Es febrero, Fabi entra al jardín de infantes, su lugar de trabajo. Por primera vez lleva a su trabajo la ropa que quiere ponerse, un vestido estampado con flores; y los labios como le gusta pintárselos, rojo mate; y el pelo, lacio, oscuro y suelto. Está nerviosa pero más feliz que nerviosa. Extrañó. Los de Sala de 3 ahora están en sala de 4. Todos los años es igual, crecen. Algunos se van, llegan nuevos, siempre hay cambios.

Termina de subir las escaleras. La ven: “Fabi, Fabi, Fabi”, gritan.

El apócope de su nombre permite eso, no es necesario ningún cambio. La lengua que eligió enseñar también lo permite. Fabi sigue siendo: "The english teacher".

Entra al aula. La agarran de las piernas, no la sueltan, compiten a ver quién la abraza más. Ella baja a su altura. Saluda, les da besos.

- ¿Por qué tenés puesto un vestido? -pregunta una de las niñas sde sala de 4.

- Porque me gusta…-contesta Fabi.

La nena le sonríe, sabe que es Fabi. En ningún momento ningunx de lxs chicxs la confunde con una hermana o con otra persona aunque su ropa, su pelo y sus labios estén distintos. El resto de lxs chicxs comienza con la dinámica de la clase. Se sientan en sus sillas de plástico azules mientras Fabi prepara en la computadora la canción de los saludos en inglés.

Así, a los 22 años, Fabiana Rodríguez Arce hace su cambio de género como maestra trabajando en una institución de educación inicial privada, El principito, donde va mi hijo desde que tiene un año. Los chicxs se habían despedido en diciembre de lo que para ellxs era el profe de inglés, y ahora, en sala de cuatro, recibían a Fabiana, la profesora de inglés. Yo la conocí este año.

Ese primer día ¿tuviste miedo?

Con los chicos no. Nunca. Estaba aterrada con todas las otras personas, en todos los otros ámbitos. Todo me asustaba. Mi mamá, mi abuela…. ¿Será que podré? pensaba. Comunicarlo en el jardín, también. Pero con los chicos no. Con ellos nunca tuve miedo o dudas.

¿Por qué?

Primero porque creo que los chicos no tienen los prejuicios y los estereotipos de muchos adultos, en esta edad menos. Y por otro lado, porque me conocían como docente desde el año pasado donde tuvimos un vínculo hermoso y entonces yo supe que eso iba a prevalecer ante todo. Sabía que ellos siempre iban a saber que yo soy Fabi y que, bueno, a partir de este año soy su profesora. Estaba segura de que se iban a quedar con lo que yo soy como persona. Ellos me ven a mí y ven a la persona, más allá del género. Siempre lo supe y realmente fue así. Fue un proceso hermoso. Incluso este año fortalecimos aún más el vínculo porque es el segundo año que están conmigo.

Primero vieron el cambio en tu ropa, el maquillaje y después ¿qué más les contaste?

Yo sabía que quería contárselos en el momento de compartir las experiencias de las vacaciones, aprovechando que es lo primero que se habla en un primer día de clases. Entonces les pregunté qué había hecho cada uno, a dónde habían ido. Me fueron contando. Les pregunté cómo se habían sentido, qué les había gustado, que no... Y uno de ellos me dijo que había ido a la playa. Entonces ahí aproveché para decírseles que yo también había ido a la playa y así como ellos habían conocido lugares, y se habían hecho nuevos amigos, yo también tenía algo para contarles. Les dije que en la playa me encontré conmigo misma, que las vacaciones me ayudaron a pensar mucho y a descubrir que necesitaba un cambio para estar más contenta porque me había dado cuenta de que en realidad yo siempre había sido una nena, una señorita. Entonces les dije que después de las vacaciones decidí que iba a hacer un cambio. Que iba a ser Fabiana, la profesora no el profesor, y que ellos me podían seguir diciendo Fabi.

¿Y después?

Iba a seguir hablando, pero para ellos ya era suficiente. Siguieron con sus cosas. Cero prejuicio. Siguió la clase. No preguntaron nada más. Después cuando pasaron los días, a veces, alguien se confundía y me decía “profesor” o mi nombre de antes. Yo les decía: “Noo, acuérdense cómo me llamo ahora… Fabiana”. Y listo. Les gusta mucho cuando voy con trenzas. Me peinan. Me acarician el pelo.

¿Y vos cómo eras de chica?

Me crié en Hurlingham, en un entorno familiar donde había mucha represión. Para mí todo tenía que ser de nene, todo celeste. No había lugar al “a ver qué sentís vos, qué querés”. Me acuerdo que mi abuelo tenía un jardín hermoso en su casa, lleno de plantas, y como yo no podía tener una muñeca jugaba, ya era grandecita tenía unos 12 años, con las plantas como si fueran muñecas. ¿Viste esas que caen? Yo imaginaba que era el pelo de una princesa. Me armaba todo un mundo de fantasía. Porque nunca pude tener una muñeca.

¿Cómo viviste tu transición?

Desde que tengo noción de lo que ocurre alrededor mío, alrededor de los 4 o 5 años, yo me acuerdo que ya quería jugar con muñecas, cantar canciones de chicas, jugaba a juegos que yo pensaba que eran de niña a escondidas. Me encantaba el color rosa, y yo nunca lo pude tener o pedir. Me gustaba mucho ver cuando mi mamá se compraba ropa nueva. Me llamaba mucho la atención y nunca podía decir nada por el contexto, pero creo que yo a partir de los 4 o 5 años ya tengo noción y la transición empezó desde ahí hasta hoy.

¿Cuándo hiciste el cambio de identidad?

En 2018. Para mí fue un peso muy grande porque yo ya estaba trabajando como profesor entonces no sabía qué podía pasar. Estudió también en el Lenguas Vivas y mi familia… Mi familia me decía: vos fíjate que no ves chicas trans como docentes trabajando en las escuelas. Y a mí me asustaba. Es verdad, pensaba yo. Mi mamá tenía miedo.

¿De qué tenía más miedo tu mamá?

Pensaba que yo iba a terminar en la prostitución. Porque las salidas parecen ser sólo la calle o la peluquería. Y yo quiero mostrar que no. Desde mi lugar, para que también esas chicas trans que hoy sienten “no voy a poder hacer lo que de verdad me gusta” -porque esta sociedad me discrimina y me mata- vean que yo pude. Tenemos que poder.

¿Quiénes crees que influyeron en vos como modelos?

En mi infancia y preadolescencia yo no entendía nada acerca de las identidades, no se hablaba de nada de eso en mi casa, ni en la escuela. Yo no sabía casi nada. A las primeras mujeres trans que conocí fueron a Cris Miró y después a Florencia de la V en la televisión. Las veía como mujeres muy bellas. Y grandotas. Admiraba sus piernas...Me encantaban. Esas fueron las primeras mujeres trans que yo conocí. Después a los 15 años empecé a ir a teatro y ahí me hice amiga de dos chicas que transicionaron. Cuando las conocí tenían su identidad anterior y más o menos a sus 20 años hicieron el cambio exterior. Recuerdo que en ese momento que las admiré mucho. Admiré su valentía. Después con los años nos dejamos de ver, pero ver esa valentía a esa edad, creo que influyó mucho en mí.

¿Y por qué elegiste trabajar con niñxs?

Siempre me gustó la docencia. De chica lo sentaba a mi hermano Yoel y jugaba a que era la maestra de él. Probé varios niveles y lo que más me gustó fue siempre trabajar con niños. El jardín me encantó. Podemos cantar, bailar, hay mucha libertad.

Me dijeron en el jardín que también bailás…

Sí, estoy haciendo la carrera de danza. Me gané una beca en la escuela profesional de bailarines de David Señoran y todos los días curso, bailo. Es mi pasión.

REUNION DE PADRES 

En el jardín El principito se prepararon para encarar el proceso durante las vacaciones de verano de 2018 a 2019. Nora Corro estuvo en la sala ese primer nuevo día de Fabiana. Es una de las directoras de la institución junto con Nélida del Mónaco. Ambas, hablaron con su equipo, con sus supervisorxs y se asesoraron. También realizaron un taller con las familias en donde hablaron sobre diversidad y luego comunicaron cómo el jardín iba a acompañar a la docente en su transición.

Nora, ¿cómo fue el proceso?

Todos los años a fin de año nosotras (Nora y Nélida) les preguntamos a los docentes especiales si van a seguir el próximo año. Fabi en ese momento nos dijo que iba a depender de nosotras. No entendimos. Pidió hablar a solas y nos contó que iba a hacer su transición de género… Nos mostró su foto como mujer. La felicitamos, le dijimos que nos parecía bárbaro, pero que teníamos que hablar entre nosotras. Fue un cimbronazo. Sobre todo porque la decisión ya la habíamos tomando simplemente con mirarnos con Nélida. Ya sabíamos que esto lo habíamos aceptado. Pero la duda era qué iba a pasar con las familias, sobre todo con las familias de los niños que ya la habían tenido como varón.

A 7 años de la sanción de la Ley de identidad de género y a 13, de la Ley de Educación Sexual Integral todavía las familias representan un miedo para las instituciones frente al cambio de género de una docente aunque este cambio esté enmarcado dentro de la legislación vigente. Si bien como sociedad hemos logrado grandes avances legislativos, sociales y culturales aún hoy la diversidad es vista como algo peligroso para algunas familias.

La gran modificación que trae la Ley de Educación Sexual Integral es que va a decir que aquella educación que durante muchos años fue monopolio de las familias, o sea que pertenecía al ámbito de lo privado, va a pasar a formar parte del orden de lo público al establecerse como un derecho de niñxs y, por lo tanto, una obligación del Estado impartida en las instituciones educativas de todos los niveles. La tensión que se abrió a partir de la ley y que pareció, durante algunos años, que se iba diluyendo, se recrudeció el año pasado frente al debate por el aborto legal, seguro y gratuito de la mano de los grupos antiderechos. Esta tensión aumentó no sólo de parte de familias a escuelas, sino hacia adentro de las escuelas también entre docentes y directivxs. El desfinanciamiento del programa, que se tradujo en menos capacitaciones, falta de materiales y libros en las escuelas y ningún tipo de supervisación agudizan el problema. Otro agravante viene ya con la ley, el artículo 5 establece que “cada comunidad educativa incluirá en el proceso de elaboración de su proyecto institucional, la adaptación de las propuestas a su realidad sociocultural, en el marco del respeto a su ideario institucional y a las convicciones de sus miembros”. Este punto fue y es utilizado por establecimientos educativos – en su mayoría religiosos católicos y evangélicos- para no dar contenidos obligatorios de la ley en relación al género y la diversidad. Es por eso que es uno de los puntos que se busca cambiar en la reforma de la ley.

¿Cuáles fueron los pasos a seguir?

Buscamos asesoramiento, hablamos con la supervisora del área técnica de DGEGP (Dirección general de Educación de Gestión Privada) y ella nos orientó. Fui a un jardín en donde habían trabajado muy bien con unos talleres de Educación Sexual Integral. Hablé con la directora. Conseguimos materiales del Ministerio y compramos otros que nos fueron recomendando para tener todas las herramientas necesarias.

¿Qué pasó con las familias?

El problema que hoy muchas veces tenemos es las familias y los whatsapp. Es una realidad con la que una convive y tiene que ver cómo resuelve situaciones para que no haya malos entendidos frente a cambios en la escuela. Cambios de cualquier tipo. Entonces, frente a esta realidad, nos pareció que lo más adecuado era hacer una reunión con las familias para que la información les llegara de nuestra parte. Y para brindarles seguridad.

¿Cómo fue la comunicación?

Citamos a las familias de sala de 4. Trabajamos con todo el equipo del jardín, con la coordinadora pedagógica Paola Baldassare también y las maestras de sala... Lo que hicimos fue no empezar con el caso puntual, sino hablando de diversidad. La diversidad de familias. La apertura del jardín a atender a la diversidad religiosa, de nacionalidad…, de niños y niñas, este jardín tiene esa condición. Y poner el caso de Fabiana último para que no se centrara ahí el foco o se pensara que era un debate. No era un debate, lo nuestro era una decisión. Repartimos material de educación sexual integral y cuando terminamos les comunicamos la decisión de acompañar a Fabiana. Les dijimos que se sintieran seguros que nosotras íbamos a abordar esto desde una mirada profesional pero hacia un niño que no tiene el mismo prejuicio que puede tener un adulto que viene con sus mochilas cargadas.

¿Y qué respuesta tuvieron?

Manifestaron algunas dudas, y les dijimos que no se apresuraran a responderlas, que esperaran, que íbamos a estar acá en la dirección para responder todo, las veces que necesitaran. Bueno… Al otro día, llego a la mañana y me encuentro con tres madres de la sala de 4 esperándome. Y dije: Ay Norita, agarrate. Pero no. Habían venido para felicitarnos. Para decirnos que se habían sentido acompañadas y que el taller les había servido… Después hicimos con la sala de 3 un taller muy similar. Ahí era diferente porque eran familias cuyos hijos no habían tenido a Fabi. En la sala de 3 directamente ella se presentó como Fabiana.

¿Alguna familia se manifestó en contra de la situación?

Sí, una madre se acercó para decirnos que ella no sabía si quería hablar ya con su hija de 4 años un cambio de género. Entonces charlamos con ella acerca de la educación sexual, de las leyes, charlamos mucho, y terminó comprendiendo.

LO ESENCIAL NO ES INVISIBLE

Ahora es julio, vine a ver una clase de Fabiana en la sala de 4. Cantan una canción en inglés. Una de las nenas no, juega con cds y no le gusta si alguien sale del aula, grita y llora si pasa hasta que la calman sus maestras. Me mira con curiosidad, de reojo, no se acerca. Todos lxs niñxs están raros. Quieren saber qué pasa. Por qué estoy yo sentada en el piso mirando.

- ¿Por qué está ella acá?- le pregunta una nena a Fabiana.

- ¿Por qué viniste?- se acerca un nene y me encara. 

- ¿Te vas a quedar?- pregunta otro con ganas de que diga que sí.

- Son muy curiosos- me dice la maestra de la sala con una sonrisa- Dejenla- les pide.

Pero me siguen mirando. Con sospecha. ¿Y cómo no? Soy una extraña observando su normalidad. Me despido. Salgo de El principito. Pienso en la frase que acompaña el cartel de bienvenida en la web: “Lo esencial es invisible a los ojos” ¿será así? o mejor desterramos lo invisible y cambiamos los ojos.