--Yo también me volví poeta y, por un tiempo, el cielo se salvó de la horca. -Juaniski dice esto mientras un enorme tornillo se enrosca en la brisa de la tarde.

--Aunque no creo para nada en ellos, yo también me volví poeta, -dice Graciela Cristina del Valle, moviendo las letras suavemente, confundiendo, como de costumbre, el aire con el agua.

Varios seres antropomórficos, que cualquiera podría confundir con poetas, cruzan el bar peruano moviéndose lentamente, pero son los Poemas Humanos de Vallejo que, erguidos en sus dos patas, los rozan apenas, en un susurro del lenguaje.

--Necesito un Sprite sin azúcar para poder soltarme. ¿Vos?, -pregunta ella abriendo y cerrando los signos de interrogación.

--A mí, lo diet me pega mal. Yo, con una Stella Negra, para empezar, estoy bien, -contesta Juaniski respetando todas las formas lingüísticas a su alcance.

Viene el mozo desde el otro mundo. De un lugar más parecido a las zonas vacías que al espacio exterior. Toma el pedido y vuelve por un oscuro túnel, a una región húmeda y fresca, sazonada con leche de tigre.

Ya ubicados en las mesas, algunos poemas se toman de la mano, otros cierran los ojos y se reclinan en la silla. Después del punto seguido, el mozo no los atiende, lo cual despierta una serie de especulaciones.

--Para mí que el mozo no va porque cree que no los va a entender.

--Se piensa que son de Trilce.

--Siempre los mismos prejuicios con la poesía, -dice Juaniski con cierto desasosiego.

--¡Claro! Pero no te sientas mal porque lo nuestro no es contra la poesía sino contra los malditos poetas que nos explican los poemas antes de leerlos.

--Tranqui, Grace, no te alteres.

--Es que tanto me he quemado las pestañas estudiando sobre poiesis, aestesis, catarsis, Jauss, Iser y la mar en coche, ¿para qué?, ¿para que después me den un discurso expositivo-explicativo de tres horas antes de leer un poema? Es un abuso de poder, -sentencia Cristina Graciela del Valle sacudiendo un oleaje tormentoso de fastidio a su alrededor.

--Sí, es un despropósito. Imaginate a Vallejo explicando a sus compañeros de celda el vendaval de arcaísmos, la añejería de sus adjetivos, el historial de uso y desuso de sus sustantivos, -comenta Juaniski, que jamás se jacta de su erudición, y la pone en juego así, como si apenas fuera un detalle complementario.

--Bueno, eso sería otra cosa… De hecho habría sido una charla formidable. Incluso, me hacés pensar en el imprentero de la penitenciaría de Lima, - dicho esto, no se ve, en el gesto de Graciela Cristina del Valle, cómo cierra el guión de diálogo para darle lugar a la voz del narrador omnisciente, porque inmediatamente recupera otra vez el discurso. --Yo no sé si al menos el cincuenta, el cuarenta, el diez por ciento de los poetas expositivos-explicativos saben que Trilce nació en la cárcel. Que fue escrito y editado en la penitenciaría. Me parece que con sólo tener ese dato ya andaríamos de otro modo por los cafés literarios.

--¿Sabés cómo le habrá temblado el pulso, al hombre, al buscar los tipos y encajarlos en cada hialoidea grupada, ahí no más, en el primer poema? A Juaniski se le escapa una formidable carcajada de satisfacción y homenaje.

El mozo trae la Sprite y la Stella. Recoge el pedido de Ceviche Bravazo y, dubitativo, se acerca a las respectivas mesas de los Poemas Humanos. "Son muchos", piensa entre comillas para que las palabras no se le salgan por la boca.

--¿Vos decís que vinieron solos?, -pregunta Graciela Cristina del Valle, con un gesto lleno de sospecha.

--Para mí no. Seguro que está él entre ellos.

--Sí, sí, creo que es ése que se está riendo.

Los dos miran con cierto disimulo pero, pronto, cada cual se concentra en sus burbujas, en su propio descubrimiento del verbo, en su silencio.

--¿Te costó mucho volverte poeta, Grace?

--Bueno, te diría que no ha sido lo mejor que me pasó en la vida. ¿Y a vos?

--Yo sigo transitando el proceso. No sé si alguna vez se termina... -Dice Juaniski colocando los puntos suspensivos con cierta duda, y dejándolos a consideración del omnisciente.

--Tampoco sé si escribir poemas alcanza para ser poeta,-agrega Graciela, cada vez más fatal.

--Exacto. Como si hacer ceviche alcanzara para ser peruano.

--Como si escribir alfan, lupinas, estevas, petrales y escarzos, alcanzara para ser Vallejo.

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