El claroscuro es una técnica pictórica que se usa para dar a las obras mayor expresividad. Ese contraste, esa carga o elevación del sentido a partir de la relación entre los opuestos es algo que se da naturalmente: la oscuridad es más oscura en función de la luz que la rompe y la atraviesa. Hace dos años, Dante Spinetta editó Puñal, un disco en el que parecería haberse ceñido a este concepto: el de aquello cuya luminosidad resalta justamente por venir de las zonas más sombrías. La historia de Puñal es esa, la de un cantante vulnerable y derrotado por una decepción amorosa que logra sublimar todo ese dolor, ese desgarro, en canciones.

Entonces, ese Dante cachondo y picante que se cansó de mentar jugos, bombachas, toqueteos, y fluidos calientes y pegajosos se despachó con un álbum íntimo y profundo, en el que dejó de lado la parafernalia urbana para sumergirse por un rato en el útero musical en el que creció. Pero la cosa no se quedó ahí, porque en ese juego de opuestos que se enfrentan para reforzarse, la mitad más hiphopera de los (por ahora separados) Illya Kuryaki & The Valderramas estrenó este año dos tracks en colaboración con la avanzada del trap local: “Verano Hater”, con Duki, y “No sigas”, con Neo Pistea. Bamboleando entre esos dos extremos, Dante llega este jueves 8 de agosto a Niceto Club (Niceto Vega 5510).

“Modo Diablo me parece la mejor banda de la Argentina en urbano. Esos pibes la tienen atada porque entendieron la música desde el lado del flow”, asegura el flamante curador de artistas urbanos para Sony Music. La relación del músico con este género es de larga data y hoy, a casi treinta años de Fabrico cuero, celebra la emergencia del hip hop y del trap en el país: “El mundo sigue avanzando. Cuando te quedás aferrado a algo, te quedás ahí. Está bueno aceptar que, aunque a vos te sigan gustando las mismas cosas, el tren sigue y llegan nuevos paisajes. El rock es una forma de vivir, de sentir, es algo que irrumpe. Y hoy eso le toca a lo urbano. Si te aferrás a un momento histórico, sos como el tanguero que putea al rockero”.

-¿Encontrás algo de los primeros IKV en los traperos de hoy?

–Encuentro las ganas de reescribir la historia, de hacer sus cosas sin que les importe lo que digan los demás. Esa frescura de no tener miedo. En eso me siento muy identificado: son artistas que no tratan de encajar. Y yo de alguna manera siempre fui criticado, primero porque hacía rap, después porque no hacía lo mismo que mi viejo, después por mezclar el rap con guitarras, después por usar autotune. En esto no podés estar complaciendo a nadie que no sea a vos mismo. No podés estar atento a las necesidades de los demás. Tenés que seguir tu fucking fuego. Hoy los pibes se apoyan todos. En ese sentido, el trap es re punk: empujan, hay comunidad. Creo que toda la crítica que hay a las cosas nuevas es por el miedo que le da a la gente la novedad. La gente es hater. Yo muchas veces no encajé en ningún lado, pero al final encajo en todos lados. Es mi yin y yang. Es mi bipolaridad sonora, es la calle y el cielo. La oscuridad y la luz. ¿Por qué si me gusta Ryuichi Sakamoto no me puede gustar 2Pac? Para mí, el futuro es más mestizo.

–Ese concepto lo resumiste con la frase “lo urbano es mi rock”.

–La música urbana hace rato que es el rock en la calle, en los barrios. Me pongo quizás un poco técnico, pero creo que cada momento social y musical tiene que ver también con la tecnología disponible en ese momento. Antes había guitarras eléctricas, que las conectabas a un amplificador con un cable y generabas una distorsión. Ahora capaz tenés un sampler y una computadora, y es con lo que los pibes pueden hacer algo. Yo, que toco las dos cosas, te puedo decir que lo que importa son las ideas.

–En varias entrevistas hablaste de la libertad como requisito necesario para el desarrollo del arte. Pero el arte también es un lugar que habilita otro tipo de libertades. Por ejemplo, en muchas de las letras de tus discos anteriores decís cosas que en la vida real serían señaladas como barbaridades.

–Sí. Es verdad. Es un personaje que me dejó decir cosas que igual hoy quizá ya no diría. Hay temas que no toco en vivo porque ya no me representan. La fuerte carga sexual de algunas canciones, más allá de las cosas graciosas o irónicas, quizá sí tenía que ver con un momento mío. Con lo sexual, a veces la gente tiene un miedo o prejuicio en plan "eso queda adentro del cuarto, chicos", pero también es parte de lo creativo, puede ser un gran motor artístico. La música urbana y el funk siempre tuvieron a la transpiración, la seducción y el sexo como grandes temas. Además de la musicalidad del asunto.

–Entonces, ¿por qué dejarías hoy de tocar ciertos temas en vivo?

–Porque quizá no me gusta la manera que elegí para decir esas cosas. Mi oído de hoy las siente demasiado agresivas, demasiado chocantes. Hoy puedo ser sexual de otra manera. Creo que hoy no haría un tema que diga "ponémela en la cara, mama" (se ríe), pero en ese momento estaba en ese flash. La gente se pensaba que yo estaba en cualquiera y nada que ver: estaba re casado, siempre fiel, con mi esposa. Pero mi esposa era una pantera. No es que por ser casados nos aburriéramos.

–Pero además existe esa parte del arte que justamente consiste en lo lúdico, fantasioso, extremo. Si el arte contara siempre literalmente las vidas cotidianas sería muy aburrido.

–¡Sería un embole! Pero hay canciones que creo que no volvería a escribir. Uno también se va deconstruyendo de algunas cosas. Hay canciones que simplemente siento que no encajan con lo que yo quiero decir y por eso las dejo de lado en vivo. Pero no reniego de nada de lo que he hecho: todo forma parte de momentos artísticos.

–¿Te sentís más libre creativamente ahora o en la época de Fabrico cuero y Horno para calentar los mares?

–Son libertades más mentales. Cuando tenés 14 años, las expectativas son diferentes. Ahora tengo otras responsabilidades, que son las que te atan a otras cosas. Siento que, de todos modos, soy más libre porque cuento con muchas más herramientas para hacer las cosas, a nivel personal, musical. Cuando saqué el primer disco, no sabía casi ni tocar, y ahora puedo hacer discos solo. Son distintos momentos de la vida y no soy una persona nostálgica. En eso, mi viejo me enseñó que "mañana es mejor".

–El mercado, la industria de la música, suele ser un gran cercenador de libertades. Ahora que seleccionás artistas para Sony Music, ¿cómo se siente estar de un lado y del otro del mostrador?

–Eso en realidad no me quita libertades a mí ni le da libertades a nadie. Se trata de unir puntos. Los artistas que firmamos en lo urbano somos reales. Somos como somos más allá de cualquier sello. No hay una imposición de desarrollo estilístico en nadie, se lo acompaña en el crecimiento, se le banca la carrera y forma parte de un negocio, una estructura y una industria, como lo somos todos los que sacamos discos con multinacionales. O indies, porque con el indie también estás negociando, nada más que con empresas más chicas. Todo es parte de una estructura. Hay que entender el negocio desde otro lado. Para mí, era básico que llegue la oportunidad a pibes que tienen talento: que tengan la posibilidad de jugar en primera, que tengan acceso a mezclar los temas, a hacer video con tecnología profesional. Cero meternos con los estilos de cada uno.

–La ciudad es un personaje que aparece a través de todo Puñal, pero la nombrás por su nombre en dos tracks: "Pesadilla" y "Laberinto". ¿Buenos Aires te hizo especialmente mal?

–No. Todas las ciudades tienen sus rincones oscuros y Buenos Aires es una ciudad re heavy. La carga que hay acá es pesada: nuestra historia… Y creo que en esas menciones hablo no sólo de lo que me pasa a mí sino de todo lo que pasa alrededor: la energía que hay, las lecturas que tuve de la situación social. Está todo ahí.

–¿La situación social se coló en el disco a pesar de que se trata de de una obra que tiene que ver más con tu intimidad?

–Sí, claro. El disco se trata de lo que sentí en ese momento y uno no deja de estar en contacto con lo que pasa: la situación social, lo vulnerable que está la calle, la sensación de inconformidad... todo eso se respira. El disco me dio también la posibilidad, por más de que estuviera con el corazón roto, de sentirme afortunado de estar trabajando, de vivir de lo que quiero, de tener proyectos y comida sobre la mesa en un mundo donde cada vez es más difícil todo.

–La letra de "Supremacía" habla del racismo y de la igualdad. ¿Pensás que existe una responsabilidad del artista de hacer resonar las causas que lo preocupan?

–No siento que sea una obligación. Está bueno si sale naturalmente, del corazón. Mirá lo que pasó en Puerto Rico, se unieron artistas que nada que ver entre sí y movieron a un gobernador. Eso creo que en la Argentina sería imposible: habría muerto gente. Creo que el compromiso está bien, siempre que sea algo real. Me hace ruido cuando se trata de vincularse con cierta área en particular, que se nota que es medio panfletario a propósito, que es una estrategia de marketing. "Supremacía", habla del racismo y de que todavía hay gente que se siente mejor que otra. Es espantoso, sigue existiendo y que es cada vez más marcado. Hay un resurgimiento de la derecha muy fuerte, mucha gente que odia a los inmigrantes con toda el alma, mucho reaccionario. Cuando ves lo que pasó en La Rural, ahí ves cómo aflora esa violencia policial, la represión, las ganas del facho, del miliquito encerrado. Y es el mismo que tiene ganas de pegarle al que viene de otro país a buscar una oportunidad acá. Es inevitable que ese tipo de preocupaciones aparezcan en mi música. En mis discos siempre hay algo social. Son discos sociohumanos. De todos modos, no quisiera que mis discos parecieran un periódico. No me hace falta eso, necesito que la música me lleve a otro lado. Creo que la cultura es alimento espiritual y es muy importante que sigan existiendo cosas que te hagan, no olvidar, pero separarte un poco, alimentar la otra parte de tu cerebro y de tu espíritu.

–¿A eso te referís con "me gusta la cultura cuando cura" en "H.M.P."?

–Sí, exacto. Creo que la cultura, el arte, tiene el poder de hacerte sentir algo diferente, de irte un poco del día a día, del gobernante de turno. ¡Si ya sabés que son todos cagadores! La política es un juego de billar. Yo no les creo ya. Sí creo que hay gente buena. Sí creo que hay una facción mejor que otra. Siempre tiro para la que siento que puede ser mejor para la gente en general, no pensando en mí solo, sino en el pueblo. En la gente.

–¿Ya sabés a quién vas a votar?

–Sí, sé a quién voy a votar. Sé a quién no voy a votar, en realidad. Es más una postura de a quién no votar: un voto en contra de alguien. Pero no te lo voy a contar. Porque tampoco es algo que me ponga muy orgulloso. No siento que haya un camino. La verdad es que siento que hay un negocio con la administración de la Argentina demasiado fuerte. Somos un país tan rico y, sin embargo, siempre termina siendo lo mismo. Yo no puedo creer en un político cuando veo lo que pasa en la calle.

 

 

 

IKV, un gigante dormido

“IKV por ahora está dormido”, responde Dante Spinetta ante la sugerencia de una vuelta por los 25 años de Chaco, que se cumplen en 2020, o los ¡treinta! de Fabrico cuero que llegarán en 2021. “Yo creo que Illya Kuryaki cumplió dos ciclos y que está bien por ahora. Capaz en algún momento hagamos un tour o algo, porque la pasamos bien y somos amigos, pero hay necesidad de otras cosas. Emma (Emmanuel Horvilleur) está en un flash y yo también en otro. Y tengo mucha música y mi proyecto solista que está encaminado y que siento que es lo que tengo que hacer ahora”.

Lo cierto es que las despedidas de este dúo nunca son definitivas y que las derivas de la vida hasta ahora hicieron que cada ida y vuelta haya ocurrido sin mayores turbulencias: “Con IKV nunca se trata de un divorcio. Estamos cada uno en su flash y cuando da hacer algo, ocurre. La última vez nos íbamos a juntar por un disco y terminamos sacando tres. La humanidad o nosotros salió porque nos dimos cuenta de que no podíamos parar en ese momento con todo lo bueno que nos estaba pasando, estábamos disfrutando un montón. Y está buenísimo haberlo hecho, pero después llegó el momento en que cada uno tenía sus inquietudes que estaban muy marcadas en el destino de lo que iba a pasar. Y pasó”.