“¡Qué teatro hermoso!”, exclamó Lorrie Moore al final de su primera presentación en el teatro Cervantes el jueves a la noche, en el 11° Festival Internacional de Literatura de Buenos Aires (Filba). “Nos gusta leer historias sobre gente que comete errores. Si no cometieran errores, sería muy aburrido. Escribir una historia sin errores, sería el primer error”, dijo la escritora estadounidense al comienzo del diálogo con Santiago Llach.

La autora de Autoayuda (1985) utiliza en esa colección de relatos la segunda persona para desplegar “una sátira sobre el discurso de la autoayuda”. “La idea de una trama muy articulada no es lo que ha caracterizado al cuento norteamericano”, reflexionó Moore, y mencionó un descubrimiento que la tiene entusiasmada: la argentina Samanta Schweblin, especialmente el cuento “La pesada valija de Benavidez”, sobre un hombre que mata a una mujer y la “corta en pedacitos”.

Indagar en el error y el fracaso, para la autora de Como la vida (1990) -cuentos unidos por personajes que lidian con los mandatos de la maternidad y el matrimonio-, puede contener “alguna llave que abra una puerta”. Moore aseguró que ella lidió “mal” con esos mandatos. “Yo escribí cosas buenas y no tan buenas; me casé probablemente con la persona equivocada, tomé los trabajos equivocados, pero sobreviví. Lo bueno de los errores es que en el momento no te das cuenta de que los estás cometiendo. Te das cuenta después que algo fue un error”, explicó la escritora.

“Empecé a trabajar en un estudio jurídico en Nueva York en los años '70. Después me fui a la Universidad de Cornell, donde estudié dos años y di clases otros dos años. Y finalmente terminé en Wisconsin, a los 27 años, y me quedé 30 años allí dando clases –repasó Moore-. Me casé con un chico de Wisconsin, crie un chico de Wisconsin, me divorcié de un chico de Wisconsin, salí 11 años con otro chico de Wisconsin. Ya estoy harta de los chicos de Wisconsin; son muy lindos, pero ya tuve suficiente con ellos”. ¿Alguna vez hiciste algo que sabías que era un error solo para escribir sobre eso?, le preguntó Llach. “Uno comete en la vida suficientes errores, no es necesario que los inventes. Uno no se casa con la persona equivocada para escribir después una novela”, respondió la escritora estadounidense.

La reedición de ¿Quién se hará cargo del hospital de ranas? (Eterna Cadencia), con traducción de Inés Garland, se resignifica en estos tiempos en que las mujeres argentinas luchan por obtener el derecho al aborto legal, seguro y gratuito. “Quería escribir un libro sobre la amistad de dos adolescentes, cosa que no había leído nunca. Cuando tomás esos problemas como problemas serios, la obra se convierte en feminista –afirmó la escritora-. La historia está ubicada en 1972, cuando recién se legalizaba el aborto en Estados Unidos y no era sencillo encontrar un lugar donde se pudiera realizar el procedimiento de forma segura. Ahora con Trump estamos yendo para atrás. En Wisconsin solo hay un lugar donde podés realizarte un aborto. He visto en Madison a una mujer que atiende una clínica y debe usar chaleco antibalas". 

"Sé que en la Argentina está siendo difícil obtener siquiera la legalización -continuó la escritora-. Cuando escribí la historia, no tenía intención de generar conciencia sobre el tema del aborto, porque en ese momento en Estados Unidos no se luchaba por el aborto. Sí quería revelar la vida secreta de las chicas adolescentes. Hoy veo que los adolescentes están mucho más dispuestos a satisfacer a sus padres. Nosotros éramos chicos y chicas de los '60 y '70, no teníamos ninguna intención de gustarle a nuestros padres y manteníamos más secretos”.

Para Llach, ¿Quién se hará cargo del hospital de ranas? es “una versión femenina de El guardián entre el centeno, de Salinger”. “Suena muy bien, pero probablemente no podría decirse”, planteó la escritora y contó una anécdota sobre una antología de cuentos estadounidenses que preparó. Moore revisó y encontró un cuento de Salinger que nunca había aparecido en un libro: “A Girl I Knew” (Una chica que conocí), publicado a fines de los años '40 en la revista Good Housekeeping; “una historia brillante” sobre un tutor que le daba clases a una chica de buena posición económica y que termina asesinado en el Holocausto. “Quise publicarlo y le escribí al hijo, Matt Salinger, que es actor y productor de cine; una persona que protege mucho las obras de su padre. Matt me mandó una carta atemorizante y un poco cruel en la que me decía ‘no entendés su obra si pensás que te voy a dejar publicar esto’. Y me rompió el corazón”.

La cuentista favorita de la autora de la novela Al pie de la escalera (2009) es Alice Munro. “Me gusta la complejidad de sus cuentos, que tratan de gente en estado de parálisis; son cuentos llenos de violencia y de tramas en los que aparece el peligro de la vida, del mundo, y la amenaza de los hombres. Hay mujeres que se enamoran de hombres complicados. Como Henry James, ve las cosas desde diferentes ángulos. Me parece que es una escritora impecable”, subrayó Moore.

Para el final se animó a dar una serie de consejos para aquellos que quieran escribir. “Si escribís ficción, tenés que escribir algo que no viviste, pero que esté cercano a tus experiencias –propuso-. Uno tiene que sentarse a un escritorio, agarrar la notebook y empezar. No hay que tener miedo de que salgan versiones malas; la computadora ahora es una amiga. Hay que leer mucho, pero no lo que ‘tenés que leer’; hay que leer lo que te da placer y escribir cosas que te gustaría leer. A mis alumnos siempre les digo que escriban algo que nunca les mostrarían a sus padres; algo que sea raro y aventurero”.