Yolanda, una cantante con los pelos dorados y electrizados lleva un vestido de lentejuelas rojas, sale corriendo del departamento de su novio, al que le llevó heroína, para buscar asilo en un convento. Es muy bien recibida por la Comunidad Redentoras Humilladas. Este es el comienzo de Entre Tinieblas, la película de Almodóvar que resulta tan kitsch como ficcional; pero, la hermana Mónica parece superar a la ficción. Una monja de las Carmelitas Descalzas practica votos de castidad, pobreza y obediencia desde hace 34 años. Y, desde hace 13 cobijó por primera vez a una trans desesperada; después fueron dos, y ahora son muchas las que la llaman de todas partes del país y del mundo. Con un libro bajo el brazo contando su experiencia espera inaugurar 12 departamentos donde puedan alojarse lxs sin techo. Tienen una casa donde se reúnen para tomar clases de costura, peluquería, computación, entre otros oficios. Acaba de cumplir 13 años de acompañar al colectivo trans. “La experiencia es escuchar el dolor de las chicas. Las dudas que me surgen se las pregunto a ellas”.

ENTRE TINIEBLAS

Mónica Astorga Carmona es la madre superiora de las Carmelitas Descalzas de Neuquén. Vive en un monasterio, al borde de la ruta, en la localidad de Centenario. Desde las celdas, con una voz fresca y perfumada, cuenta al SOY que lleva una vida de clausura y contemplación, cuya misión es la oración. Repite esta rutina desde hace 34 años: donde un día se parece al otro y todos terminan siendo iguales. Pero, a la noche, cuando hacen un rezo completo y termina el día, para la monja Mónica empieza otra, la de activista del colectivo trans: Responde los mensajes del celular, contesta mails, sube fotos a Facebook, etc. No leyó a Foucault ni a Judith Butler, y no tiene idea qué son las Teorías Queer. Se mueve por intuición, atravesando los prejuicios del camino.

Amira, alias “La cerda” dice: “Ella es como una amiga, le contamos absolutamente todo: Si tenemos relaciones… Las que ejercen la prostitución cuentan cómo lo hacen, cuánto cobran. No hay nada que ocultar delante de ella, porque nos da esa confianza para que nosotras no estemos incómodas. Es muy lindo. Hay mucha paz acá”.

La monja consagró su vida, renunciando a sí misma y a las comodidades terrenales para entregarse a lxs demás. “Mi meta es cuidar, desde este lugar, a todas las personas. No hay mucha ayuda de gente que quiera acompañar a las chicas. Es muy difícil que se animen. No sé a qué le tiene miedo la gente”.

Su comunidad no está subsidiada por el Estado, pagan los impuestos y servicios como todo el mundo. Viven de lo que ellas producen: alfajores, licores, dulces. Cuando le pregunto por la separación de Iglesia y Estado escucho un gallo de fondo mientras me responde: “Estoy totalmente de acuerdo que se haga”.

COLORES SANTOS

Cuando Romina se acercó a la Parroquia para dejar su diezmo, fue un escándalo. La monja se ofreció para hablar con ella; era la primera vez que hablaba con una trans. Después de 2 horas Romina le dijo: “Lo único que puede hacer unx trans es prostituirse”. “Y es lógico, porque ellas te cuentan que si te toca atender un tipo que te da asco por el olor, la mugre o lo que sea, la fuerza la tenés que sacar de la droga y el alcohol. Una chica me decía que por noche se tomaba dos botellas de whisky porque era lo único que le daba fuerzas para estar parada en la ruta. Algunas les lleva mucho tiempo pedir ayuda para que las acompañes en la recuperación. Otras te dicen que no quieren consumir más o que quieren dejar de hacer la calle. Pero siempre trato de respetar lo que ellas van pidiendo”.

Después de 2 años de gestión, la monja obtuvo el terreno que le había solicitado al Municipio, donde ahora se están construyendo 12 viviendas, donde van a vivir las trans más vulnerables y viejas. “Tendrán condiciones que cumplir para que puedan habitarlas… Muchas siguen en la prostitución. Son minoría las que han conseguido otro trabajo. Yo las respeto, respeto su tiempo. Cuando ellas me dicen: no puedo más, no quiero más la calle, bueno, vemos qué podemos hacer. Mientras tanto las motivo para que estudien, que se capaciten en algo. La mayoría no tiene ni el primario terminado”.

Katty se está recuperando del alcohol y es la única que vive en la casa, mientras lleva adelante el taller de costura; pero, si las chicas necesitan comida, ducharse u otras cosas, pasan por ahí. En la cocina trabaja Mara. En el salón de depilación y manicura está Penélope. Otra trans va a enseñar computación y está previsto abrir un taller de teatro. El grupo lo conforman 15 chicas; las otras van y viene. La monja recibió a más de 100 chicas trans que la llaman de todo el país, y ahora del mundo. También pasan por la casa algunxs varones trans.

“Acompaño: no solo con una palabra de apoyo, sino buscándole trabajo, alentándolas y haciendo que valoren la vida, les digo que Dios las respeta. Y muchas ya son parte de nuestro convento, y vienen a misa”.

SALÓN DE BELLEZA

“Viven en lugares precarios, piezas que les alquilan – me cuenta con voz clara mientras el gallo sigue cantando- y la casa surgió porque una me dijo que quería tener un lugar cuando, al salír del hospital puedan recuperarse o morir. Muchas llegan a punto de suicidarse”; como el libro Salón de belleza de Mario Bellatin donde una ex peluquería se convierte en el moridero. La monja recuerda a una chica de 21 que murió hace 5 años; y 2 el año pasado.

Trece años atrás, cuando las trans iban a los hospitales las ubicaban en cuartos de hombres, y les daban el alta dejándola en banda. “Las mandaban a morir a sus casas y morían en unos lugares espantosos”. De ahí surgió la idea de la casa que nos cedió el Obispado. “A ellas les impresionaba que fuese un lugar donde iban a morir. Entonces, dijimos, va a ser la casa de reunión”.

EL TESTAMENTO POSMODERNO

“La prostitución da mucho dinero, entonces es pelear contra un monstruo, y así como reciben ese dinero se les va, como se les va la vida; porque a los 35 o 40 años ya son viejas para estar en la ruta. Y ahí quedan, porque no pueden vivir más… Que ellas puedan valorar sus vidas. Que se den cuenta que pueden hacer otra cosa más que vivir de la prostitución. Pero si ellas no dicen: yo no quiero esto; no se puede forzar la cosa; es un proceso lento. Romina empezó con la peluquería, pero no puede dejar la prostitución. Yo la respeto, como las que siguen con la droga; no dejo de recibirlas por eso. Saben que estoy, y que cuentan conmigo las veces que lo necesiten. Les digo, acá estoy”.

La editorial Logos le propuso hacer un libro sobre su vida y la lucha de inserción que lleva adelante con la comunidad trans. Lo hizo con una periodista que la entrevistó durante tres días y recogió cinco testimonios. Lleva el título Acariciar las heridas y con el nombre de Hermana Mónica en la periferia transexual se publicó en España: “La idea es difundir el proyecto”.

Amira, alias La cerda, con voz de cardo y el canto de los pájaros de fondo, cuenta que llegó de un pueblo de Río Negro hace cuatro años. “Estaba muy deprimida y me encontré con una familia. Ella es una hermana, una madre, todo para mí. Me consiguió un trabajo con obra social”. Hace 2 años que Amira trabaja en la cocina de una clínica y como camarera y secretaria del Sedronar. A la noche, se acerca hasta donde están sus compañeras trabajando en la ruta y les lleva una taza de café con una medialuna, una vianda con comida caliente, si hace frío una frazada, o a veces nada, simplemente les da un abrazo. “Es hacer algo para que se sientan acompañadas, porque sabemos el dolor que se siente estando ahí cuando no querés estar, pero no te queda otra”. La monja ni siquiera nos obliga a practicar la religión católica. Lo importante es sacar a las chicas de la prostitución, a las que no quieren ejercerla; porque ella respeta mucho la prostitución (lo hemos charlado). No es que estamos en contra, sino que acompañamos a las chicas que están en la prostitución y quieren salir. Presentamos un cupo laboral en la provincia de Neuquén, y en la Legislatura, pero lo cajonean y no sale.



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