Brasil. Festival Internacional de Cine de Gramado, el más importante y antiguo del país. Lleva 47 ediciones ininterrumpidas. Se fundó para la promoción y puesta en valor de la industria cinematográfica brasilera. Y se nota, porque 47 ediciones más tarde siguen promoviendo lo propio. Consideran, y con razón, que un país sin cultura no es un país completo. Y que el arte y la cultura son eminentemente políticos.

Fuimos invitados a Gramado con una película muy especial, La forma de las horas, dirigida por mí y protagonizada por Julieta Díaz y Jean Pierre Noher, acompañados por la participación especial de Paula Robles como bailarina. Y en este caso no digo “mi” película, porque este film es mucho más que eso. Es que, como recordó Julieta en la conferencia de prensa posterior a la proyección en la que nos hacían miles de preguntas acerca de nuestra particular forma de producirla, una tarde de noviembre le dije muy triste que no aguantaba más sin filmar, que si no filmaba me iba a morir, que quería filmar una película aunque no tuviéramos dinero ni apoyo del INCAA. Ella me dijo "sí" en el acto. Yo le dije "pero ni siquiera te mostré el guión" y ella me respondió "después lo leo, confío ciegamente en vos". Y también me dijo que tenía exactamente nueve días libres. Así que armamos el equipo y allí fuimos detrás de eso sueño. Nos fuimos al mar.

No es que la hicimos “sin dinero”. No somos principiantes ni tampoco la hicimos con una cámara familiar, más bien todo lo contrario, y tal vez por eso, y tal vez porque todos estábamos sintiendo lo mismo, fue algo contagioso y lleno de mística lo que ocurrió.

Se sumaron voluntades: Jean Pierre, Paula Robles. A nadie le interesaba cobrar, todos estábamos necesitando filmar para no morirnos. Y entonces mi amigo del alma y Director de Arte, Rodolfo Pagliere, trajo a uno de los Directores de Fotografía más importantes del cine argentino y la noche que cenamos en casa con Rodolfo y con el enorme Hugo Colace, le sonó el teléfono y le avisaban que había nacido su nieta. Así que esa criatura nos llenó de felicidad y esperanza, y brindamos por los nacimientos en general, por el de su nieta y por el de El Club, nombre que más tarde le dimos a lo nuestro.

Luego se sumaron el gran Leo Sujatovich en la música, los músicos de la Filarmónica de Buenos Aires, estudios de grabación. HD Argentina nos prestó los equipos y aportó la post producción de imagen, la empresa Tauro Sonido aportó la mezcla 5.1, la hermosa y queridísima amiga Patri fue nuestra mecenas para gastos logísticos. Los actores y los demás rubros no solo cedimos sus honorarios sino que además pusimos dinero de nuestras difíciles economías familiares.

Los vi llegar a Nico Giusti y Cesar Custodio, sonidista y montajista además de queridos amigos, debajo de la lluvia con sus sonrisas a nuestra primera reunión, y sentí claramente el amor por el cine, y por ellos, claro. La complicidad de que no estábamos haciendo solo una película. Es que todos teníamos otros sueños perdidos en laberintos de expedientes no muy claros. Todos estábamos esperando filmar nuestros otros proyectos -aún seguimos esperando- y esto fue un acto de resistencia.

La hicimos, la terminamos, la pagamos, la película es de todos en partes completamente iguales. No hay cooperativa, no hay puntajes, hay solidaridad. A mí me gusta llamarla así: producción solidaria.

El dinero es un gran ordenador de los vínculos, pero el amor lo es más.

La película ganó en Gramado -nuestro estreno, además- el premio a la Mejor Actriz para la enorme Julieta Díaz, quien no solamente me dijo que sí sin leer el guión sino que vino a la costa con su pequeña hija. Y fue así que pasamos 8 jornadas filmando 15 0 16 horas por día, y al mismo tiempo barriendo la casa donde vivíamos y filmábamos, y tomando unos vinos de noche, y riéndonos y cuidando entre todos de la pequeña Elena y de nosotros mismos, y nos hicimos inseparables. Por eso le pusimos El Club.

Ahora nos vamos a EL Cairo, donde fuimos seleccionados, y en noviembre estrenamos en el Malba. Pero la experiencia de Brasil fue particularmente emocionante. Claro, ellos están ahora como estábamos nosotros en 2016, con incertidumbre y en plena lucha. Me invitaron a dar charlas, a contar nuestra experiencia con El Club y con nuestra película, nuestra particular forma de haberla sacado adelante. Una importante productora dijo al final de mi ponencia algo así como “miren a Paula, vamos hacia allí”, lo cual escuché en doble sentido, claro, pero sobre todo escuché mi respiración. Estamos vivos. Estamos fuertes. Estamos haciendo cine. No pudieron con eso.

Gramado en un festival en el que el glamour y la belleza están presentes las 24 horas. En el que a los costados de la enorme alfombra roja se agolpan miles de personas a ver pasar artistas y a saludarnos. Porque eso las hace parte. Dos días antes del cierre, el Presidente de Brasil censuró una serie de temática LGTBI, lo cual generó la renuncia inmediata del Secretario del Cultura. Recordemos que desde la asunción de Bolsonaro, el Ministerio de Cultura de Brasil fue disuelto. ¿Les recuerda a algo?

ANCINE, el organismo que subsidia y fomenta a la enorme industria cinematográfica y audiovisual brasileña, está en serio peligro de cierre, o de intervención directamente en los contenidos y en el recorte presupuestario. ¿Les suena? ANCINE lo creó Lula. No fue magia.

Las empresas de cine reunidas en el Mercado que fue parte del Festival están aterradas porque van a tener que cerrar. ¿Les suena? La industria brasilera pujante se generó a partir de la creación de ANCINE. No fue magia.

Hay una decisión política detrás de las películas que filmamos. O bien hay una decisión política para que no filmemos. Es importante tener eso muy en cuenta de cara a octubre. Y no se trata de que filmemos, se trata de que la Argentina tenga su cine, cuyos destinatarios son las personas que consumen cultura.

Cine del grande y del pequeño, del que vende millones de entradas, del experimental, del de autor, y salas abiertas y gente yendo al cine no como un privilegio sino como un derecho. El derecho a la cultura propia. A no mirarnos con miradas de otros sino con la nuestra. Es tan simple como cumplir la ley. O dejar de incumplirla. Llevó mucho esfuerzo nuestra Ley de Cine y -aunque es perfectible-, si se cumple, funciona. Todo lo demás es relato. Se trata de cumplir la ley.

Pero vuelvo al glamour de la alfombra roja de la gala de clausura. Artistas brasileños y extranjeros estábamos allí manifestando por “un arte libre y sin censura, por el cine, por la cultura” hasta que empezaron a llover piedras de hielo. Sí, piedras de hielo sacadas de las cubeteras gigantes eran arrojadas desde los laterales del odio. “Gente” que se acercó a saludar artistas pero en cuanto los artistas tuvimos opinión, nos pronunciamos y manifestamos, nos apedreó. Hubo heridos y hubo sangre. Así. El mismo odio. El mismo irracional odio que desciende desde el poder y contagia a la ciudadanía. ¿Les suena?

Así fue que el acto de clausura, ya dentro del hermoso Palacio del Festival, se convirtió en un acto claramente político, un acto de resistencia contra ese odio y a favor de todas las voces. Me conmovió muy especialmente una directora bajita, que tomó la palabra, muy nerviosa, y cada dos frases gemía de angustia y tomaba aire para proseguir.

Ella dijo: “Nosotros vamos a continuar haciendo cine, construyendo la imagen de nuestro país en toda su potencia y diversidad. El cine es nuestra arma esperanzadora, política por esencia, y este proceso que está aconteciendo en Brasil no va a pararnos. Nosotros vamos a resistir trabajando y contando historias para que todo el cine brasileño pueda verse y pueda proyectarse en las pantallas, vamos a resistir para seguir existiendo. ¡Viva el cine brasileño y todos nosotros que hacemos arte en este país!”

Mientras esto sucedía y mientras escribo esto, el Amazonas se incendia. La barbarie es total.

América latina atacada por latinos. El sueño perfecto del gran poder.

* Directora de cine