El escritor de la periferia paulista lleva una gorra roja con una inscripción que condensa su origen y destino: “Literatura Marginal”. Como si fuera un tatuaje indeleble. Ferréz –seudónimo de Reginaldo Ferreira da Silva- tiene su cuerpo tatuado con un niño que lee una historieta y un superhéroe que vuela alrededor, con una poesía de Arnaldo Antunes, con la tapa del primer libro de poesía que publicó, con el rostro de un amigo que murió y con la “E” de escritor, entre otros. El autor de Manual práctico del odio -que se presentó en Buenos Aires invitado por la Feria de Editores (FED) y la editorial Corregidor- sonríe cuando se entera de que la casa en la que estuvo tocando el piano es la de Victoria Ocampo. No lo hizo para que “se revolcara en la tumba” la escritora, traductora y mecenas cultural argentina. El hijo de un chofer de ómnibus y una empleada doméstica no sabía de quién era esa bella propiedad ubicada en Rufino de Elizalde al 2800, en barrio Parque. La burlesca anécdota clasista –el artista nacido en una favela tocando el piano de “La Ocampo”- se diluye cuando se refiere al presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, y el momento de destrucción cultural y educativa que está atravesando la sociedad brasileña. “Ser artista en este ambiente es tóxico”, reconoce Ferréz en la entrevista con Página/12.

La relación del escritor paulista con Argentina empezó en 2012, cuando salió Manual práctico del odio (Corregidor), traducido por Lucía Tennina. Ferréz (San Pablo, 1975) -creador del Movimiento de Literatura Marginal a fines de los años 90, de la empresa de ropa de hip hop 1Dasul en Capão Redondo, el barrio de San Pablo donde vive, y de dos editoriales Selo Povo (sello pueblo) y la más reciente Comix Zone- ha publicado con Corregidor la novela Dios se fue almorzar, la colección de cuentos Nadie es inocente en San Pablo y el libro infantil Amanecer Esmeralda. En los próximos meses la editorial argentina editará la novela Capão Pecado –que pronto será llevada al cine en Brasil- y La pequeña Ana y el globo. En su editorial Selo Povo está por publicar una antología con sus canciones y poesías, “una literatura no oficial que circula en shows, que llega a muchas personas y que no había puesto en libros”; y Demonios de Frankfurt, un libro ilustrado por Lourenço Mutarelli en el que narra la historia de 78 autores que fueron a Alemania para participar de la Feria del Libro de Frankfurt y cómo dos de ellos se perdieron para hacer un pacto con el demonio. Hace años que está escribiendo un libro sobre el precio que pagó por escribir. “Para devolver un poco todo lo que la Argentina hizo por mí compré los derechos de El Eternauta para mi nueva editorial Comix Zone –anticipa Ferréz-. La historieta argentina es la mejor del mundo”.

--¿Qué implica ser escritor y artista hoy en un Brasil gobernado por Bolsonaro?

--Los artistas en Brasil nos estamos volviendo literalmente locos porque todos los días sueltan algo nuevo; es una cortina de humo para tapar las luchas que estamos realizando. Nunca pensamos que íbamos a tener que defender cosas que se tenían como ciertas, como el medio ambiente, o por ejemplo que la tierra no es plana. Estamos viviendo un momento de destrucción de la cultura, de la educación, y ser artista en este ambiente es tóxico. Los artistas que no venden en la calle –como nosotros que vendemos nuestros libros-, que no son de la militancia, están perdidos.

--¿Por qué ganó Bolsonaro las elecciones?

--Hay varias razones. La mayoría de los medios estaban contra la izquierda. Cuando el Partido de los Trabajadores (PT) logró darles derecho a las empleadas domésticas, la clase media brasileña tuvo un ataque de ira y no le perdonó no tener más a la empleada todo el tiempo disponible para ser usada como una esclava. Bolsonaro vino con un discurso de soluciones fáciles, de liberar las armas, de encarcelar a las personas más rápido; una discusión que para mí, que estudio mucho la historia de Alemania, está muy cerca del fascismo. El discurso fascista funciona para el que se siente oprimido. Me dan asco las personas que votaron a Bolsonaro, pero también las entiendo. No es que lo acepto, sino que lo entiendo; es más fácil pensar que tenés poco para comer porque la culpa es del gay o del inmigrante que tienen trabajo. El odio no ayuda a construir una nación. Los grandes medios de comunicación de Brasil son expresiones de la derecha. En mi canal de Youtube yo le hablo a un poco más de 2000 mil personas. Un tipo de derecha que nunca escribió un libro tiene 2 millones de suscriptores y solo transmite odio.

--En Capão Redondo, el barrio en el que vivís, ¿también votaron a Bolsonaro?

--Sí, muchos, inclusive los bandidos. Siempre alguien está equivocado y es el otro. Desde hace diez años, todo los días los medios de comunicación en Brasil dicen que los del PT son ladrones; los diarios muestran un tubo de petróleo disparando dinero.

--¿En qué falló la izquierda para que ganara Bolsonaro?

--La izquierda fracasó porque abandonó la periferia. La izquierda perdió la conexión con el pueblo y nos quedamos huérfanos de representantes legítimos. El nivel de ceguera es tan grande que personas que fueron contempladas por becas de estudio, que pudieron tener un lugar donde vivir o comprar un auto, hablan mal de la izquierda. “El PT robó”, repiten; es una locura. Me preocupa no lo que ya pasó, sino lo que está pasando ahora y lo que va a suceder. Bolsonaro dijo que él sabía cómo desapareció un militante político durante la dictadura (Fernando Augusto Santa Cruz de Oliveira) para ofender al hijo (Felipe), que preside la Orden de Abogados del Brasil (OAB). Bolsonaro posteó un video en el que hablaba sobre el militante político desparecido –dijo que lo asesinaron sus compañeros de militancia y no los militares- mientras un peluquero le cortaba el pelo. En un recital de BNegão el público empezó a gritar “¡Fuera Bolsonaro!”, entonces la policía terminó con el show.

--¿Qué pueden hacer los artistas y los escritores para conjurar la amenaza del fascismo?

--Yo abrí un canal de Youtube para postear videos. Cuando hablo de literatura, hay un 30 por ciento de personas que me ven, pero cuando hablo de política hay más de 30 mil personas viéndome. A muchos les explico lo que está sucediendo. La televisión no habla claramente con quienes miran mis videos. Si hay una feria de electrodomésticos y se vende la línea blanca y dicen que las ventas crecieron y que le está yendo bien al país, yo subo un video en mi canal en el que planteo que no es que crecieron las ventas, sino que lo que se vende es lo que la gente necesita comprar. Ya no escribo más textos para Facebook o Instagram porque no los leen. Prefiero filmar y subir los videos, que tienen un resultado inmediato. ¿Pero qué pasa con mis amigos escritores y poetas que no saben hablar en público? Me duele querer escribir una historia y no tener para quién escribirla. Acá en Argentina pronto vamos a llegar a seis libros publicados que se consiguen en las librerías. En Brasil no hay ningún libro mío en las librerías. Mi carrera en mi país está viva porque yo hago mis propios libros y los publico en mi propia editorial, Selo Povo. Estoy muy feliz porque sé exactamente dónde quiero estar y a quiénes quiero llegar. Mis libros no están en las librerías, pero estoy en un lugarcito que queda al costado de un show. Como comenzó todo.

--¿Qué caracteriza a una voz de la periferia?

--La palabra precisa sería indignación; no hay persona que no venga de la periferia que no esté indignada. Hay un autor que lo publicó una de las grandes editoriales de Brasil, Companhia das Letras, un autor que vivía en la favela, con buen aspecto, cabello rubio, con rulitos y mucho marketing. Geovani Martins dijo en un programa de televisión que no habla de violencia. ¿Cómo podés vivir en una favela y no hablar de violencia? La editorial consiguió un representante de la periferia al estilo Elvis Presley (risas). En un artículo de un diario se llegó a decir que él inventó el estilo literario de la periferia. ¡Nosotros somos fantasmas! Me siento como Fats Domino, un músico que tocaba el piano y quedó eclipsado por Elvis. La elite literaria de Brasil habla bien de mí, pero no me pagan el café.

--¿Por qué se escamotea la violencia? ¿Por qué un escritor que creció en una favela no quiere hablar de la violencia?

--Él es un escritor nutella que no escribe para mostrar que hay gente pasando hambre. No tiene legitimidad para hablar de la violencia; es una pelea que él no quiere dar.

--En tu novela “Manual práctico del odio”, la palabra odio tiene un significado positivo. ¿Cómo vivís el hecho de que el odio se haya diseminado en Brasil?

--Aunque ellos son conservadores creen que están en el camino correcto; nosotros, que nos preocupamos por el otro, estamos equivocados. La meritocracia ganó la discusión y para mí la meritocracia es una mujer en una silla de ruedas mirando a una escalera con cien escalones. Las personas que venden bombones en las calles son emprendedores y si esa vendedora tiene alguna de ayuda del Estado en términos de reparación o algo así está equivocada. La construcción de la narrativa de derecha es brillante porque Marx en el último capítulo de El capital habla del capitalismo auto comiéndose y entonces ves a la víctima defendiendo al verdugo. A veces me encuentro discutiendo con un hombre negro que defiende a Bolsonaro, como si discutiera con mi papá, y yo le muestro un video en el que Bolsonaro denigra a los negros y los compara con el ganado. Cuando se lo mostré a mi papá, que nunca estudió en la vida, me pidió que lo filmara porque quería hacer un discurso contra Bolsonaro. Pero otras personas no ven lo que pudo ver mi padre porque ellos dicen que Bolsonaro va a arreglar la economía y que va a poner un límite a los homosexuales. En plena campaña de Bolsonaro, cuando con otros amigos desesperados pedíamos que no lo votaran, unos bolsonaristas cercaron a una mujer trans en pleno centro de San Pablo y la mataron en el medio de la calle. “Bolsonaro, sí”, gritaban mientras la apuñalaban. La violencia empieza en la palabra; la Biblia incluso dice que lo primero que existió es la palabra. Si el gobierno dice que podés agarrar a alguien y pegarle, el policía va y lo ejecuta. Muchos policías se acercaron a mí y me dijeron: “ya te va a llegar el momento porque ahora tenemos el gobierno de nuestro lado”.

--¿Te dio miedo esa amenaza?

--No… ya pasé tantas cosas que no tengo miedo. Me da miedo que maten a una persona por el simple hecho de que ame a alguien del mismo sexo, que la maten por amar a quien esa persona quiera. Tengo miedo por los otros, no por mí.