrea lo demuestra. Ella es conocida en su país: yo me topé con su disco y me pareció una Marlene modernísima, con su voz un poco áspera, algo antigua en ese sentido. Me pareció maravillosa.  

¿No te gusta la versión que hiciste hace veinte años con Nick Cave y Anita Lane?

–No mucho. También por eso quería revisitar la canción. Parece fácil, pero es compleja de hacer. Y en aquel entonces, a pesar de tenerlos a ellos, a mi juicio no quedó bien. 

El nuevo compañero de ruta y aventuras de Mick Harvey es un músico australiano que se llama J. P. Shilo, integrante de The Blackeyed Susans, la ex banda de Dave McComb, el mítico cantante de The Triffids, una banda de Perth que mereció muchísimo más éxito del que tuvo, autores de uno de los mejores álbumes de los ‘80, no solo en Australia, en todo el mundo anglo: Born Sandy Devotional (1986). McComb murió en 1999, tres años después de haber recibido un transplante cardíaco. Mick Harvey hoy participa en los shows de la banda cada vez que se vuelven a juntar: es un músico invitado pero también se lo considera una especie de miembro de la familia. Con Shilo investigaron en el disperso trabajo de Serge y dieron con canciones nunca incluídas en discos como “La Noyeé” –hay solo una versión para televisión– y “Dents de Lait, Dents de Loup”, que Harvey considera “muy retorcida” y encontraron en YouTube. 

En esa canción “retorcida” participa tu hijo. 

–Si. Solomon tiene 16 años. Me pareció adecuado. Era una canción que no podía hacer con una chica. Originalmente se escribió para France Gall, la cantó con ella, y es una de las típicas provocaciones de Serge: la chica dice que es un bebé con dientes de leche y él le dice que ella quizá sea una nena, pero sus dientes son de lobo. Con un adolescente quedaba mejor. Por supuesto Solomon al principio no quiso hacerlo. Es un poco tímido y exigente consigo mismo. Lo convencí de que era un joven lobo, que no tenía que ser perfecto: era mejor si el resultado era naïve y poco profesional. Creo que mi hijo canta muy bien, pero nunca lo había hecho frente a un micrófono y eso lo puso un poco nervioso. 

Hay varias canciones en la que cantás solo, no a dúo. ¿Es porque, hoy, esas letras resultan chocantes para una chica?

–En eso debo reconocer que no estuve tan arriesgado. Hubo algunas canciones que no pude pedirle a una mujer que las cantara. “All Day Suckers”, por ejemplo, que es el clásico “Les Sucettes”. La cantó France Gall, que era una adolescente y el doble sentido erótico es muy obvio. “Sucettes” son chupetines. La letra está en tercera persona y es sobre una chica a la que le gusta chupar, habla del sabor del anís, dice cosas como que “cuando el sabor del anís le llega a la garganta ella está en el paraíso”. Hay un video para la televisión en YouTube con gente disfrazada de chupetines que parecen penes bailando. France Gall no entendía el doble sentido, o eso decía... era 1966, era probable que no lo entendiese del todo. De todos modos, en los dúos mantuve a chicas: las canciones que canto solo fueron escritas exclusivamente para la voz de una mujer. Decidí apropiármelas. 

Es impactante la versión de “Contact”, originalmente para Brigitte Bardot, que hace Channthy Kak, de Cambodian Space Project.

–Estoy fascinado con ellos. Nick (Cave) también lo está. En Camboya, antes del Khmer Rouge, existía este pop psicodélico, pegadizo, con cantantes dramáticas, verdaderas divas... una edad de oro. Un australiano, Julien Poulson, conoció en Camboya a Channthy y armaron esta banda, un poco homenaje a esa era y otro poco un híbrido, el mejor o el único híbrido asiático-australiano que conozco. Bueno: ellos tienen base en Australia, yo los conocía y la invité. Le di esta canción, que es muy sencilla: la canta en khmer. Yo personalmente no sé lo que dice. A lo mejor es un chiste y dice ‘Mick Harvey es un idiota’. Si hubiese sido en inglés sonaba igual, porque su inglés también parece khmer. Channthy es una diva y merecía una canción de Bardot. Aunque debo decir que también lo elegimos porque era fácil, cualquier otra hubiese sido un problema para ella y la idea era que la pasara bien. 

LA MALA SEMILLA

En canciones como “En relisant ta lettre” (“While re-reading your letter”), de L’ Etonnant, 1961, tercer disco de estudio de Gainsbourg, Harvey invitó a Sophia Brous, una artista australiana que directora del festival de jazz de Melbourne (ahora vive en Nueva York donde creó “Lullaby Movement”, un proyecto que recopila canciones de cuna de más de 25 culturas diferentes). Harvey confía en ella, cree que es “muy especial”, aunque todavía no terminó su primer disco. Como también confía en el potencial de Xanthe Waite, su sobrina, de la ascendente banda Terry, con quien ya había hecho covers de Gainsbourg (“Ne Dis Rien” - “Don’t Say a Thing”) en el anterior disco de versiones, Delirium Tremens. Intoxicated Women es, también,una muestra de nuevos talentos femeninos “curada” por Harvey. 

¿Jane Birkin o Charlotte Gainsbourg conocen los discos?

–Charlote no lo sé, pero Jane sí. Le gusta que los haga. Es una mujer muy agradable y muy diplomática, pero siento que es respetuosa y de alguna manera se siente halagada.

¿Como está la relación con P. J. Harvey?

–Somos amigos, pero nuestra relación profesional cambia con cada disco. En Hope Demolition Six, por ejemplo, solo toqué. Lo produjeron John Parish y Flood. Hace veinte años que trabajo con ella y siempre es distinto. Es una gran artista y una gran amiga, y siempre ella está en control. Ahora está en una fase que a mi me interesa mucho. Creo que White Chalk fue demasiado, un disco muy duro y personal que ella no quería tocar en vivo. Significó una especie de tocar fondo en la cuestión de escribir sobre cosas personales y de cierta obsesión consigo misma. Ahora, que quiere involucrarse con cosas del afuera, creo que es mejor para ella. Se cansó de sí misma. A lo mejor vuelve a lo personal porque ella nunca es puro ego, tiene cosas para decir de la naturaleza humana. Pero hubo demasiados discos sobre relaciones y cuestiones íntimas, a mi juicio. 

¿Tenés problema en hablar de los Bad Seeds?

–Para nada: fueron mi banda durante 25 años. Amo todos los discos que hicimos juntos. Las cuestiones personales con una persona que conozco desde la infancia, como Nick, son cosas nuestras.

¿Qué te pareció Skeleton Tree, entonces?

–Conmovedor. Muy valiente. No hay nada parecido a ese disco en ninguna parte. Para mi gusto le falta producción. No me gustan todas las canciones, pero todas me parecen fuertísimas. 

¿Viste la película One More Time With  Feeling que muestra la grabación? ¿Qué pensás de que Nick haya seguido adelante con el disco y la película después de la muerte de su hijo?

–Me la perdí. Confieso que estoy en una especie de burbuja con mi familia y el disco nuevo. La película se dio poco tiempo y en pocos cines. Oí que es muy hermosa y que las canciones, registradas en el estudio, son mejores. La película y el disco son lo que son. Yo no entiendo del todo por qué lo hizo. Para mi es demasiado raro hacer un objeto artístico con los materiales de la tragedia, algo promocional en definitiva, pero no es mi hijo el que murió ni soy yo el artista que estaba grabando un disco cuando ocurrió la tragedia. No soy quien para juzgarlo y el duelo es algo personal que cada uno hace como puede. Además, Nick no estaba en control, la muerte del nene ocurrió en medio de la grabación. En algún sentido es natural seguir. No me pasó, no puedo pensarlo. Es muy extraño y muy triste pero no lo juzgo en lo más mínimo. No soy dueño de la verdad.

¿En serio no viste la película porque se te pasó?

–Puede haber sido un lapsus, lo reconozco. Me resultaría muy difícíl verla. Obviamente yo conocía al nene, a Arthur. Creo que por eso me la pierdo. Es demasiado doloroso.