En una columna anterior nos referimos a una variante del tema de la esperanza. "Pánico al amanecer", del escritor Kenneth Cook, nos propone otra. El libro comienza en el día previo a las vacaciones del profesor Grant. Su destino es la paradisíaca Sydney, donde se encontrará con Robyn, una joven. Además, tiene algún ahorro y un cheque por cobrar.

Para alcanzar esa felicidad Grant deberá hacer escala en una ciudad con aeropuerto. Esa ciudad y el pueblo donde trabaja se encuentran en las cercanías del desierto australiano y son descritos como el infierno. Preferiría no tener que volver a ese lugar ni a su trabajo, pero para obtener el cargo ha debido ceder en depósito una gran suma de dinero. Si renuncia lo perdería. Por otra parte, ese capital ha sido facilitado por un tío con el que tiene una deuda. De esa situación se lamentará señalando que es un esclavo. Leeremos que dicha esclavitud es un tanto extendida.

Jacques Lacan nos dejó una intervención sobre el esclavo antiguo a partir de su lectura de comedias latinas. Indicaba que el esclavo vivía mucho más tranquilo de lo que pudiera creerse. De hecho, señalaba, el esclavo gozaba de su posición. Luego, adjuntando una crítica a Hegel, decía que éste, en su lectura, le prometía al esclavo el porvenir, un beneficio total. Tenemos aquí una herramienta para leer lo que sigue.

Grant, ya en la ciudad de la escala, se registra en un hotel. Faltan algunas horas para su vuelo y se dirige a un bar. Allí conocerá a un policía que le invita reiteradas cervezas. Esa figura de autoridad bebe en servicio y se mostrará ofuscada cada vez que Grant ensaye una negativa a tomar. Bastará alguna insistencia para que el servicial profesor beba y se hunda en la borrachera y el goce.

La siguiente estación que propone el policía es un antro de juego clandestino. Grant, voluntarioso, acepta. Allí asiste a un juego de apuestas que permite ganar (y perder) grandes sumas en pocos minutos. Sin comprender las reglas apuesta algo de dinero… y obtiene fortuna. Apuesta cuatro veces seguidas y gana en cada una. Consigue más dinero del que nunca poseyó. Eso no será suficiente.

De regreso al hotel, ebrio y excitado, admira su botín. Fantasea qué ocurrirá con Robyn cuando sepa de su pequeña riqueza. Luego su pensamiento se aleja de la mujer. Comprende que lo ganado es equivalente a la mitad de su deuda. Bastaría una nueva apuesta para saldar su compromiso y no regresar a su trabajo en aquel infierno. Esa es su esperanza.

Vuelve al antro de juego, apuesta titubeando y pierde su reciente riqueza. El paraíso se aleja. Embriagado por el dinero que circula en el lugar, recuerda su cheque. Logra cambiarlo por dinero y, como un autómata, lo apuesta todo. Vuelve a perder.

En los días siguientes se someterá a una cadena de humillaciones durante las cuales realiza acciones en las que se desconoce. Incluso hace de gladiador para unos borrachines, asesinando animales. Pocos días después, comprendiendo que fue libre en cada elección que lo llevó a la ignominia, agotadas sus esperanzas, intenta un suicidio. La fortuna lo esquiva o lo favorece: vive. Es rescatado y luego de pasar sus vacaciones internado, regresa a su puesto de profesor con nuevas deudas.

Grant, esclavo de su esperanza, fantasea con un paraíso de libertad, mientras ajusta más el lazo con su esclavitud. Su herramienta es el goce de la bebida, el juego y la muerte, del que obtiene grados desconocidos de humillación. Un beneficio total.

Psicoanalista. EOL. Integrante TyA.