Periodista de investigación por excelencia, notable escritor, intelectual comprometido con su tiempo, Rodolfo Walsh trascendió la muerte no sólo con su obra sino también, y especialmente, con su Carta abierta a la Junta Militar, donde denunció los crímenes de la dictadura. Murió sin saber si ese minucioso trabajo de denuncia llegaría a difundirse, como escribió en ese texto, “sin la esperanza de ser escuchado, con la certeza de ser perseguido”. Este 25 de marzo se cumplen 40 años de su asesinato y desaparición perpetrados por una patota de la Esma.

Caras y Caretas dedica su próximo número, que estará mañana en los kioscos opcional con PáginaI12, a la figura de Walsh, cuya vida convoca a repasar años cruciales del siglo XX argentino.

María Seoane reconstruye la épica de la Carta a la Junta Militar y le escribe a Mauricio Macri repasando las medidas impopulares de su primer año al frente del Ejecutivo. “La manipulación y la compra o asociación comercial con la gran prensa, la anulación de la ley de medios de la democracia, la desarticulación federal de los medios públicos para someterlos al discurso unitario de Buenos Aires, el revanchismo contra militantes o simpatizantes del anterior gobierno democrático, la injusta e ilegal prisión de Milagro Sala, el negacionismo de los crímenes del Estado terrorista…”, comienza la enumeración.

Felipe Pigna escribe sobre la banalidad del periodismo de hoy y lo contrasta con el modelo de periodista comprometido que representó Walsh a partir de su consecuente trayectoria como precursor del género non-fiction con la imprescindible Operación Masacre, como uno de los forjadores de la agencia Prensa Latina, como creador y director del periódico de la CGT de los Argentinos, como redactor del diario Noticias, como creador de Ancla, la Agencia de Noticias Clandestina. 

Desde la nota de tapa, Cecilia Fumagalli y Elena González reconstruyen las últimas horas de Walsh antes de caer en una cita envenenada, y también desandan, a partir de los expedientes judiciales, la trama por la cual el periodista y escritor, entonces oficial primero de Montoneros, era desde hacía varios meses una presa codiciada por el grupo de tareas de la Esma. Se centran, entonces, en su última gran empresa: Ancla, desde donde publicó las atrocidades cometidas por los represores, y que fue desarticulada mediante la desaparición, el asesinato o el exilio forzado de sus miembros. En esa línea, las autoras destacan la historia de Mario Galli, expulsado de la Armada por haberse rebelado, durante la dictadura de Lanusse, contra los métodos represivos importados de la escuela francesa que se impartían en la fuerza para reprimir al pueblo, que se vinculó con Montoneros y como informante de Ancla filtró información sobre la Armada y la Policía. Natalia Vinelli aporta detalles técnicos del funcionamiento de la agencia clandestina.

Ricardo Ragendorfer pone el foco en la faceta detectivesca de Walsh y en su predilección por la criptografía. Eduardo Jozami reconstruye el derrotero del intelectual desde la derecha nacionalista hasta el peronismo de izquierda y sus expresiones más combativas y radicalizadas. Y Horacio González escribe sobre su producción literaria. 

Telma Luzzani aborda una arista poco conocida de Walsh: su postura frente al conflicto de Medio Oriente (claramente a favor de Palestina), que aparece en una serie de crónicas desde Beirut que publicó en el diario Noticias en 1974.

La edición se completa con dos entrevistas realizadas por Pigna: una con Horacio Verbitsky, que repasa vida, obra y militancia de Walsh desde la perspectiva de alguien que lo conoció mucho. La otra con Lilia Ferreyra, última pareja del escritor, fallecida en 2015, que fue entrevistada cuando se cumplieron 30 años de la desaparición. Ella aporta datos de la vida cotidiana de ambos, la circunstancia en que se conocieron en los 60, el clima de época, el acercamiento de Rodolfo al sindicalismo combativo, su entrada en Montoneros y el testimonio sobre el final: fue la última persona de su entorno que lo vio con vida.

Un número imprescindible, con las ilustraciones y los diseños artesanales que caracterizan a Caras y Caretas desde su fundación a fines del siglo XIX y hasta la modernidad del siglo XXI.