Mi personaje favorito

Homero es un regalo de Dios para escritores de comedia. Está gordo. Está pelado. Es un borracho idiota y perezoso que no controla la ira. Hace gala de los siete pecados capitales: soberbia, avaricia, lujuria, envidia, gula, ira y pereza. En “El poni de Lisa”, Homero entra en una tienda de mascotas y el propietario dice: “¡Oh, Dios! ¡Qué olor tan raro!”. El guionista George Meyer señaló: “Vaya. Así que ahora Homero también huele mal”. Pero, a pesar de sus muchos, muchos, muchos, muchos, muchos, muchos defectos, Homero es un buen tipo. Tiene momentos de auténtica ternura. Quiere mucho a su mujer y a dos de sus tres hijos. Homenajeamos a los predecesores de Homero con su “hocico”: así llamamos a la permanente sombra sin afeitar que tiene. Es un tributo a Pedro Picapiedra, que siempre tenía la misma barba incipiente. No es casualidad que el mejor amigo de Pedro y de Homero se llamen Barney en inglés. A Barney le di el apellido de Gumble en recuerdo de dos segundones de dibujos animados: Barney Rubble, es decir, Pablo Mármol, y Barney Google, el amigo de Snuffy Smith. Para mí, el subcampeón en la categoría de personaje favorito es el abuelo. Ahora verás por qué: todos los chicos del mundo ven Los Simpson. Tanto estudiantes de instituto como de universidad ven Los Simpson. Ahora incluso los padres ven la serie con sus hijos. Ni un solo anciano ve nuestro programa. Cuando nos burlamos del abuelo, no ofendemos a ningún espectador. De hecho, por esta misma razón nuestros niveles de audiencia crecen cada año: porque la gente que no ve nuestro programa se está muriendo poco a poco. Y me parece genial.

La superestrella invitada

En 1991, Michael Jackson llamó a Matt Groening y le dijo que quería salir en Los Simpson. Michael estaba en el punto más alto de su supercarrera: era tan grande como Los Beatles en los tiempos de la Beatlemanía, y, que yo sepa, ningún otro artista ha vuelto a llegar tan alto. Todo el equipo tenía que proponer ideas para el capítulo, y Jim Brooks tenía la mejor: Homero termina en un psiquiátrico y su compañero de celda es un blanco de ciento treinta kilos que cree que es Michael Jackson (y Michael Jackson haría su voz). Al Jean y yo nos encargamos del guion y empezamos con un resumen de la historia de veinte páginas a interlineado sencillo. Era un ladrillo casi ilegible, pero Jackson lo leyó e hizo algunas sugerencias graciosas. Propuso una escena en la que Bart le cuenta al pueblo entero que Michael Jackson va a visitarlo a casa y genera mucha expectación. Después añadió la escena en la que “Michael” escribe una canción con Bart. (Incluso nos hizo cambiar un chiste sobre Prince para que fuera sobre Elvis.) En esa época, Al y yo éramos los productores ejecutivos, así que escribimos el guion en nuestro tiempo libre, es decir, a partir de las once de la noche. Fue muy duro, y ninguno de los dos creíamos que Michael fuera a participar en el capítulo. Hicimos la lectura del guion en casa del agente de Michael, Sandy Gallin. Era una mansión tan grande que Gallin dijo: “Sepan que todavía no he visto todas las habitaciones de mi casa”. Yo me senté junto a Michael durante la lectura y estaba a un metro de él cuando cantó “Ben”, “Thriller” y la canción que había compuesto para el capítulo: “Lisa hoy es tu cumple”. Estaba deseando que hiciéramos la grabación definitiva. Michael acudió al estudio pocos días después para el doblaje. Vino solo —sin acompañantes— y estaba sorprendentemente apuesto. (Fue como tres rinoplastias antes del fin.) También me sorprendió lo alto y fuerte que parecía. (Fue una decepción para mí descubrir que Michael Jackson era más fuerte que yo.) Era muy amable y le estrechó la mano a todo el mundo. Jim Brooks vino a dirigir personalmente a Michael. Pero Michael no era actor, y Jim no es el único director de cine oscarizado que intenta sacar de él una buena interpretación. Martin Scorsese intentó que pareciera un tipo duro en “Bad”, lo mismo que Francis Ford Coppola en Captain EO, y no lo consiguieron. Aunque la actuación de Michael no fuera extraordinaria, al menos las canciones lo serían. Íbamos a grabar las partes habladas a la mañana y terminaríamos la jornada con las canciones. Fue justo por la tarde cuando Michael trajo a un tipo blanco. “Este es Kipp Lennon. Es mi doble autorizado”. (Si eres un lector veterano, quizá sepas que Kipp era el hermano del grupo musical The Lennon Sisters.) Michael estuvo muriéndose de risa mientras Kipp grababa las canciones del capítulo. Era una imitación impresionante, pero, si vuelves a ver el capítulo, te darás cuenta de que es Kipp imitando a Michael, para regocijo de Jackson. Le preguntamos: “Bueno, Michael… ¿Por qué haces esto?” Su respuesta fue críptica: “Para hacerles una broma a mis hermanos”. Permíteme que sea el primero en decir esto: Michael Jackson era un poco raro.

Arrepentimientos célebres

Hay tres celebridades que han pedido salir en Los Simpson pero que, después de que les escribiéramos su papel, nos han rechazado: Prince, George Lucas y Lyle Lovett. Bueeeno, está bieeeen: dos celebridades y Lyle Lovett. Prince tenía muchas ganas de salir en el programa hasta que vio el guion que escribimos para él: iba a retomar el papel de Leon Kompowsky, el personaje de ciento treinta kilos que pensaba que era Michael Jackson pero que ahora pensaba que era Prince. El verdadero Prince dijo que no, gracias, y quemamos el guion. George Lucas le dijo a un amigo que quería salir en nuestra serie, así que le escribimos un papel graciosísimo. Lucas acompañaría al encargado de la tienda de cómics e iría hablando de Star Wars, pero diciéndolo todo mal: “Somos como la pareja esa de la nave espacial: el perro grande y el amigo del chaleco”. Lucas rechazó el papel. Aunque conseguimos vengarnos… Años después, parodiamos las pésimas precuelas de Star Wars (La guerra de los Cosmos, protagonizada por Jim-Jam Bonks) y representamos al creador de la película como un gnomo de un metro de altura que se parecía mucho a George Lucas. La parodia fue tan despiadada que, al día siguiente de su estreno, los escritores de Los Simpson hicieron gala de un sentimiento que nunca había visto en ellos: remordimiento. Al Jean suspiró y dijo: “No tendríamos que haberlo hecho tan bajito”.