En diciembre, cuando Madonna recibió un premio de Billboard y, con su ímpetu, aturdió a los oídos sordos de siempre con un discurso memorable sobre el sexismo y machismo dentro y fuera en la industria de la música, confesó haber tomado a David Bowie como faro estético, pero también reconoció la influencia de la pionera Debbie Harry, cantante y compositora de Blondie. A mitad de los setenta, cuando era la diva trash del under de New York y salía desnuda tras una guitarra eléctrica en poster central de la revista Punk, Debbie Harry era todo el desorden glam andrajoso, la rubia furiosa que iba del punk al pop con la libertad que pocas tuvieron y, de pasada, se metía en la pista de baile a dar algunas patadas de Kung Fu. Ahora, a más de dos meses de la salida de otro disco de Blondie el próximo 5 de mayo, Harry vuelve con una canción y un video que demuestran que no solo estuvo antes de Madonna, sino que también está después, que no solo fue sino que aún es una potencia queer con cuerda para rato.

El nuevo videoclip de la canción llamada “Fun” vuelve a esa zona germinal donde Blondie decidió cruzar el rock & punk a la orilla del pop de alto impacto, que tuvo a “Heart of Glass” como su opus infinito, que orbita como satélite infatigable la bola de espejos, y que se postulaba para conquistar las discos con una danza post-atómica: de hecho, otro hit de la deformidad bailable de Blondie fue “Atomic”, con Debbie Harry envuelta en plástico en un videoclip, como si improvisara un piloto con una bolsa de basura. En ese video de la canción de 1979, en un galpón fabril de una New York New Wave, donde brotaban en tachos de basura las últimas flores sembradas en la primavera punk, una legión bailaba como cyborgs de una nueva era del plástico, una modernidad que tenía tanto de queer como Debbie Harry de drag queen: pensar que en esos años, en una fotonovela de la revista Punk, ella se miraba al espejo para transformase en Edith Massey, una de las divas de John Waters. Eso fue premonitorio, porque una década después el Pope del Trash la convocó para ser una de las actrices de la película Hairspray, y así quedará rubricado lo que siempre fue visible: Debbie es Harry, la sucia.

Planeta Blondie

Con “Fun”, lanzado a las redes la semana pasada, Debbie Harry y su banda ya hicieron saltar la térmica queer de 2017, porque en el videoclip hay tanto homenaje al Bowie galáctico que araña Marte, como un flashback fulgurante a la excentricidad nocturnal de Studio 54, antro neoyorquino que Blondie hizo temblar cuando lanzaba hits que trepaban cualquier chart. Dirigido por Dikayl Rimmasch, el video-trip sigue un viaje interespacial en un cohete como lápiz labial, que deja estela arcoiris mientras cruza la galaxia y va gestando una lisergia de astronauta andrógina que aterriza con ojos de Ziggy Stardust a un planeta soleado, sacado de un descarte de Star Wars, o de una versión glam de Las mujeres gato en la luna (1953). Allí, a la astronauta la espera Raja en un caballo blanco frente a una pirámide. Sí, Raja, artista drag que ganó la tercera temporada del reality show Drag Race de RuPaul. Desde ahí, el viaje se invierte hasta retornar a la oscuridad terrenal de la pista de una disco queer, donde putos y tortas se comen la boca, donde la nocturnidad drag colorea de anarquía sexual el brillo noctívago. Y la chic material Debbie Harry, en blanco y negro expresionista, habita las sombras de Nosferatu para ser máster de todos los monstruos y celebrar la diversión de volver de nuevo a coger a casa, con su corona revuelta y deshilachada que enmarca ojos maquillados por Caligari. No es azar que la otra canción que circula se llame “My Monster” y tenga a Johnny Marr de los The Smiths como compositor invitado. Ese es el horror aguijonando a la era Trump, desde el mismo corazón de New York, con lo que Blondie adelanta su disco Pollinator, cuyo nombre refiere al insecto que lleva el polen de un lado a otro. El guitarrista Chris Stein, pilar de la banda, citó la célebre frase de la anarquista Emma Goldman como base de esta vuelta de Blondie: “Si no puedo bailar, no quiero ser parte de tu revolución”. Hay que saber que en la estación de subte de New York del bar Stonewall, en un mosaico en la pared, hay un homenaje a Goldman como promotora ideológica de la revuelta queer antirazzia. Debbie Harry celebra esa anarquía, pero no hace falta que pronuncie ninguna frase porque sería redundar, con verla en cualquier video ya sabemos que sus movimientos fueron, son y serán siempre de barricada.