Disculpe el lector por el título tan urgente que encabeza esta columna, pero tengo la necesidad de denunciar un probable complot de las tropas maurifíceas, pichéticas y lilitazepámicas, que, vistos sus inminentes derrapes nacionales, provinciales y, si-usted-quiere, también capitalinos, no tuvieron mejor idea que mudarse a Rudylandia.

Quiero llevarles a los habitantes de ese lugar inexistente pero cierto, un mensaje de tranquilidad: “¡No pasarán, ni ebrios ni dormidos! (Diría M. Moreno)”, ya que para entrar a Rudylandia se requiere de una sonrisa auténtica (ellos tienen sonrisas, pero falsas), de una caricia presencial (ellos las hacen, pero son significativas troleadas desde un falso Hurlingham) o de un sentimiento amoroso expreso (y fue la misma Lilitazepam quien confesó que eso no se le puede pedir al ex Sumo Murífice, dado que él es ingeniero).

Para mayor tranquilidad aún, les quiero decir que si llegaran a entrar, salen disparados enseguida: a la menor agresión, son automáticamente expelidos sin apelación, o sea que su poco probable estadía podría ser medida con aparatos que nuestra tecnología cotidiana aún no posee.

Les anticipo todo eso porque sé que leerán noticias al respecto. Rudylandia está a salvo, sus habitantes no deben temer: es más difícil que ellos lleguen a Rudylandia que “que un pobre se haga rico en tiempos macristas”.

Ese temor atávico, Lilitazepam lo denunció públicamente el sábado 28 de septiembre, en ocasión de celebrarse el aquelarre de Belgrano (con perdón de las brujas, a las que pido que no se sientan discriminadas por estas palabras). Habría que aclarar que en mis varias décadas de existencia, no conocí ningún pobre con temor a la propia riqueza. Al parecer, los psicoanalistas y sociólogues y antropólogus dirán que, muy por el contrario, son les riques quienen tienen miedo a la riqueza; pero no a la propia, sino a la eventual de los pobres, que, llevada a un extremo, podría desplazarlos a ellos de las pocas “vacantes para rico” que hay en nuestra sociedad.

¿A qué viene mi denuncia? Pues a que, desde las primeras horas del 12 de agosto, pasada la jornada de festejos del “Día Nacional de la Salud Mental” (atenti, legisladores, que no es un mal proyecto), empezaron a dar muestras de que se quieren ir, sin irse, a un lugar inexistente donde se puede esquiar en verano, las elecciones no ocurrieron, las obras se inauguran primero y se hacen después... ¡Y Rudylandia ES un lugar inexistente! Es cierto que no cumple ninguna de las otras premisas. ¿Pero acaso elles necesitan que la realidad sea cierta? Ya hemos visto que no. Elles creen que les alcanza con decir algo para que una parte de la población lo tome por cierto.

Ya hemos visto que su fuerte no es la sociología: en agosto, en Europa, la tendencia es más de ir a la playa que a esquiar. Tampoco, los cálculos aritméticos: la gira electoral maurisíaca propone “30 ciudades en 30 días a partir del 28 de septiembre"; el cálculo nos da “hasta el 28 de octubre”, o sea un día después de las elecciones, y como cuatro después de la veda electoral. La ecología, tema trascendental en estos tiempos, no parece: si un bosque se incendia, mandan al ministro de Medio Ambiente “a dar aliento”. La geografía ha quedado en offside luego de la promesa de un puerto en Santiago del Estero, allá por el 2015. Tampoco es su fuerte la historia, desde que Mauri alucinó "la angustia de los próceres por tener que independizarse de España". Y de economía, mejor no hablar. Mejor dicho: que no hablen.

 

Con tanta desmeritocracia junta, los rudilandeses no pudimos dejar de preguntarnos (la pregunta es nuestro principal producto nacional) si no se les iba a ocurrir invadirnos, cuando las hordas salvajes populistas los echen a fuerza de votos. No pasará. Pero si pasa, NO PASARÁN: tenemos todos nuestros chistes, canciones y memorias dispuestas para resistirlos.