Independiente salió al campo de juego con la inequívoca identidad de los equipos de Beccacece. Brindando pocas referencias a partir de la movilidad, con tres hombres en ataque, asumiendo riesgos y, sobre todo, con presión extendida. Por momentos, lo traicionó la ansiedad, pero se mostró agresivo aunque de a ratos el estado del campo de juego (cargado por la lluvia) conspiró con el vértigo que propuso.

Universidad Católica, por su parte, exhibió una saludable intención. Con paciencia, a partir de Oña, tuvo claridad para sortear la presión a un toque, pero en el inicio careció de profundidad. 

El local, que tuvo en Pizzini a su hombre más desequilibrante, tuvo la oportunidad más concreta de la etapa inicial. Sucedió a los 34 minutos, Domingo (de gran esfuerzo y equilibrio) habilitó a Cecilio Domínguez, quien remató de primera: la pelota dio en el travesaño, pero el paraguayo tomó el rebote, volvió a probar, y surgió la figura del arquero Galíndez para evitar la conquista.

En la segunda parte, Independiente continuó buscando con algo más de paciencia. Y a los 11 minutos encontró el gol con una jugada muy bien elaborada: Sánchez Miño habilitó en cortada a Domínguez, quien desbordó y envió el centro para la cabeza de Hernández, que cabeceó de pique al piso para anotar el 1-0. Los cambios que decidió el técnico Beccacece provocaron un efecto contrario, y el equipo dejó de presionar en el campo rival. De todas maneras, la victoria no corrió peligro en ningún momento.