La habitación está bastante oscura y la nena que se sienta frente a nosotras -no tiene más de diecisiete años, como mucho veinte, muy bien llevados- me parece, en principio, que sólo nos va a tomar los datos o hacer una introducción pero resulta que no, que no dice nada y prepara las cartas con precisión y rapidez, y entiendo entonces que ella misma es el oráculo. Miro alrededor buscando una señal de alguien mayor y más sabio y sólo veo la habitación pequeña y cuadrada, una maceta con tierra y sin planta, una mesa con un mantel manchado y las sillas sobre las que estamos sentadas nosotras tres. Y esta es la primera vez que me pregunto si hicimos bien. Pensando en Marita que me la recomendó y tratando de juzgar si mi compañera de oficina es una persona confiable en este aspecto, ya sospechando que no y que debí preguntármelo antes; me pierdo la parte en que Nora le hace la primera pregunta. Pero ya sabemos las dos muy bien a qué vinimos, así que rearmo la consulta en mi mente, como la ensayamos: "qué le pasa a este tipo con vos -conmigo- sí, con vos -conmigo- a este tipo. No. Cómo debés hacer/ estrategias/ si está verdaderamente enamora.../ si está dispuesto a cambiar/ si vale la pena esperar un cambio". Algo así le habrá terminado diciendo.

--Jaganatha -dice la chica cuando pone la carta sobre la mesa y la golpea repetidamente con su uña del dedo índice, una uña pintada de rosa con (me acerco a ver, no yo misma porque sería muy evidente, sino mis ojos, mis ojos enfocan más, porque no doy crédito) con un sticker de gata Kitty. "Ay, no", pienso y mis ojos deben haberse cerrado involuntariamente.

Miro la carta. El personaje que se ve parece mirarnos, feliz. ¿Por qué está feliz? Desconfío, mientras lo analizo con los ojos entrecerrados. Él parece que los abre más, más grandes. Me doy cuenta de que es como una máscara. Buenísimo, claro, una máscara. Me muevo feliz en mi silla. El engaño o algo así.

--El Dios del Universo -interrumpe mis pensamientos la chica gata Kitty.

--Qué -digo, incrédula.

--El Dios del Universo.

--De qué universo.

--De Todo el Universo.

Hay algo que no me gusta y meneo la cabeza.

--Es una máscara -le digo- ¿El Dios del Universo usa máscara? ¿Se ocultaría? ¿Para qué?

Ella no me contesta y continúa.

--Es propicia -empieza la frase mirándome a mí pero la termina mirándo a Nora.

--Propicia -dice Nora, como si despertara de un coma de semanas. Mira con interés cuando lo dice. Busca con la mirada. No se lo debe poder creer. Como un enfermo terminal cuando le informan: "Hay un último tratamiento que podemos probar". "¿Un último tratamiento?", dirá el enfermo despertando de la muerte, crispando las manos, abriendo muchos los ojos. Así está Nora.

--¿Propicia? -digo yo y mi voz parece la de una urraca. No quiero ser mala, pero ¿propicia? La chica sigue:

--Veo una cosecha abundante...

--¿Perdón? -interrumpo.

La fan de Kitty O devenida a pitonisa de barrio me mira. Me adelanté, okey, me adelanté. Nora acaba de cortar con ese idiota, claro que habrá una cosecha, ahora se lo dirá: hiciste bien en alejarte de esa mala influencia, hay mucha luz al final del camino y esas cosas. Me revuelvo en mi silla y decido esperar. Me muerdo una uña. ¿A qué sabrá una uña gata Kitty? A frambuesa artificial, seguro.

--Hay una cosecha abundante en esta relación, si estás dispuesta a...

Ya casi no la escucho. Abro mucho los ojos, casi tanto como el Dios en la carta. Siento que se me ríe. Se sacuden sus abalorios de colores, sus cuentas doradas, sus plumas. Ridículo como esta bruja que me mandó Marita. Como en sueños, oigo algo sobre las malas influencias de falsos amigos, sobre máscaras que caerán a su debido tiempo, sobre no dejarse llevar por nadie y hacer caso al amor, porque hay amor y felicidad y abundancia y futuro...

--Pará, pará, pará, pará -interrumpo- ¿le vas a creer a esta tipa?

--Vos me dijiste que venga -me responde Nora con esa cara de vaca que pone.

--Y vos viniste -la increpo- porque hay que decirte todo. Si no, no hacés nada. Como con este estúpido de tu ex. Que te usa. Que te cambia por sus amigos. Que no te dedica tiempo. Si no estoy yo para avivarte. Todo tengo que hacer. Hasta presentarte a mis amigos. Ni amigos propios tenés. Hasta tu ex, que era mi compañero de secundaria. Vos ni eso. Vos ni eso -y, después de unos segundos: Vos ni eso.

Miro a Nora, miro a la minita. Las dos me miran raro, una como si yo me hubiera vuelto loca, la otra con cara de "ya lo decía yo". Pego media vuelta y me voy. Llego a escuchar, a mis espaldas, un: "¿seguimos?" y a Nora que dice que sí.

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*Texto escrito en el marco del Taller de lectura y escritura creativa de Jauss Espacio de Arte, Rafaela, coordinado por Dahiana Belfiori.