-¡Guitarrero, con tu cantar me vas llenando de luz el alma! Mi vocecita de gorrioncito silvestre llenaba la siesta de la casona de Echesortu. En esa etapa de velos que se descorren, ámbito con escondrijos del alma, ciencias ocultas que se abren, mis canciones de folclore eran lo único válido en la Tierra, además de Central, el luto riguroso de mi madre, mi padre pescando en los remansos, casi ausente, mi hermana y su Nueva Ola, los comunicados por la radio anunciando nuevos gobiernos de golpe. Una tarde en que estábamos solos con José Luis oímos por la radio el rock and roll.

-¡Es fabuloso! -grité.

Él, apoyado contra el marco de la puerta, miraba sus zapatos. Me acerqué.

-¡¿Eh, qué pasa? ¿No te gustan?. Tardó en contestar.

-No, es que quiero decirte algo… no es sobre la música… es algo más… más difícil.

Presentí una enfermedad, una ruptura familiar, un drama en ciernes, algo horripilante.

-¿Qué es? -pregunté y dejé la guitarra en la silla.

-Sos vos, sos vos. Cuando cantás me da como un algo en la panza... y en el corazón -me dijo en un hilo de voz y luego se fue, corriendo hacia el pasillo de salida.

"Por las noches manchaditas por las estrellas de mi guitarra", repiqueteaba la zamba. Me quedé helado: aquello... sus ojos, su mirada, su aire femenino me habían dado una cachetada. Sentí un mareo .Había entendido todo. Esa noche no cené. Me quedé en la terraza mirando las estrellas. Que mundo raro es este. Y encendí un Colmena. Lejos sonó el pitido de un tren.

 

* Eran tiempos de la dictadura y no había sol en ningún lado, salvo en la música, donde uno aprendía a protegerse y perdurar, dolorido, asustado y absorto por esa tormenta que se estaba llevando casas, gente, libertades. Habíamos formado un grupo de reuniones en un club para discutir proyectos, fumar, intercambiar frustraciones tempranas, obligarnos a vivir pese a la guerra contra la juventud. En una de ellas conocí a P. Simpatizamos enseguida y la primera noche me pidió alojamiento porque habían  "levantado" una casa del Partido -un partidito ilusorio y romántico de izquierda. Lo llevé a lo de mis viejos.

-Esta casa no es "marcada" -preguntó, a la vez que aseguraba.

-No, mis viejos son laburantes -le contesté con lógica llana. En esos días de otoño fue cuando, a pesar de encontrarme regularmente con él y el grupo, fue cuando me explicò lo de la "cita". Pensé en algo extraño, pero en la jerga política aquello era un encuentro a solas en algún sitio donde no se debían levantar sospechas que aquello advertía un tono casi subversivo. En una placita de zona sur, entre las hamacas, empezamos a hablar de izquierdas en el mundo, lumpenaje, tabicamiento, entrismos y otros ismos. A toda costa quería que me convirtiera en un pibe zurdo que militara en sus filas. Pero aquel gesto, lo que hizo con su mano y que descubrí acabó con mi interés. Se llevaba la mano al bolsillo y leía subrepticiamente de un papelito doblado las consignas.

-Dejate de joder, boludo -le increpé. Y de un manotazo volaron por los aires Marx, Engels, la lucha de clases y el marxismo a birome, diluídos entre las hojas, arrastrados por el viento que se llevaba todo lo aprendido, lo estructurado, lo revolucionario y lo utópico.

"Este boludo me quiere dar clases con un machete", pensé mientras evocaba a Evita que pendía de la pared de mi pieza junto a Jimy Hendricks y a Brigitte Bardot.

 

* Chantas empeñosos habrá siempre en todos lados. El que describo era extraordinario: juntaba fuerzas adversas, gente enfrentada por años con una sicopatía genial. Organizaba concursos espúreos, rifas mentirosas. Todo en pos de llevar al grupo musical que representaba a la cima.

"Serán mejor que los Beatles, que Charly", aseguraba a sus víctimas. Pero estas, saciadas a veces de sus embrollos, optaban por mandarlo a la mierda. Una tarde llamó al ensayo.

"Mañana a la mañana empieza la gira que les prometí: Bigand, Los Molinos, Arequito y Firmat. Hay mucha plata, comida, hotel, y una sorpresa en el traslado". Cortó y todos se miraron. Decidieron darle una última oportunidad y temprano, al día siguiente, los pasó a buscar en un pequeño micro alquilado.

-¿Para donde vamos? -preguntó el baterista.

-Shh, es un secreto, ya van a ver.

Rumbearon hacia Alvear y se detuvieron al costado de la pista aérea.

-Vayamos cargando las cosas -ordenó. Una máquina voladora de amarillo rabioso los esperaba

-¡Y la voy a manejar yo mismo! -exclamó golpeando el costado del aparato. Recordando la forma suicida de manejar autos, la velocidad que le imprimía y su torpeza, sumado a que una vez dentro comprobaron la decrepitud del avioncito, decidieron abortar la Operación Trueno como el manager había denominado. Se fueron hacia la ruta esperar el colectivo mientras detrás, encrespado, el tipo les gritaba.

-¡Nunca van a llegar a la fama! ¡Traidores, fracasados, miedosos!

El tiempo corroboró todo. Aún, suponen, está preso por robo y desfalco en una celda de Miami. Nunca se hizo pedazos con avioncito alguno. Al menos se salvó de morir calcinado.

 

 

*-Cantá, me aconsejò aquel comisario -No tengo nada que decir.-Cantá, va a ser mejor. Yo lo miraba intentando disimular el pánico. El pelo largo, una camisola roja y pantalones de bambula, más una guitarra a la espalda le habían bastado para llevarme detenido. Me esperaban las mazmorras, la tortura y quizás la desaparición seguida de  muerte-¿Qué tengo que cantar?, dije en un susurro.-Lo que sepas, gritó el tipo. Y acto seguido apareció mi Faim que un gordo sonriente me extendió. El comisario contenía la risa. El ayudante también y por el rabillo de ojo vi que varios policías se habían asomado a ver la escena. No entendía nada- ¿Sabés quien soy yo? interrogó? Soy El jefe…soy Ruiz, el tío del Negro Ruiz, compañero tuyo de la primaria…..Te traje acá para  hacerte una joda…Te reconocí de tantos años en la escuela cuando iba a verlos a ustedes al colegio. ¡Si habrá presenciado recitales tuyos! ¡Jaaaaaa! Y largó un estruendoso alarido de dicha. Empezé entonces con Cautivo de Til Til en homenaje a Manuel Rodríguez el guerrillero chileno Cuando finalizé, mesándose el bigote me azuzó -Mirá que sos pelotudo, ¡Venís a mostrar canciones subversivas justo acá!. Entonces continué con Zamba para no morir, El Burrito Cordobés y Noches de Carnavales. Me fui ovacionado de la comisaría, conducido hasta mi casa en un patrullero que       me dejó en la puerta del ensayo para estupor de mis compañeros de grupo. El folclore aquella vez salvó mi vida del chiste horroroso de ciertos capitostes del Mal.

 

* -¿Querés entrar en mi?. Dijo ella suavemente, sentada frente a la mesa de vidrio de la casa aquella. Yo, tierno pichón tembloroso ante el debut con una señora, ni contesté .Encendí un cigarrillo disimulando el temblor de mi mano. Había llegado allí a tomar clases de guitarra debido a mi tosquedad con el instrumento y ahora ella, invitándome a las dependencias interiores estaba facilitando lo que siempre imaginé ante su cuerpo, pero trataba de velar puesto que era la esposa de mi profe. -Marcos no está y va a tardar en volver, dale pasá que lo hacemos en un ratito -Bueno, dije y me puse de pie. Creo que alcanzé a elucubrar en que aquello era propio de  un kamikaze, un traidor y un idiota pero que las hormonas cubren. El ruido de la llave en la puerta me hizo casi explotar el corazón, Ella -le vi el gesto que me sorprendió-compuso una cara de póker mientras me cebaba un mate -Hola mi amor, dijo al ver a su marido entrar…¿No te ibas a San  Nicolás hoy? Adrián se equivocó de día y aquí lo tenemos..-Me estaba yendo, expliqué. El profe, con su habitual bohomía explicó que había paro de micros y que por eso regresó-Bueno, dale ya que está acá empezemos o sigamos con lo de la clase anterior.. ¿En que estábamos?-Si, musitó la señora, en que estábamos?. Creo que solamente yo alcanzé a oírla porque me lo sopló al oído. Y riéndose se fue hacia la cocina a calentar la pava.-¿Ves?, este acorde genera tensión, explicaba Marcos. Más de la que había en mi cuerpo resultaría imposible. Pedí ir al baño de apuro.

 

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