Siempre hubo disonancia entre las calles y los palacios. Así es y así será mientras exista una sociedad de desiguales.

Los palacios son las sedes de poderes formales; las calles, unos de los ámbitos de la lucha de clases.

Perturba la visibilización de las miserias.

Perturba la actitud desafiante aun frente a dos centenares de autómatas artillados.

Para las leyes, el mandato burgués es muy claro y didáctico: "El pueblo no delibera ni gobierna sino a través de sus representantes".

Es decir, la delegación y la servidumbre a los que mandan.

Agreguemos a esto la captación de los líderes de los movimientos sociales, actuando como mediadores y, por lo tanto, procurando calmar el ánimo de las y los desesperados por la exclusión social.

La situación actual deja al desnudo una vez más la trama de complicidades para que capitalismo siga funcionando lubricado como una inmensa trituradora de vidas.

Las calles son, como decía el escritor anarquista Rodolfo González Pacheco, donde se manifiesta la rebeldía que puede llevar a la emancipación integral. Los palacios son las madrigueras de los verdugos de las hijas e hijos del pueblo.

 

Carlos A. Solero