"¿Está el pasado tan muerto como creemos?", pregunta mirando a sus lectores el rostro del guionista Héctor Oesterheld, que el dibujante Alberto Breccia le prestó al personaje del anticuario Ezra Winston, en el cuadrito final de un capítulo de la serie Mort Cinder. Este detalle de la muestra Breccia, Oesterheld, Lalia y la historieta argentina, inaugurada el jueves en el Centro Cultural Roberto Fontanarrosa (San Juan y San Martín, Plaza Montenegro, Rosario), permite atisbar alguno de sus sentidos posibles.

Con curaduría de Carlos Barocelli, la muestra podrá visitarse hasta el 20 de octubre y forma parte de la décima edición del Festival de Historieta Crack Bang Boom, que se desarrollará en Rosario del 10 al 13 de octubre en el Centro de Expresiones Contemporáneas (CEC). Uno de sus conferenciantes invitados será el dibujante Horacio Lalia, cuya obra ocupa toda una sala de la muestra del CCRF y quien estuvo presente en su inauguración. Lalia es el único que vive de los tres populares artistas. Breccia, quien legó sus saberes a numerosos alumnos, falleció en 2011. En 1977, Oesterheld fue secuestrado por fuerzas represivas de la última dictadura y sigue desaparecido.

La obra de Oesterheld ocupa un buen espacio en la muestra.

En una serie de videos del canal Encuentro que forma parte de la muestra, el filósofo Juan Pablo Feinmann y el escritor Juan Sasturain reflexionan junto a algunos de los creadores de la historieta nacional sobre los cruces entre ficción y realidad que se tejieron en el país en torno a lo que Oscar Masotta llamó "literatura dibujada".

El eternauta, opera magna de Oesterheld con dibujos de Francisco Solano López, constituye un perfecto ejemplo de la obra literaria que expande su horizonte de sentido a medida que llega a nuevos lectores o cambian las circunstancias políticas. Los niños argentinos de los años '50, quienes leían las revistas Frontera y Hora Cero editadas por Oesterheld, de donde aprendían de Juan Salvo y sus amigos a enfrentarse como héroe colectivo a "la nevada de la muerte", al crecer fueron la Juventud Peronista de los '70, recuerda Feinmann. Una historieta para pibes devino en alegoría política, copos mortíferos incluidos, señalaba Sasturain en los tiempos en que el héroe ya mítico se resignificaba una vez más como "el Nestornauta" y llenaba las calles reproducido en esténciles, postales y pegatinas.

¿Dónde termina la aventura de los héroes de papel y tinta, y dónde empieza la de los héroes y heroínas de carne y hueso?

La estética del blanco y negro duros, tajantes, sin grises, construyendo con luces y sombras los rostros de héroes curtidos (como el sargento Kirk, dibujado por Hugo Pratt), prevalece en la exposición para deleite y orgullo nacional de quienes nos alegramos de saber que no es un sello de estilo exclusivo de Frank Miller.

Las manifestaciones más asombrosas de estos contraluces a puro papel y tinta se encuentran entre las series del género fantasy dibujadas por Lalia, donde las sombras adquieren el carácter de fantasmas de duermevela venidos desde otros mundos a través de portales místicos.

Las viñetas del enorme Breccia también se destacan.

Aquí también alcanza un máximo refinamiento la interacción de texto e imagen para desplegar el continuum narrativo. En Lalia cobran una expresividad suprema los rostros, que el terror o la agonía desfiguran de un modo crudamente verosímil. El misterio se revela en objetos rituales venidos del pasado inmemorial tanto en Belzarek, con dibujos de Laila, como en Mort Cinder, dibujada por Breccia. Sorprende además (en todos) la eficacia de la composición de las páginas, donde se equilibran los globos de texto, y la riqueza de detalles tales como marcas comerciales o mapas, que le dan un efecto de realidad intenso a esos mundos que conjugan realismo y fantasía.

Se incluyen en la muestra páginas del episodio completo de humor negro Fantasmas (guión: Jorge Mora; dibujos de Breccia), de las series de aventuras guionadas por H. G. Oesterheld tales como Lord Crack dibujos: Moliterni), Cayena (dibujos: Haupt) y Nahuel Barrios (dibujos: Carlos Roume), obras de la época de más alta popularidad de la historieta argentina. Ocupa el mejor lugar en la exposición una doble página de Breccia que se reparte entre Eva Perón y el Che Guevara; el pensamiento revolucionario de este último se explicita con citas de sus escritos en un cuadro magistralmente dibujado.

¿Dónde termina la aventura de los héroes de papel y tinta, y dónde empieza la de los héroes y heroínas de carne y hueso? ¿Cuánto de la historia reciente se debe a la historieta? Ante Breccia, Oesterheld, Lalia y la historieta argentina cabe reflexionar que esta literatura en palabras e imágenes no cayó como nieve del espacio sino que fue dibujada por autores que eran parte de la misma realidad a la que representaban. ¿Es confiar demasiado en el poder del arte atribuirles a sus popularísimas obras un efecto transformador sobre la realidad? ¿Fue la historieta argentina un vehículo de transmisión de sueños, ideales e ideas? ¿O fue a posteriori que la historia se leyó en ella?