A lo largo de una noche, Mónica procura recuperar el dinero. Como si fuese un descenso que dura demasiado, enclavado en horas sin tiempo, ella deambula. "En ese tiempo, el personaje se relaciona, esporádicamente, con varias personas de su entorno; es decir, personas con las que tiene toda una historia. Y viste cómo ocurre en la vida, cuando uno se encuentra con un hermano, por ejemplo, hay un espesor que actúa", señala Gustavo Fontán sobre La deuda, el largometraje que estrena El Cairo Cine Público (Santa Fe 1120). La proyección de hoy, a las 18, contará con la presencia del director, quien dialogará con el público.

Con producción de Lita Stantic y El Deseo -de Agustín y Pedro Almodóvar-, La deuda erige su relato a partir de la admirable tarea de su actriz principal, Belén Blanco. Un letargo sonámbulo, tras los pasos de un dinero escurridizo que organiza móviles sociales y altera lazos afectivos. "Desde la escritura del guión, junto a Gloria Peirano, y luego en nuestro trabajo con las actrices y los actores, entendíamos que había que trabajar ese espesor, siguiendo la línea que dice Saer en relación a la narración: cuando uno narra, hay un movimiento absolutamente necesario; se dice por un lado y se cifra por otro. Toda la película, desde la escritura, realización y trabajo con los actores, no perdió de vista esto porque, de verdad, creo que el arte ocurre sólo en conciliación con el silencio", explica el realizador de La orilla que se abisma y El limonero real.

"Hay una mirada de Lita que tiene que ver con que la película sea lo mejor posible en relación a lo que se. Esto es muy valioso".

"Fundamentalmente, uno filma preguntas y emociones. Nosotros escribimos el guión con la emoción, por supuesto negativa y dolorosa, del avance de las políticas de derecha en el mundo, en nuestro país. Hicimos la película con esa sensación, es decir, con la pregunta de qué le pasa (a Mónica), o qué nos pasa con nuestras vidas, con nuestros vínculos, atravesados por el dinero. Y esa sensación sombría, de derrota, es la que teníamos ante el avance de esa política, con el hombre vulnerado por todas estas cuestiones. Pusimos la mirada no en los que están caídos del sistema, sino en los que están en el sistema. Porque, en verdad, el asalariado es ese hombre, esa mujer, que van en tren cada mañana a trabajar y vuelven a la tarde, detrás de algo que no pueden resignificar. Esas sensaciones y esas preguntas son las que están latentes detrás de la película. Pero el arte no da respuestas", agrega Fontán.

-En ese sentido, es relevante la elección del conurbano bonaerense, como un borde social.

-La deuda está filmada al sur de la ciudad de Buenos Aires y en el conurbano aledaño, donde el puente Pueyrredón es como una frontera; efectivamente, está esto del borde, la supervivencia en el borde. Estas cosas de un sistema que nos empuja y nos agarramos de esos bordes. Todos nuestros personajes están en ese borde.

-La secuencia entre Belén Blanco y Edgardo Castro es notable, de angustia compartida, con la luz triste del televisor.

-Esa cosa sombría, esa tristeza, esa ambigüedad, porque ¿quién puede juzgar o decir algo sobre esos personajes?, ¿quién puede tomar una posición de juicio con cualquiera de ellos? Esa escena me encanta, está llena de matices que estaban en el guión y que aportaron los actores. Hay toda una riqueza que impide pensar o juzgar desde un lugar unívoco, porque así es la vida, ¿no?

-Tanto dolor, pero sin embargo hay un amanecer.

-Con un sol intermitente, que podría instalarse o desaparecer según los caminos que se tomen.

-Para filmar algo semejante, debe haber una sensibilidad compartida, pienso en la tarea de Lita Stantic.

-Y una apuesta por un cine que evidentemente no es industrial ni comercial, una apuesta fundada en una especie de complicidad ideológica y sensible. En este sentido, fue muy valioso ese acompañamiento, que estén Lita y El Deseo lo fue en muchos sentidos. Por un lado, por la posibilidad de hacerla, porque filmamos en el invierno pasado, con el dinero que aportaba El Deseo, ya que el dinero del Incaa llegó un año después, y como la película era de invierno tendríamos que haber esperado un año más; a su vez, Lita es una productora muy particular, porque es muy sensible. Está clarísimo que sabe de producción, y también sabe mucho de cine. Siempre hizo sugerencias muy precisas para hacer crecer la película; por ejemplo, al elenco lo elegimos entre los dos; durante el montaje me decía: "Gustavo, pensá en eso, mirá esto", y tenía razón. Hay una mirada de Lita que tiene que ver con que la película sea lo mejor posible en relación a lo que la película propone. Esto es muy valioso.