Era de las que ponía el cuerpo las veinticuatro horas, respiraba y militaba, viajaba y denunciaba, discutía y consensuaba. "Militante revolucionaria, comunista, humanista, antiimperialista, antifascista, defensora de presxs politicxs y torturadxs, luchadora por la vivienda digna, por los derechos de género, por un mundo en el que todo sea para todxs, allí estuvo siempre Graciela Rosenblum, en la Liga, abriendo las puertas a todxs y cada unx que en este mundo sufriera una injusticia", escribieron sus compañeros de la Liga Argentina por los Derechos Humanos ante su fallecimiento. La despidieron en su barrio, Parque Patricios, y en su otro espacio de militancia, el Movimiento Territorial de Liberación (MTL). 

"El campo popular de Nuestra América despide a una de las más dignas y heroicas camaradas, compañera, madre, hermana, amiga, maestra. Graciela fue la revolución misma. Quienes compartimos nuestra vida con ella, la vamos a extrañar, y aquí estamos para llevar sus ideales a la victoria. En su memoria y por su lucha, venceremos. Te amamos. Estamos comprometidxs con derrotar al macrismo y abrir paso a la democracia verdadera en Argentina", dijo el organismo. "Esta madrugada nuestro corazón se estrujó al recibir la noticia del fallecimiento de nuestra compañera y presidente de la Liga, Graciela Rosenblum. Su paso por este mundo definitivamente estuvo marcado por una ternura enorme, brazos de abrazos y caricias de combates infinitos", dijeron sus compañeros de la LADH.

Desde la agencia Andar y la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) expresaron que Rosenblum "fue una militante y luchadora incansable por los derechos humanos. Se integró en plena dictadura militar a la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, organismo que actualmente presidía, desde donde luchó sin descanso contra la impunidad de ayer y hoy. Compañera de tantas luchas y batallas, Graciela deja un enorme camino construido en la lucha por la memoria, la verdad y la justicia". 

La última vez que habló con PáginaI12 fue para coordinar una visita en la cárcel a Daniel Ruiz, el militante del PSTU preso en Marcos Paz por haber participado de la protesta contra la reforma previsional. Ella ya había acudido a verlo, junto a sus compañeros de los demás organismos de derechos humanos y dirigente políticos, al igual que a Fernando Esteche. También tuvo un activo rol durante el juicio por el caso del Negrito Avellaneda, y fue imprescindible contra la impunidad en la causa por las responsabilidades políticas de la Masacre de Avellaneda. Su voz gastada, inconfundible, atendía el teléfono a cualquier hora, su sonrisa y abrazo decía presente en todas y cada una de las marchas por la memoria, por la protesta social, por la libertad de los presos.

En las redes se repitió el "hasta la victoria, siempre querida Graciela", en boca de Patricia Walsh, Carlos Lordkipanidse, Carlos Rozanski, Horacio Pietragalla, María Rachid, entre otros y otras. Organizaciones como la CTA, Hijos, Abuelas de Plaza de Mayo, Suteba, el Foro de Presxs Políticxs, la Correpi y el Ceprodh, y dirigentes como Luis D'Elía y Myriam Bregman la despidieron.

Carlos Aznarez la definió como "una luchadora fundamental, su vida y obra se identifica con su andar en la Liga Argentina por los Derechos Humanos, una entidad, que como ella, jamás dejó en la estacada a nadie de nuestro amplio mundo de la izquierda, que estuviera perseguido o perseguida por la represión".

Graciela militó desde muy joven, en plena dictadura tuvo a una de sus hijas. Así lo contaba en una columna que escribió a 30 años del golpe genocida para PáginaI12. "Era sumamente difícil poder disfrutar plenamente sus primeros pasos, sus travesuras, cuando cotidianamente escuchaba en las oficinas de la Liga Argentina por los Derechos del Hombre, institución primera y por mucho tiempo única con puertas abiertas a todos, a las madres y los familiares, repetir: 'Anoche unos hombres vestidos de civil se llevaron a mi hijo, destrozaron mi casa y cuando fui a denunciar a la comisaría me dicen que se fue de la casa o que se fue con otra si era una esposa', con sus niños que todavía lloraban aterrorizados preguntando por la mamá y su papá". El compromiso de Rosenblum con los trabajadores, los perseguidos y los presos políticos fue coherente durante décadas y se mantuvo firme hasta el final de sus días.