Cuando comencé a estudiar psicoanálisis me topé con una teoría de la sexualidad femenina que había sufrido diversas modificaciones a lo largo de la obra freudiana. La madre está excluida y la posible correspondencia que hay entre la histeria y la relación madre-hija es siempre psicopatologizada. Empecé a escribir advertida de que el feminismo puede producir una herida narcisista. Se dice que la feminista es pesimista, envidiosa, infeliz. El feminismo implica un desafío a la presión constante de ser una mujer feliz, sonreír pase lo que pase y ser una escritora que dice lo que los hombres le dicen que diga. Asumir la infelicidad quiere decir: ¡Pretendo una vida más interesante, excitante y apasionante!

No se nace feminista, sino que llega una a serlo, es un devenir. Para revisar el psicoanálisis primero tenemos que reconocer que nuestro lugar como mujeres en la sociedad sigue siendo considerado inferior y que la superioridad de los hombres se edifica sobre determinados privilegios. La inferioridad de lo femenino subsiste -como resistencia teórica- dentro de la transmisión psicoanalítica, pero no necesariamente de una forma directa y explícita sino solapada en la aseveración permanente de lo femenino como algo misterioso a lo que hay que arrancarle un secreto. Un “elogio a lo femenino” que al tornarlo abstracto disfraza su degradación.

Ir hacia un feminismo freudiano es principalmente terminar de extraer el biologicismo de la teoría de Freud, es escuchar la infelicidad no desde la estigmatización de la “histérica insatisfecha” a quien nada le viene bien. ¡La felicidad puede ser una trampa! Debajo de los signos de la felicidad se esconden las diversas formas de vigilancia, poder y violencia. La insatisfacción puede ser la manifestación, el grito desesperado de la opresión y la injusticia. Para transformar la realidad primero es necesario tomar consciencia de la infelicidad y de la falta de posibilidades que tiene nuestro género.

Las discusiones sobre el feminismo se quieren cerrar. Se producen todo tipo de negociaciones para no hablar más del tema, para “calmar las aguas” ¡Que el feminismo no se mezcle con el psicoanálisis! Pero las teorías del “eterno femenino” todavía tienen adeptos. Las mujeres son un misterio, no todas, indefinidas, tienen infinitos semblantes. Toda una romantización edulcorada de la femineidad que conserva el viejo sistema de poder: las mujeres siguen siendo un útero. Un espacio público en el que se disputan poder las religiones, los jueces, la medicina, el mercado, la industria farmacológica y la hegemonía masculina.

Los aportes del feminismo posibilitan profundizar, investigar e indagar al psicoanálisis sin renegar de su dimensión política para tornarlo lo más subversivo y disidente posible.

*Psicoanalista. Directora de Hacer-Clínica Psicoanálisis. Autora del libro Hacia un feminismo freudiano, Editorial La docta ignorancia, que se va a publicar en noviembre de 2019.