La historia dice que el primer presidente de EE.UU., George Washington, murió porque le hicieron siete sangrías para curarlo de una neumonía, una de las prácticas que la medicina de la época avalaba. Hoy a nadie se le ocurriría aplicar una sangría, sin embargo la medicina puede provocar enfermedades, discapacidades e incluso la muerte. Una investigación concluyó que existen casi 400 prácticas médicas cuya utilización no está avalada por suficiente evidencia científica. Organizaciones no gubernamentales alertan sobre “chequeos” innecesarios, estudios evitables, sobremedicación y el rol de la industria farmacéutica. Las intervenciones en enfermedades cardiovasculares se encuentran entre las categorías más cuestionadas. “Los mismos pacientes piden muchos estudios, nadie quiere morirse y queremos comprar la salud”, apunta un especialista.

Una investigación publicada en junio por la revista eLife que analizó más de 3.000 ensayos publicados en tres revistas médicas (JAMA, The Lancet y The New England Journal of Medicine) y reveló casi 400 revocaciones o reversiones médicas.

Las reversiones médicas, explican desde la Fundación Cardiológica Argentina, hacen referencia a aquellas prácticas médicas, pruebas diagnósticas, medicación o procedimientos de poco valor, que se ha constatado –mediante estudios randomizados controlados– que no son mejores que una práctica más antigua o de menor costo y, por ende, deben dejar de usarse. Las prácticas médicas de “poco valor” son aquellas que o bien son ineficaces o son más costosas que otras opciones, pero sólo ofrecen una eficacia similar. Por lo tanto, identificar y eliminar las prácticas médicas de “poco valor” reduce los costos y mejora el cuidado de la salud.

Según la “metainvestigación”, la mayoría de los estudios (92%) se realizaron en poblaciones de países de altos ingresos; que la enfermedad cardiovascular fue la categoría médica más comúnmente representada entre las reversiones médicas (20%), seguida por la salud pública/medicina preventiva (12%) y la atención crítica (11%); y que la medicación fue el tipo de intervención más común (33%).

¿Por qué los médicos adoptan estas prácticas? La mayoría de estas intervenciones estaban recomendadas por sociedades médicas u organismos internacionales. “El problema surge del proceso de construcción de recomendaciones, donde a veces se valora inadecuadamente la información y se llega a conclusiones erróneas. En otras oportunidades, existe interés y ansiedad por adoptar prácticas que parecen innovadoras y ofrecen grandes beneficios, pero luego la realidad prueba lo contrario o los pacientes demandan hacerse estudios que no son realmente necesarios con el fin de ‘chequear’ su estado de salud, sin tomar en consideración que el exceso de estudios puede dañarlos”, explicó el doctor Carlos González Malla, médico clínico (M.N. 114.005) y miembro de la Fundación Cardiológica Argentina (FCA).

Muchas veces ante idénticas evidencias, puede ser que un médico decida una cosa y otro médico otra. Hay gran falencia en la competencia esencial de los médicos que requiere saber interpretar las evidencias.

El otro gran problema son los intereses económicos. “A veces se hace lo que está en las guías de recomendaciones que hacen las sociedades científicas. Debería ser lo mejor. Pero hay un gran problema de las guías y es que están hechas por un hiperespecialista en un tema que en general ha trabajado para laboratorios. Hay grandes conflictos de interés de los que hacen las guías y las recomendaciones. Por eso lo importante es que haya un estado que regule. En otros países una agencia o un instituto del estado hace las recomendaciones y no hay vínculo con los laboratorios”, apuntó Malla.

Frente a esto algunas asociaciones médicas y organizaciones no gubernamentales tienen mucho interés en hacer “prevención cuaternaria”, es decir, prevenir las consecuencias negativas del exceso de medicina.

En Argentina la organización no gubernamental Iniciativa Inter-Especialidades (http://interespecialidades.org) alerta sobre estos excesos. En su web publica recomendaciones de las distintas asociaciones médicas para evitar estos problemas. Una de ellas es por ejemplo, “no realizar chequeo general o examen periódico de salud en pacientes asintomáticos”, una pauta indicada por la Sociedad Argentina de Medicina Interna General (Samig). Como se ve, algunas nociones populares como “hay que hacerse un chequeo general una vez al año” no solo no son ciertas sino que pueden ser peligrosas.

“Hay cuestiones que se adoptan por costumbre y la gente cree que está bien. Hay mucho comercio. Hay lugares donde pasan a la gente como por una máquina de hacer chorizo y le hacen todos los estudios. Lo importante es que te tu médico te diga ‘vení en 10 años’ o ‘vení en dos’. A veces se lo digo a un chico joven y me mira como diciendo “estás loco” –aclaró Malla–. O sea, si tenés 20 años, sos sano y no tenés ningún síntoma no tiene ningún sentido hacerte el chequeo. Si tenés 70 años está bien que te hagas un chequeo una vez por año porque podés detectar una diabetes”.

Nogracias.eu es una organización civil internacional (España, Argentina, Uruguay) que trabaja por la transparencia, la integridad y la equidad en las políticas de salud, la asistencia sanitaria y la investigación biomédica. En su manifiesto apunta contra la industria farmacéutica. “El ‘marketing agresivo’ de las farmacéuticas es identificado como el primer responsable. Una realidad inaceptable cuando la población del tercer mundo tiene difícil el acceso a los medicamentos esenciales. La inversión de la Industria en marketing es enorme (31% del total) comparada con el 14% que dedica a investigación... La industria paga más del 90% de la formación continuada: establece la agenda, paga a los ponentes… y esto es, sin duda, marketing.” Además, sigue el manifiesto, “buena parte del marketing es información ‘sobrevalorada’ de nuevos medicamentos que son más caros al estar protegidos por patentes (sin versiones genéricas) aunque el 80% de estos medicamentos no aporten nada nuevo, son los llamados me too, por similitud con los ya existentes”.

–¿Qué estudios recomienda no hacerse? –preguntó Página/12 a Malla.

–El estudio en sí no es el problema, en general son estudios útiles, el problema es a quién se lo indicás. A una persona le puede salvar la vida y en otra le puede complicar la vida. Por ejemplo, un paciente se quiere hacer una placa de tórax para prevenir el cáncer de pulmón y ya está probado que no sirve. Los mismos pacientes piden muchos estudios, nadie quiere morirse y queremos comprar la salud. Lo más trabajoso es desarmar los estudios que quieren hacerse los pacientes. La mayoría de las enfermedades no se pueden prevenir.

–¿Cómo no?

–Cáncer, por ejemplo: el único que se puede prevenir es el de cuello uterino, el de colon hasta ahí, el de mama y el de próstata más o menos.

–¿La mamografía no es útil?

–Sí, sirve, pero hay que saber que puede haber falsos positivos. El problema de la mamografía es que da falsos positivos y falsos negativos. Hay muchas mujeres a las que se les va a hacer una punción y probablemente no salga nada. Es más probable que le generes un problema siendo un falso positivo. Otro ejemplo de estudios que pueden dar falsos positivos es la ecografía de tiroides. Imaginate las consecuencias negativas en alguien que se opera pensando que tiene un cáncer y al final fue un nódulo benigno. Otro ejemplo, en el colesterol, que es el cuco del mundo. En realidad a veces bajar el colesterol te baja el riesgo de infarto o de ACV en 1 por ciento y para eso el paciente tiene que tomar una pastilla todos los días durante diez años. Por eso cada estudio depende de la persona. Lo importante es individualizar el beneficio y el riesgo y que la decisión la tomen en conjunto paciente y médico.

–Pero los profesionales no suelen dar tanta información al paciente ni dejar que decida…

–Hay una idea de empoderar al paciente, hacia eso tenemos que ir, aunque todavía falte trabajar en la madurez social y médica.