Desde Barcelona

UNO Rodríguez pensaba que se la había quitado de encima pero ahí está de nuevo. Como en ese lugar común --frecuente por efectivo-- de las películas de horror. Se piensa que han sido destruidos (quemados, baleados, hechos pedazos, desactivados por algún conjuro) pero siempre vuelven. Anabelle o Chucky, da igual. O --apenas cambiando de por terrorífica distopía ecológica-- esa versión puesta al día del también denunciante Oskar Matzerath en El tambor de hojalata que es Greta Thunberg (conste que Rodríguez está completamente de su parte y que la admira pero que, también, le tiene un poquito de miedito).Todos y todas ahí. En un rincón de la sala. Como, ahora, ese ejemplar de ¡Hola! conmemorativo del 75 aniversario de la revista. Rodríguez (quien lo compró casi por reflejo automático junto a la edición de Mojo conmemorando el medio siglo del Abbey Road de The Beatles) habría jurado que lo había tirado a la basura sin siquiera hojearlo/ojearlo. Pero no. Ahí sigue: como si su piso de pronto fuese un consultorio de dentista o la barra de un bar o la casa de un pariente a la que sólo se acude a dar un liviano pésame. Ahí permanece inamovible: con sus letras doradas y todas esas fotos de esos seres del planeta ¡Hola! con piel de papel "cuché" y sabiéndose inseparable parte del ADN de España. Medio millón de copias todas las semanas en tiempos en que las revistas agonizan y todavía empresa familiar que ha pasado de abuelo (que definió a su producto como "la espuma de la vida, las burbujas que suben de la copa de champán") a hijo y a nietos y, seguro, la leyenda continúa y continuará. Servida y clonada a varios idiomas con 31 parientes cercanos y lejanísimos, 10 páginas web, y saludando en 120 países para que un promedio de veinte millones de lectores le devuelvan el saludo. ¡Hola! que durante años fue como el civilizado y bien trajeado Dr. Jekyll para ese salvaje y desnudista Mr. Hyde que fue la extinta Interviú. Ahí está: páginas y páginas de avisos y su respeto justo a la hora de bautizos y bodas y divorcios y funerales con redacción y prosa casi primaria y titulares que se permiten cortar palabras en sílabas y seguir en la línea de abajo. Y sus exclusivas multimillonarias y sus casas y festines. Y --sino creadora-- al menos patentadora de esa sinergia ibérica donde danzan aristócratas de variable calibre y voltaje y top-models y toreros y artistas surtidos y futbolistas y folklóricas y efímerascelebrities cuya principal ocupación es la de que nunca se sepa muy bien a qué se dedican o que hicieron para estar ahí.

Y lo cierto es que Rodríguez --como tantos españoles-- tiene una relación compleja y ambigua con el monstruo. Se supone que no puede verla pero, también, no puede dejar de mirarla. Se es adicto a ¡Hola! como a un opiáceo que ayuda a escapar de la realidad irreal de todos buscando encontrando refugio en la irrealidad real de unos pocos. Así que (ahí está ese titular donde se informa que el bloqueo político/repetición de elecciones "decepciona, enfada o preocupa a más del 90% de la población") Rodríguez va a aspirar e inyectarse y fumar y tragar una dosis de ¡Hola! y engancharse hasta la sobredosis. Y --como ese Chartlon Heston con el rifle en alto-- afirmar con voz temblorosa por la ira que sólo podrán quitársela de sus frías y muertas manos.

DOS Y, sí, ahí están todos porque nunca se han ido. Y (a diferencia de esos cófrades de hermandades santeras que exigieron y consiguieron que el ministerio de Cultura retirase de su web las fotos de la restauración de las estatuas religiosas por sentirlas "hirientes" y "desasosegantes" y "escabrosas") sin temor religioso alguno de mostrar llagas y estigmas y cirugías plásticas y heridas producidas en la lucha por una herencia o separación sentimental o empresaria. Julio Iglesias& Co., Isabel Preysler& Co., la Baronesa Thyssen& Co., Isabel Pantoja& Co., Antonio Banderas, Raphael, las series interminables y tan dinasty de Mónaco ("Ante la duda, Carolina", solía ser un mantra en la redacción) y del Buckingham Palace y de la Casa de Alba y del Vaticano y, por supuesto, del Palacio de la Moncloa. En imponente insert de greatest hits repartiéndose en "Casa extraordinarias", "Amores y desamores de portada" y "Portadas exclusivas para la historia" sobre las que aletea, siempre, el para Rodríguez inexplicablemente vivísimo fantasma de Lady Di y, también, aquel otro del Generalísimo: cuyos restos vuelven a sumar como noticia de mudanza de casa extraordinaria y a quien no se menciona en este te-invito-a-mi-fiestita a no ser por su responsabilidad a la hora de sus aparecidos nietos que nunca desaparecen y...

TRES ...hablando de espectros, Rodríguez tiembla. Porque su festiva ¡Hola! se ha reproducido: ahí --jura que no recuerda haberlo adquirido, ¿lo habrá robado con modales de yonqui? -- está el número siguiente de la revista continuando con los fastos. Esta vez irradiando a pura foto/epígrafe los flashes encandiladores del photo-call a las puertas del Palacio de las Alhajas en Madrid reconvertido por una semana en algo llamado Casa ¡Hola!

Y allí --noche de estreno-- acudieron los sospechosos de siempre y ya mencionados más arriba incluyendo a un vestido en vitrina de Lady Di. Y --sorpresa o no-- ninguna de las figuras de primer orden del actual panorama político, quienes se disponen a abrir las puertas de los extraordinarios centros de votación para las cuartas elecciones en cuatro años con decoración de veredicto en el juicio al Procés + explosivos en manos de teóricos terror indepes + el boom de Errejón soplándole las velas a Iglesias. ¿Fuegos artificiales o fuegos fatuos? ¿Amores o desamores? En cualquier caso --por estos días-- sus expresiones y pareceres no distan mucho de los de los desintegrantes de la farándula: autoelogio, reproche a los demás, denuncias de mentiras y traiciones. Y el líder del PSOE demostrando que va camino de tener el mismo poder de permanencia que --sí, de nuevo, otra vez-- Isabel Preysler; mientras Iglesias y Sánchez y Casado y Rivera y Abascal nos muestran sus muy caros trapos sucios e invitan a conocer sus perfumadas cloacas y la omnipresente ausente Carmena (algo no está del todo bien cuando el futuro ideológico de la política española pasa por la política con menos futurobiológico) juega a esconderse de los paparazzi. La gran diferencia es que el tinglado político --a diferencia del circo de las "estrellas"-- está montado no con capital privado sino con pan del dinero público (la próxima gala electoral del 10 de noviembre les costará 140.000.000 euros a los españoles) y su brillo es más de eclipse o de agujero negro. Aunque algo en común tienen con sus contrapartes del show-business tanto más preocupadas que ellos por dar un buen y no un mal espectáculo: unos y otros consideran a los simples mortales y vulgares votantes como, apenas, público que sólo interesa a la hora de pagar entradas o llenar urnas.

Aun así no estaría mal que esta poca clase política tuviese su propia revista.

Rodríguez ya tiene posible título para la misma: ¡Adiós!