El ajuste no alcanza ni para mejorar la balanza comercial. En julio registró un saldo positivo de 951 millones, el más bajo desde febrero pese al empujón que genera a esta altura del año la cosecha de oleaginosas. El volumen de exportaciones fue de 5856 millones de dólares, un 8,3 por ciento por encima de igual mes del año pasado, mientras que las importaciones se contrajeron 20,6 por ciento, hasta los 4905 millones. Esta caída de las compras externas, principalmente por menor demanda de bienes intermedios para la producción local, permitió mostrar otro resultado positivo para la balanza frente a un déficit de 772 millones de un año atrás. El efecto de la recesión, que disminuyó las importaciones en casi todos los rubros, da cuenta de un intercambio comercial que bajó en un 7,1 por ciento interanual, hasta contabilizar 10.761 millones de dólares.

En siete meses, las importaciones registraron una baja del 26,8 por ciento (30.068 millones de dólares), en tanto que las exportaciones avanzaron solo 3,3 por ciento (36.608 millones), arrojando un superávit de 6540 millones de dólares, contra un déficit en igual lapso del año pasado de 5636 millones.

La balanza comercial exhibe una reprimarización cada vez mayor de las exportaciones. “El superávit comercial de julio fue producto de un aumento en las exportaciones, que se explicó principalmente por un incremento en las ventas de semillas y frutos oleaginosos, cereales, grasas y aceites, residuos y desperdicios de las industrias alimentarias y carne y despojos comestibles”, señala el informe del Indec. También respondió a una caída en las importaciones, en particular de vehículos terrestres, sus partes y accesorios. Esto último se condice con la delicada crisis que exhibe el sector automotor. Se compraron, además, menos calderas, máquinas, aparatos y artefactos mecánicos y sus partes, entre otros.

La disminución en las importaciones se explicó principalmente por menores cantidades adquiridas. Los precios respecto de un año atrás se redujeron 6,9 por ciento pero las cantidades se contrajeron 14,8. En relación a junio previo, las importaciones en términos desestacionalizados aumentaron 3,8 por ciento. En comparación con igual mes del año pasado se destacó la caída en la importación de bienes de capital, con el 25,3 por ciento, seguida por bienes intermedios, con un rojo de 8,3 por ciento, y piezas y accesorios para bienes de capital, con una baja de 4,6 por ciento. Se trata de tres importaciones que responden a tres fases de producción local. El peor desplome fue en la compra de vehículos automotores de pasajeros, cuyas compras se redujeron 49,3 por ciento interanual. En combustibles y lubricantes el recorte fue del 40,4 por ciento. Las compras de bienes de consumo bajaron 24,9 por ciento.

La mejora en las ventas externas se explicó por un aumento de 20,2 por ciento en cantidades, que sobrepasó la caída de 9,9 por ciento en precios. En la medición desestacionalizada contra junio previo la suba fue de 7,8 por ciento. Los números son dignos de una economía reprimarizada y agroexportadora. Las principales ventas fueron en productos primarios, con un alza de 56,2 por ciento, y de manufacturas de origen agropecuario (MOA), con el 9,5 por ciento. Las manufacturas de origen industrial (MOI) retrocedieron 17,8 por ciento y en combustibles y energía cayeron 6,3 por ciento. “Las exportaciones se incrementaron principalmente por las mayores ventas de porotos de soja excluidos para siembra, maíz en grano, harina y pellets de la extracción del aceite de soja y carne bovina, deshuesada, congelada”, detalla el informe del Indec.