“Si cayera un marciano hoy a la Tierra, se haría fan de Trigémino”. Envalentonado, Jorge Minissale, miembro fundador de la banda de rock progresivo, contesta la pregunta por la positiva. Sonriendo, claro. La pregunta, que imagina un extraterrestre como personaje, versa sobre cómo explicarle a ese extraño ser los rasgos de este grupo que nació y se desarrolló entre 1976 y 1981, y que, tras un largo lapsus, volvió con un disco, a punto ser mostrado en vivo.

El álbum en cuestión se llama Trampas para engañar y la presentación será hoy sábado 7 de septiembre a las 21 en el Teatro Monteviejo (Lavalle 3177). “Al marciano se le podría explicar que Trigémino es una grupo de rock sinfónico que ha quedado congelado por varios años y que a fines de 2018, luego de la edición de Trampas…, vuelve a activarse en una escena musical bastante diferente a la que solía encontrarse tiempo atrás”, recuadra Minissale, a la sazón guitarrista del grupo que completan tres experimentados músicos argentinos: Juan “Pollo” Raffo en teclados; Marco Pusineri en batería, y Carlos Garófalo en voz, bajo y guitarra acústica.

-En línea con la figura interestelar utilizada como personaje para la pregunta inicial, un fan del grupo comentó en YouTube que la publicación del disco es “un acto de justicia del cosmos”. ¿Qué reflexión les merece esto?

Carlos Garófalo: -Bueno, dicen que el universo siempre te manda un retorno. Uno no sabe qué pasará con lo que mandó, porque puede regresar distinto a cómo lo recordamos. Pero afortunadamente esta concreción vino a darle a este trabajo el lugar que merecía. Me siento a gusto con el logro y con este vuelto del destino.

El logro, el “vuelto del destino” al que refiere el cantante y bajista es fruto de -según Minissale- un bloque de canciones “con gran desarrollo melódico y armónico”, fusionadas libremente “casi con desparpajo”, que haría las delicias de los eternos buscadores del arte sin etiqueta. De aquellos que quedaron prendidos a los viajes oníricos del viejo Yes, o las atrevidas fusiones de Crucis y Alas.

“Trigémino es todo esto… Trae al presente una música que no está a la moda pero perdura por su propuesta y honestidad”, señala el violero que, durante el largo hiato entre las dos etapas de Trigémino pasó por Suéter, Los Twist, Radio Shakespeare y Mamporro. Pusineri, en tanto, pivotea entre pasado y presente. “La única distancia o abismo que noto entre ambos períodos es que sigo viviendo en el oeste”, ríe. “En cambio, se mantienen los valores, la unión y los vínculos… Quisiera creer que somos como los buenos vinos añejos”.

-Hay dos maneras de indagar las Trampas para engañar. Una es a través del todo, del disco entero; y otra por la parte, por el tema homónimo. Divídanse tareas...

Carlos Garófalo: -(Risas) Bueno, yo voy por la primera. En la época que se formó el grupo, había que ser creativos para no terminar en el baúl de un Falcon. Afortunadamente, teníamos un rock fuerte y un contexto mundial con la creatividad extrema de los '70. Un combo que empujaba y generaba. En este sentido, creo que Trampas… es el resultado de esa impronta generacional alimentada de diversos géneros, rompiendo y mezclando en una búsqueda sin cuartel.

Pollo Raffo: -Yo voy por el tema, entonces. Por la suite, mejor dicho, porque “Trampas para engañar” es una suite que responde a un tipo de estructura habitual en el rock progresivo. Me refiero a la obra conceptual de larga duración que alterna entre momentos de canción y momentos de música instrumental, y en la que ambas situaciones tienen igual importancia dentro del discurso musical. Nosotros encaramos su composición con esa idea en mente, y trabajamos a partir de ideas musicales y letrísticas que, o bien ya las teníamos o bien fueron creadas en función de lo que nos faltaba para completar el total. Escuchándola cuarenta años después, dicho esto sin ninguna intención de arrogancia, me sorprende lo balanceado que suena. Sobre todo teniendo en cuenta que teníamos 20 años cuando la compusimos.

--¿Por qué ese título?

P.R.: -Porque nos sonaba bien y era misterioso. En lo personal, no puedo dejar de asociar el título y algunas de las letras con el hecho de que en esa época, en 1978 para ser exacto, estaba haciendo el servicio militar y, bajo una fachada de normalidad, se estaba cocinando el horror.

C.G.: -"Desayunando con Pepe Rayo", viene al caso, es una especie de pequeña ópera rock, que representa la visión de un enemigo silencioso que nos mira desde nuestros deseos, porque como sociedad arrastramos algún sentido oscuro, tal vez hijo de la naturaleza depredadora de nuestra especie.

-Siguiendo con el tema, podría definirse como el leit motiv del disco… Esas capas, esa musicalidad, esos cortes, esa lisergia abundante son del más puro rock progresivo “a la criolla”.

C.G.: -De hecho, tiene seis movimientos y plantea, entre otras cosas, cómo las ceremonias formales de la sociedad terminan siendo un mero juego, y cómo los juegos populares y modos de encuentro radicalmente humanos adquieren la categoría de fundamentales ceremonias. En síntesis, es rock-folk-jazz-candombe, enlazados con el sello de la música popular argentina.

Jorge Minissale: -Hay un marco social, además. En efecto, el show del sábado significará un espacio para el reencuentro con viejos amigos y amigas que transitaron junto a nosotros esos tiempos difíciles del país… Personas con las que nos abrigamos mutuamente ante la impiedad reinante.