Para Hugo

Aún tengo una vaga idea de haber imaginado (antes de ir) a la ciudad de Catamarca rodeada de montañas. Un cerro acá, otro más allá y un camino largo que baja y se pierde; es así, es tal cual, tal como fue cantada, pero jamás pensé que los macizos de montañas que la abrazan fueran de tal altura ni de tamaña presencia amurallante. San Fernando del Valle de Catamarca está realmente sostenida por Cíclopes. Rodea al valle una cadena montañosa de magníficas espaldas y brazos encadenados. Altísima. De pie. Hombro con hombro. Una ronda inamovible de piedra envuelve en un abrazo a la ciudad capital de Catamarca y la levanta, la eleva, la sube y la baja.

¿Podría haber algo que sostenga al mundo más que un abrazo de piedra?

El mundo, el "mundus"; lo contrario a lo "in-mundo", lo sucio, lo limpio, el despejamiento que hemos creado sobre algunos lugares del planeta transformando así la tierra en nuestra casa. Entonces, el hombre limpia simbólicamente el territorio y crea así su mundo como lugar habitable. Los cordones sin bolsas de nylon ni restos de basura en Catamarca y la tierra de sus pueblitos barrida con escoba de paja o ramitas despertaron una vergüenza ajena repentina por la suciedad de la ciudad en la que vivo. Rosario "in-mundus", apelotonada de basura en sus ochavas, residuos nauseabundos en sus veredas, vómitos de basureros municipales con su bocaza hedionda abierta, como si esta ciudad hubiera estado regenteada por un ama de casa sucia, abandonada a la desidia de su carácter híbrido y su falta de amor por una tierra que no es de ella y que le importa menos.

Un cordial señor oriundo de Catamarca en quien confiamos ciegamente nos orientó al irnos indicándonos la ruta y sus mojones. Dijo que fuéramos derecho, derecho, derecho, veríamos durante un largo trecho las montañas, todo el macizo del Ancasti acompañándonos al costado mientras de a poco notaríamos que iría bajando su altura hasta ya no verlo, que nos guiáramos por esta presencia y cuando ya no la viéramos más entonces sería la señal de que estaríamos… No me acuerdo dónde dijo, si en un cruce de rutas clave o ya en otra provincia, no lo recuerdo, no aprendí la ruta, la olvidé. Quizás porque ese dato era coyuntural al recorrido, sólo guardé entonces nítida esa mención a la presencia de piedra para seguir un sentido. Y ese recuerdo seleccionado generó así un giro a las coordenadas de mi pensamiento, por haberle restado la referencia. Entonces, todas las relaciones cambiaron súbitamente de sentido.

En el valle de Catamarca.

Había que encontrar el modo de armar espacialmente la salida y la vuelta.

 

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