Desde el principio se llevó todas las miradas en el Racket Club de Palermo. La gente se preguntaba en los pasillos por qué un tenista de India, un país con tradición de césped, vendría desde tan lejos a disputar un Challenger sobre polvo de ladrillo. Sumit Nagal, sin embargo, respondió los interrogantes de forma inmediata apenas exhibidos los atributos de su tenis. En condiciones lentas parece inquebrantable. Y por ello desplegó su mejor versión en su primera vez en Buenos Aires.

Caminó por la cornisa y hasta debió ser asistido con suero por haber comido demasiada carne después de su debut, pero fue de menos a más y no hubo escollo capaz de evitar que se llevara la copa. Semanas después de medirse en el US Open ante Roger Federer, se las ingenió para entrometerse entre los tenistas argentinos que amenazaban con monopolizar el certamen. "Lo que destaco de esta semana es la pelea; lo que hice desde el comienzo fue pelear. En este tipo de torneos sabés que vas a jugar muchos partidos y a veces lo harás mal, pero si superás esos momentos vendrán días buenos", analizó Nagal en diálogo con Página/12, mientras sostenía el segundo trofeo de nivel Challenger que conquistó en su carrera (ya había ganado en Bengalore, India, en 2017).

Y no podía ser de otra manera. Pese a haber sido finalista mundial de la Copa Davis en tres ocasiones (1966, 1974 y 1987) y haber tenido jugadores destacados en el circuito, como Vijay Amritraj, Leander Paes y Mahesh Bhupathi, India no configura ni de cerca el mapa de las potencias de este deporte. Nagal luchó en Buenos Aires de la misma manera en que lo hizo para comenzar a construir su carrera. Nacido en Nueva Delhi hace 22 años, dejó su casa cuando era un chico tras ser elegido en una academia por el propio Bhupathi, quien resultó ser su guía más importante: "Mahesh fue maravilloso conmigo, no estaría acá si no fuera por él. Está detrás de mí desde hace diez años, me aconseja, me busca sponsors, me dice qué hacer y qué no. Fue un impacto tener a alguien que jugó al tenis tantos años, porque en mi familia nadie lo hizo".

Más allá de la ayuda del ex número uno en dobles, su carrera tambaleó en los primeros meses de este año. Sumergido en el ranking -merodeaba el puesto 350- y sin ánimos de volver a jugar Futures, algunas decisiones desafortunadas en la planificación se sumaron a varias derrotas en ruedas iniciales y atentaron contra su economía, tanto que se encontró con apenas unos dólares en la billetera. "Las cosas son fáciles sólo cuando las hacés bien. Comencé este año muy mal financieramente, mis sponsors no estaban felices y yo no rendía en los torneos. Si gastás dos mil dólares en un vuelo y perdés en primera ronda, apenas ganás 200 y la plata desaparece. Pero sobreviví y empecé a llegar a mejores posiciones", explica Nagal.

(Imagen: Alejandro Del Bosco / Prensa Challenger de Buenos Aires)

Radicado en Alemania, donde se entrenó varios años con el argentino Mariano Delfino, logró acomodarse hasta que su vida dio un vuelco total en el último Abierto de Estados Unidos. Superó la qualy y se citó con Federer en el estadio más grande del mundo. Aquella derrota en cuatro sets resultó un punto de inflexión para Nagal. El indio embolsó más dinero por su actuación en Flushing Meadows que el acumulado hasta el momento en toda su carrera y, sobre todo, supo que podía medirse de igual a igual con las figuras mundiales: "Este año descubrí que puedo mantener este nivel. Jugué Challengers 125 contra tipos duros, estuve en la qualy de mi primer ATP 500 en Hamburgo y pasé la clasificación de un Grand Slam después de unas semanas sin jugar. Y aquí, en Buenos Aires, jugué muy bien en las semifinales y en la final. Vengo de India, donde no hay mucha gente que juegue en polvo de ladrillo. Creo que seré el primero que lo haga bien".

Antes de lucirse en semifinales ante el brasileño Thiago Monteiro y en la definición frente al argentino Facundo Bagnis, Nagal batalló durante casi tres horas en su debut con el brasileño Pedro Sakamoto, el partido que dejó como saldo su paseo por la enfermería para recibir intravenosa. Luego sacó adelante un duro choque con el dominicano José Hernández Fernández y sobrevivió ante Francisco Cerúndolo, el promisorio argentino de 21 años que lo tuvo contra las cuerdas en cuartos de final.

"Si pongo un video de mis primeros días y lo comparo con los últimos partidos, me doy cuenta de que mejoré porque me acostumbré a la cancha, a las pelotas y a la velocidad. Nunca había jugado en condiciones tan lentas. Todo se trata de aprender. Venir de donde vengo y ganar el torneo es una buena experiencia para mi vida", resalta el indio que ascendió 26 posiciones para ser el 135º del mundo, su mejor ubicación histórica.

Plantado dos metros detrás de la línea de base, Nagal demostró que el polvo de ladrillo le resulta cómodo y que se siente fuerte en superficies extremadamente lentas. Estratega, inalterable y consistente, repartió con el drive y desquició a sus rivales con un juego profundo y sin fallar pelotas. No es extraño, entonces, el torneo con el que sueña cada noche: "Quiero levantar el trofeo de Roland Garros".

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