El trío de documentalistas conformado por Andrés Martínez Cantó, Santiago Nacif Cabrera y Roberto Persano trabaja habitualmente con films sociales y políticos. Durante el rodaje de su documental Nicaragua, el sueño de una generación (2012), sobre la Revolución Sandinista, conocieron a Aurora Sánchez, una mujer con una historia familiar que los directores no dejaron pasar: la de los padres anarquistas de Aurora que fueron exiliados de la Guerra Civil Española. Pero el trío también supo escuchar la historia del hermano de esta mujer, Roberto "el Gordo" Sánchez, su historia de militancia en el PRT y su participación en Nicaragua. Y el desenlace tanto de su hermano como del hijo de Aurora, Iván Ruiz, que participaron del Copamiento al Regimiento de La Tablada en enero de 1989. "Ella tiene un libro publicado, Los índalos, del cual nosotros tomamos el nombre para el documental. Y un poco en base a sus relatos y otro a esta relación entre sueños que tiene en el libro con su hermano y su hijo desaparecidos, a partir de eso planteamos la idea", comenta Nacif Cabrera en la entrevista con PáginaI12, de la que también participa Martínez Cantó. Esa historia familiar de exilio, militancia y desapariciones es la que aborda el documental Los índalos, que se estrena este jueves en el cine Gaumont.

-El hijo y el hermano de Aurora Sánchez participaron en la Revolución Sandinista y en el copamiento al Cuartel de La Tablada, donde desaparecieron. ¿Qué encontraron en esos lazos?

Andrés Martínez Cantó: -Iván siempre veía a su tío como si fuese el Che Guevara. Había una admiración íntima y personal sobre todo lo que hacía el tío. El gordo no era sólo un cuadro reconocido dentro del PRT-ERP sino que ya formando parte de la Revolución Sandinista fue un cuadro que podía liderar. Formó parte del famoso comando que ajustició a Somoza en Paraguay. Siempre hubo como una sombra tutelar por parte del tío hacia Iván. Era como un superhéroe de primer lazo sanguíneo, el hermano de la madre. Cuando Iván decidió irse a pelear contra la Contrarrevolución, abandonó el secundario, fue al monte y empezó a formarse militarmente. Y terminó siendo una fuerza especial de Nicaragua: el Comando Pablo Ubeda. Yo creo que no le quedaba otro camino: el abuelo revolucionario, la madre militante revolucionaria, el tío. Entonces, era como que venía...

-Casi genéticamente...

Santiago Nacif Cabrera: -Hay algo de eso que transita la película: la herencia de los espíritus revolucionarios porque viene ya de tres generaciones.

-Lo que los unía también era el motivo de que luchaban por la libertad, ¿no?

A.M.C.-Había una concepción muy libertaria por parte de los dos, tanto de Roberto como de Iván. Tenía que ver con esta cuestión de espíritus indómitos que frente al opresor y al fascismo se les plantaban. Entonces, era avizorar en un horizonte utópico una revolución socialista que quizás ellos no la veían o no la vivían, pero también con la experiencia de Nicaragua formaron parte de una construcción social de un pequeño país de Sudamérica.

S.N.C.-Y también estaba esta idea guevarista de "donde hay una necesidad, donde hay un oprimido, ahí un verdadero revolucionario tiene que estar". Eso lo llevó al gordo desde la "comodidad" de Francia en su exilio, viajar a Nicaragua y participar de la revolución. Fue lo que también los impulsó tanto al gordo como a Iván venir desde una Nicaragua revolucionaria y triunfal a participar del Copamiento de La Tablada.

-¿El índalo es un símbolo protector?

S.N.C.:-Sí, eso nos enseñó Aurora.

A.M.C.:-Es de la cultura mojácar del sur del España. Ella adoptó ese símbolo y, de alguna manera, transfiguró sus seres ausentes en ese símbolo. Esos grandes índalos que son los protectores.

-¿Por qué creen que considera a su hermano y a su hijo de esa manera?

A.M.C.-Es una cuestión muy espiritual, lejos de lo New Age, pero hace que esté resguardada por estos dos índalos. Tal vez es una forma de evocar la ausencia.

-¿La idea de la película fue trazar un recorrido que fuera de lo político a lo humano de esta mujer?

S.N.C.:-Puede ser una buena lectura, sí. Obviamente nos interesaba todo el trasfondo político que tiene la historia familiar de Aurora, pero también nos interesaba llegar a eso, a lo humano de la historia, a conocer a Aurora en profundidad y qué fue lo que la llevó a ella a bautizar a su hermano y a su hijo como sus índalos. Compartimos mucho tiempo, un viaje a Europa, con todo lo que significó para ella volver a sus orígenes. Compartimos su casa en Nicaragua y eso nos permitió llegar a momentos muy humanos de la historia.

-¿Es también una película sobre la muerte o que trasciende la muerte?

A.M.C.-Es un documental que aborda varios temas. Primero, es una película sobre una familia. Hay una línea política pero la trama central es casi íntima y tiene que ver con el núcleo familiar. Estamos trazando la historia de una familia de militancia revolucionaria de armas tomar. Por otro lado, con esto de la muerte, hay una parte muy linda en la película cuando ella dice que le encanta hablar de Iván porque piensa que él está ahí. Yo creo que no es una película sobre la muerte ni sobre las ausencias sino sobre cómo se transfiguran ausencias en presencias, cómo esas personas están con ella, la habitan, la acompañan.