Ojalá nunca nos falten libros con una reina impostora de Madagascar, que huya por los caminos de la ciénaga y, a su paso, vaya haciendo hombres a los hombres y perros a los perros.

Ojalá nunca nos falte una Olga hip Orozco hop que encienda la luz de una lágrima y su flow resuene con ritmo tormentoso en la piel de algún lagarto.

Ojalá siempre Claudia hip Marting hop nos dibuje la curiosidad en los ojos.

Y de tanto desear y desear, el rapero recién llegado de la luna viene a mí revolviendo el Nestum en el pequeño cubilete de las constelaciones.

La reina de Madagascar ya no duerme.

Olga Orosco arma el glosario de la intemperie.

Claudia hip Marting hop, sospecha y traza una línea hip que encuentra otra línea hop.

Al pequeño lunático se le pega un chicle en el zapato y no puede avanzar más. Lucha en su propio video clip, dominado por el chicle globo que lo atornilla a la fuerza de gravedad.

Un chicle hip desarrollado en la NASA hop.

Pequeños alienígenos masticando ponen en peligro el orden mundial.

Hay conspiraciones hip y conspiraciones hop.

Pero también hay poéticas hip y poéticas hop.

Hace tanto que no te veo, dice Orozco que dice Marting que dice hip que dice hop.

El lunático pequeñito quiere dar un paso para alejarse de ellas y hacer su locking estelar pero no puede despegarse del chicle que la NASA escupió en la vereda.

Estoy tan cansado dice el pequeño que dice Marting que dice Orozco.

Lo lamento dice Marting que dice Orozco que dice el pequeño.

Los científicos de la NASA los observan desde los satélites enfocados hacia Corrientes y Córdoba, a pasitos del semáforo de peatones que usan celular. 

Algo resuena suavemente y sonríen los tres.

Marting hip pregunta hop ¿vendrán? 

Orozco se encoge de hombros, vuelve un rato a su libro, cierra la tapa y escucha un llamado en el contestador. Es un mensaje encriptado de Pizarnik.

Mientras tanto, pequeños alienígenos teletransportados telepáticamente, por fin aterrizan en la cúpula de la Bolsa de Comercio y gritan a coro, sobre la base-break, el nombre de cada uno.

El pequeño rapero de la luna, pegado al piso, tiembla y cae. Vacilando vuelve a pararse, grita a su vez el nombre hip de Marting hop y un zumbido de insectos pandilleros, fermentando en la lámpara de Orozco, pinchan el canto de las cigarras con técnicas del turntablism, push, push, spush…

En sus marcas, apunte, ¡disparen!, push, push, spush.

Para la reina de Madagascar la aventura recién comienza.

El pequeño hip, rapero hop, con los pantalones caídos a mitad de la cadera, corta el chicle en un salto sideral, suelta el tazón con Nestum y levita ante los propios ojos de la mismísima luna.

Orozco insomne se asoma desde la página 85 del libro rojo de tapa negra.

El pequeño niño de la luna gira sobre su cabeza y revuelve el esternón de la ciudad empedrada, asfaltada y vuelta a asfaltar.

Las bocacalles abren su sonrisa caliente, hedionda y sinfín.

Push, push, push, empieza a salir de todas las bocacalles del mundo una palabra montada en un corcel alado, llamado DJing, y el niño rima, rima, rima una condenada palabra con otra palabra esquelética, con otra ojerosa, con otra macha cabría de la oscuridad.

El flow se acelera.

Al instante se caen de culo las sinfónicas.

Se mean los barítonos.

Se espasman las FM Clásicas y el niño de la luna gira, gira, gira, revuelve el universo en su castrada inmensidad.

Siento un corte en la garganta.

Marting me dibuja un tajo con la palabra tajo.

Seguí, seguí, le digo, al ritmo del flow que nos estertora,

y me abre el corazón en la palabra pecho.

Más, más, le digo, y llega con el lápiz al plexo solar.

Bien hecho, le digo, ahora, metelos.

Y Claudia hip, Marting hop,

agarra al rapero de la luna y lo mete en mi pecho,

agarra a la Orozco asomada en su libro y la mete en mi pecho,

al caballo DJing lo mete en mi pecho,

a la reina de Madagascar la mete en mi pecho.

Entrá, si querés, le digo,

o dibujalo, le digo,

que total, es lo mismo,

le digo. 

cairo367@yahoo.com.ar